Mons. Castagna: 'Eucaristía, amor creativo'
- 20 de junio, 2025
- Corrientes (AICA)
El arzobispo destacó que "la verdad que allí se revela, da rienda suelta a la creatividad de quienes aman a Dios" y sostuvo: "La Eucaristía es la dádiva del Padre, en el Espíritu, al mundo".

Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, destacó que "La Verdad que allí se revela, da rienda suelta a la creatividad de quienes aman a Dios".
"La Eucaristía es amor de Cristo a su Iglesia y a cada uno de nosotros. En Él se nos revela el amor de Dios al mundo", puntualizó en su sugerencia para la homilía del Corpus Christi.
"El amor siempre es creativo, no puede no serlo. Dios crea al Universo y al hombre, porque ama hasta el extremo del don de su Unigénito: 'si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna'", recordó.
Monseñor Castagna sostuvo que "la Eucaristía es la dádiva del Padre, en el Espíritu, al mundo".
Texto de la sugerencia
1. La Eucaristía, el mayor de los milagros. La Eucaristía es el Pan pobre multiplicado para quienes lo necesitan como Verdad y Vida. Es el Cristo vivo, por la resurrección, que devuelve la vida a los que han muerto -a causa del pecado- y encabeza el regreso de los hijos alejados de la Casa paterna. El mayor de los milagros que Cristo realiza, no es la multiplicación de los panes sino la Eucaristía. Es entonces cuando se convierte en el alimento de la multitud, y el sostenedor del fatigante seguimiento de quienes creen en Él. Esta Solemnidad no se agota en una manifestación triunfal. El reconocimiento público de la presencia real de Cristo, orienta la adoración y la vida de la Iglesia, ante un mundo descreído y sin rumbo. El Santo Cura de Ars, señalaba a su feligresía el humilde Sagrario de su Templo parroquial, y afirmaba conmovido: "Él está allí porque nos ama". Cuando Jesús ascendió a los cielos aseguró: "Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo" (Mateo 28, 20). La Eucaristía es su presencia real y permanente. Celebramos lo humanamente incelebrante. Es Dios quien está entre nosotros, para nuestro bien. Prolonga el propósito divino de que su Verbo sea, por la Encarnación, uno de nosotros. Abajado hasta el anonadamiento absoluto, realizado en Belén, en la Cruz y en la Eucaristía, se comprende hasta qué grado nos ama Dios. Dios es todo Amor. Un amor que no juzga sino redime, que no se posesiona sino que lo da todo, que no reclama nada sino que lo ofrece todo. La Eucaristía, que estamos celebrando, es la realización perfecta - en carne humana - del amor que nos profesa el Padre, en su Hijo encarnado. Es preciso adorar a Quien nos ama, hasta abandonarnos como un niño que afloja sus manitas entre las de su Padre, y se deja conducir por Él. La Eucaristía es auténtica presencia de Cristo inmolado, hecho pan y vino. Es la presencia viva de Jesús resucitado en la Iglesia y en el mundo. Mientras le prestemos atención, la perspectiva de futuro -que tanto deseamos- será la Luz que el mundo en tinieblas necesita. Los rectores, empoderados dictatorialmente de nuestros pueblos, se desbarrancan irremediablemente. Los fracasos se suceden, sin interrupción, en un intento de imponer sus leyes y propósitos más ambiciosos.
