Miércoles 24 de abril de 2024

Mons. Colombo: Que las comunidades dominicas sean signos de la alegría del Resucitado

  • 9 de agosto, 2021
  • Guaymallén (Mendoza) (AICA)
Unido a la alegría de la familia dominica, el arzobispo de Mendoza presidió la misa por los 800 años de la muerte de Santo Domingo de Guzmán en el monasterio de Guaymallén.
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El arzobispo de Mendoza, monseñor Marcelo Colombo, presidió el 8 de agosto en el monasterio de las hermanas dominicas, de la ciudad de Guaymallén, la misa por el 800° aniversario de la muerte de Santo Domingo de Guzmán. La Eucaristía estuvo concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Marcelo Mazzitelli.

"Celebramos con toda la Iglesia nuestra acción de gracias a Dios por la vida y la misión de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Predicadores y de la familia dominica. Con su vida, sembró la historia humana con la predicación de la Palabra del Señor y las verdades de la fe, para gloria de Dios y salvación de los hombres", expresó el prelado en su homilía.

"Los ochocientos años que nos separan de su tiempo, nos permiten reconocer la obra de Dios en Santo Domingo, multiplicada desde entonces en innumerables frutos de santidad entre los hombres y las mujeres que siguieron y siguen a Jesús según el carisma dominico", valoró. "Celebramos por tanto una fiesta de vida, aquélla que el Resucitado vino a comunicar a la Iglesia, y de la cual Domingo de Guzmán fue testigo y servidor".

En ese sentido, dio gracias "por la fecundidad espiritual de ese carisma y de esa misión, que se manifiesta en la rica variedad de la familia dominica a lo largo de los siglos”.

"Aquí en Mendoza ésta se ha verificado, además de la Orden de Predicadores, en las distintas comunidades religiosas de vida contemplativa y vida apostólica concretada en la educación y en la animación pastoral de la evangelización en barrios y comunidades", detalló.

Y refiriéndose a la liturgia, observó que "la Palabra de Dios de hoy abunda en referencias que nos ayudan a captar en toda su dimensión la vida, la misión y la santidad de Santo Domingo en fidelidad a Dios y a los hombres a quienes vino a servir": el anuncio de la salvación, la perserverancia en la verdad y proclamación de la Buena Nueva.

Monseñor Colombo recordó el modelo de Santo Domingo, quien, en palabras de Benedicto XVI, dio “una contribución fundamental a la renovación de la Iglesia de su tiempo (…) y en cuya vida, como en todos los santos, iban siempre juntos el amor al Señor y al prójimo, la búsqueda de la gloria de Dios y de la salvación de las almas".

"Sensible a los signos de los tiempos, como joven sacerdote descubrió con preocupación dos desafíos que debía afrontar la Iglesia de su tiempo: la necesidad de extender la misión de la Iglesia a numerosos pueblos sin evangelizar y las tensiones con grupos sectarios que confundían a las comunidades cristianas constituidas al sur de Francia", recordó monseñor Colombo. “Este gran santo nos recuerda que en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que impulsa incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización", valoró.

"Desde los comienzos mismos de su obra apostólica, quiso compartir el don que le comunicara el Señor y que constituiría con el tiempo el ideal carismático institucional dominico, la predicación itinerante y la vida conventual, en casas que fueran el espacio para el estudio, la oración y la vida comunitaria". 

Y en este tiempo sinodal al que anima el papa Francisco, el prelado consideró luminosa "la temprana organización institucional que Santo Domingo dio a la Orden para hacerse presente en toda la geografía eclesial de su tiempo": "El gobierno interno de los conventos y de las provincias dominicas se estructuró sobre el sistema de capítulos, que elegían a sus propios superiores, confirmados después por los superiores mayores; una organización, por tanto, que estimulaba la vida fraterna y la responsabilidad de todos los miembros de la comunidad, exigiendo fuertes convicciones personales", recordó.

"Al evocar la rica tradición eclesial inaugurada por Santo Domingo, no dejamos de dar gracias a Dios por su contribución al crecimiento de la Iglesia, con el anuncio explícito de la Palabra, la enseñanza de las verdades de fe y la promoción de la dignidad humana, reconciliada con el proyecto de su Creador", manifestó.

“El testimonio de la fraternidad evangélica, como testimonio profético del plan último de Dios en Cristo para la reconciliación en la unidad de toda la familia humana, sigue siendo un elemento fundamental del carisma dominico y un pilar del compromiso de la Orden para promover la renovación de la vida cristiana y difundir el Evangelio en nuestro tiempo", expresó, en palabras del papa Francisco.

"En esta celebración tan significativa, pidamos por la Iglesia universal, para que, por la intercesión de Santo Domingo, sea fiel al mandato misionero del Señor, haciéndolo presente entre todos los hombres, especialmente en las periferias existenciales donde la sed de Dios nos pide a los cristianos la capacidad de salir al encuentro del dolor y el sufrimiento de sus hijos", rezó. "Que en esta Iglesia de Mendoza, sus hijos e hijas a través de la vida comunitaria, la predicación de la Palabra de Dios, el estudio y la oración contemplativa, sigan animando y testimoniando la plena comunión eclesial al servicio de la extensión del Reino de Dios como Santo Domingo", pidió.

"Que las comunidades dominicas, especialmente aquí en Mendoza, sean signos explícitos y fuertes de la alegría del Resucitado entre los consagrados, comprometidos con un anuncio gozoso y transformador de la existencia humana", concluyó, pidiendo que María, Nuestra Madre del Rosario, "nos abrace con su ternura junto a su Hijo Jesús, para ser, como Santo Domingo, sal de la tierra y luz del mundo".+

» Texto completo de la homilía