"Las llagas del Salvador siguen abiertas en pobres, enfermos, encarcelados, tratados con injusticia; víctimas de la violencia, el secuestro, la trata, el crimen organizado", advirtió el arzobispo.
El obispo de San Isidro recordó la necesidad de "salir a anunciar, a expresar con mi actitud, con mi modo de ser, con mi palabra, con mis actos, la misericordia de Jesús".
Que ame el silencio, que sea magnánimo de corazón y que sea ministro de misericordia. Si todo ese se pone en práctica, dijo Francisco, "los confesionarios ya no estarán abandonados".
"Un sacerdote debe ser cercano, misericordioso, perdonar todo y ser tierno, no agresivo, sino caritativo, paciente", aconsejó Francisco a los participantes al Capítulo General de los Padres Marianos.