Jueves 21 de noviembre de 2024

Viernes Santo: Francisco rezó el viacrucis desde Casa Santa Marta

  • 29 de marzo, 2024
  • Roma (Italia) (AICA)
Como en 2023, Francisco siguió desde el Vaticano esta celebración. Sin embargo, estuvo presente a través de las meditaciones de las 14 estaciones que él mismo escribió por primera vez.
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Después del servicio de la Pasión del Señor, celebrado en la basílica de San Pedro, el Papa Francisco siguió por televisión, desde la residencia Santa Marta en el Vaticano, el viacrucis en el Coliseo, "para preservar su salud con vistas a la Vigilia de mañana y a la Misa del Domingo de Resurrección”, comunicó la Sala de Prensa de la Santa Sede poco antes del inicio de la ceremonia.

El año pasado tampoco estuvo presente en el Coliseo. El cardenal Angelo de Donatis, vicario general de la diócesis de Roma, ofreció la bendición final, tanto en 2023 como este año. Sin embargo, el Santo Padre estuvo presente a través de las meditaciones de las catorce estaciones que él mismo escribió por primera vez.

El sucesor de Pedro introdujo sus reflexiones sobre el Vía Crucis del Viernes Santo con una invitación a meditar sobre la centralidad de la oración en la vida cristiana, especialmente durante el Año de Oración que conduce al Jubileo de 2025.

La Cruz inició su recorrido en brazos de un ermitaño dentro de la arena romana en la primera estación, en la que se ve a Jesús condenado a muerte. La multitud se reunió pidiendo una relación personal con el condenado: “Habla a mi corazón, Jesús”.

Luego, confiada a personas de familias de acogida, la Cruz continuó su camino dentro del Coliseo, pisando la arena de la sangre de los mártires. “Jesús condenado a muerte nos pide que le confiemos nuestras cruces”, subraya la meditación papal, “llevándole nuestras miserias”.

Bajo la inmensa Cruz de metal, iluminada con antorchas, los portadores llegan a la tercera estación para conmemorar la primera caída de Jesús. "Jesús cayó de Dios al hombre, del hombre al siervo, del siervo al crucificado, incluso al sepulcro”, recita el lector de las meditaciones de Francisco.

Como símbolo de esta caída y de esta recuperación, la Cruz es llevada por personas en reintegración que la transmiten a una familia. Porque, bajo los arcanos del Coliseo, el Vía Crucis se detiene para contemplar el encuentro de Jesús con María. “Jesús, sabiendo que su fin se acerca, entrega a su Madre como último regalo después de la Eucaristía”, señala el Papa.

La quinta estación, tras la lectura del Evangelio, se centra en la ayuda de Simón de Cirene. Jesús “no desdeña la ayuda del Cireneo, que muestra el camino para acoger la ayuda de los demás en nuestra vida”. “Ayúdame a dejarme amar por ti, donde más me avergüenzo de ti”, imploraron entonces los creyentes reunidos en el Coliseo. Un ejemplo de esta ayuda es la Cruz que sostienen personas con discapacidad.

A la salida del Coliseo, la estación dedicada al acto valiente de la Verónica ve a mujeres de grupos de oración reunidas cerca de la Cruz. Consuelan a Jesús y responden a la necesidad de Cristo: tener verdaderos adoradores que, en espíritu y en verdad, permanezcan con él.

La Cruz continúa su recorrido alrededor del milenario anfiteatro cuando resuena el Evangelio del Hijo Pródigo. Cristo cae por segunda vez. La Cruz es portada por los sacerdotes que imparten el sacramento de la confesión en las basílicas romanas, símbolo de perdón y recuperación. En su meditación, el Papa insiste en la importancia de mantener la esperanza, levantarse y volver a salir fortalecidos por el perdón de Jesús. La multitud responde cantando: “Jesús, levántame”.

Para la octava estación, Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. La Cruz está sostenida por mujeres comprometidas en el cuidado pastoral de los enfermos. La meditación del Papa invita a la oración: “Sacúdeme por dentro, dame la gracia de llorar orando y de orar llorando”. En la novena estación, en la que Jesús es despojado de sus ropas, son un grupo de migrantes los encargados de transportar la Cruz, provenientes de Haití. Francisco escribe: “Te miro, Jesús, despojado de tus ropas, y comprendo que me invitas a despojarme de una serie de exterioridades”.

Jesús clavado en la Cruz, pide a su Padre que perdone a sus verdugos. Los fieles son invitados a orar no sólo por ellos y sus seres queridos, sino por todas las personas que les hacen daño. Continuando su recorrido, la Cruz es transmitida por un grupo de catequistas a los feligreses de la diócesis de Roma, mientras miles de velas iluminan la plaza frente al Coliseo.

Para la undécima estación, Francisco optó por meditar sobre el abandono de Jesús al Padre, y no sobre la tradicional tercera caída de Cristo. “Esto es lo que debemos hacer en las tormentas de la vida: en lugar de permanecer en silencio y encerrarnos en nosotros mismos, debemos clamar a ti”, anima.

En el silencio de la oración, la Cruz se dirige hacia el templo de Venus, encabezada por los jóvenes. Jesús muere. La multitud siente el dolor de Cristo. Francisco elige hablar del buen ladrón, que recibe el Paraíso justo antes de la muerte de Cristo.

Llevada por sacerdotes y consagrados, la Cruz continúa su camino. Conmemora el momento en que Jesús fue bajado de la Cruz y puesto en manos de María. Las 25.000 voces de la asamblea retoman luego la oración del Papa: “Tómame de la mano, María” y luego recitan un Ave María.

En la última estación, en la que se coloca a Jesús en el sepulcro, las personas comprometidas en la acción caritativa encarnan la caridad de José de Arimatea, que ofrece su tumba a Cristo. El viacrucis termina con la invocación final escrita por el Papa, quien dirige una última palabra a Cristo en forma de oración: “Gracias”.

Para concluir, y en ausencia del Papa Francisco, el cardenal de Donatis, vicario del pontífice para la diócesis de Roma, dio la bendición final.

Ya en 2023, por primera vez en su pontificado, el Papa Francisco no visitó el Coliseo a causa del frío y porque se recuperaba de una bronquitis que le había obligado a estar hospitalizado unos días antes. El Vía Crucis estuvo presidido por el cardenal Angelo de Donatis. El anterior viacrucis sin la presencia de un Papa se remonta al 25 de marzo de 2005, cuando Juan Pablo II se encontraba muy enfermo. El cardenal Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, presidió la celebración. Juan Pablo II murió ocho días después, el 2 de abril de 2005.+