2. El centro de nuestra espiritualidad bautismal. Cristo es la Verdad revelada, en su plenitud; su aparición es preparada por los Profetas y testimoniada, hasta hoy, por los Apóstoles. Es preciso que le dediquemos lo mejor de nuestro tiempo y empeño. No es cuestión de buscarle consoladores reemplazos, frágiles como toda ciencia ficción. Es bueno repetir que Cristo eucarístico es la Verdad. Así podemos sumergirnos en la contemplación de su adorable presencia. Quienes tenemos el privilegio de celebrar la Eucaristía, y ofrecerla a nuestros hermanos como Verdad, Vida y alimento sustancial de sus vidas, encontramos en Él el Pan, que también es nuestro alimento. La indiferencia y la mediocridad atentan contra la espiritualidad eucarística, que debiera sostener la vida de toda la Iglesia. Una incalificable tibieza avanza sobre nuestra práctica habitual de fe, afectando principalmente a este Sacramento. Esta Fiesta es una ocasión imperdible para renovar nuestra devoción a Jesús Sacramentado. Él constituye el centro de la espiritualidad bautismal. Así lo entendieron los primeros cristianos, incluidos muchos mártires, que testimoniaron la fe en Cristo con el derramamiento de su propia sangre. De esa manera la Iglesia fue edificándose, cumpliendo la aseveración de Tertuliano: "La sangre de los mártires es semillas de nuevos Cristianos". Ciertamente la Eucaristía, celebrada asidua y fervorosamente, es garantía de fidelidad a la fe, infundida en el Sacramento del Bautismo. Nos referimos a la integridad de la fe, o a la pureza inviolable de sus contenidos. La Eucaristía alimenta el sentido de la fe del pueblo cristiano. El Papa San Juan Pablo II nos ofreció una Encíclica que corrobora la inseparabilidad de la Iglesia y la Eucaristía. Más aún: la Iglesia depende de la Eucaristía, y de ella recibe su sustancial alimento: "Ecclesia de Eucharistia". Su celebración es indispensable, en el momento de revelar su verdadera identidad al mundo. Prescindir de ella, teórica o prácticamente, contribuye a su debilitamiento y desaparición. Al celebrar el CORPUS confesamos la centralidad de Cristo en la vida y actividad de la Iglesia. Con el correr de los siglos se ha revelado su virtud, tanto en la práctica devocional de los fieles como en acontecimientos de excepcional importancia exponencial, como los Congresos Eucarísticos. Nos resta quitar, de esos acontecimientos, algunas contaminaciones folclóricas.
3. Está con nosotros porque nos ama. Seguir a Cristo es un compromiso de vida. Dios prevé las dificultades desgastantes del comino y se multiplica para sostener las fuerzas de sus humildes seguidores. La Eucaristía es la multiplicación de los panes, para no desfallecer cuando el camino toca su momento más exigente y el sol del mediodía abraza a quienes deciden mantener y apretar la marcha en pos de Jesús. Pan de ángeles y mártires, de misioneros y contemplativos, de niños y personas maduras, de jóvenes y ancianos. Allí se nutren los sabios y los analfabetos. Los Padres de la Iglesia y los teólogos extraen de la Eucaristía la inspiración para enseñar y orientar a los creyentes. La Eucaristía marca un ítem en la formación misionera de los cristianos y se ofrece como Pan que nutre su actividad evangelizadora. Cristo vino a enfrentar los mayores desafíos del mundo. Estando Él con nosotros no tendremos miedo de luchar hasta la victoria final. La Eucaristía es su presencia junto a nosotros, y en nosotros. Toda batalla será reducida a un juego de niños, y toda herida convertida en una recompensa. Aunque el mundo lo niegue o pretenda disimularlo, Cristo es el Pan de Vida y la garantía de que nuestros padecimientos, junto a los suyos -hecho Sacramento nos redime, y redime al mundo. Si los hombres decidieran hacer consciente esta verdad de fe, ¡qué otra sería la convivencia entre ellos! Desaparecería el odio y la guerra, la violencia delincuencial y la marginación de los más vulnerables. Los hermanos de la familia de Jesús -porque hacen la voluntad del Padre- necesitan encarnar la exhortación principal del Señor: "ámense los unos a los otros, como yo los he amado". De esa manera, el mundo retoma el camino del entendimiento y de la fraternidad. Otro sendero, diplomáticamente prolijo, no alcanzaría para lograr la paz deseada. Lo hemos comprobado a lo largo de toda la historia. Sin desatender el buen trato diplomático, será preciso acceder a la verdad, que se realiza únicamente en el amor. Durante el transcurso de los siglos se ha producido, en la Iglesia, una verdadera eclosión de piedad eucarística. Ha sido consecuencia de un desarrollo espectacular de la Vida cristiana. Algunos santos, como San Pascual Bailón y el Beato Carlo Acutis, han mostrado la virtud santificadora de la Eucaristía en sus vidas santas. Es cuando se producen expresiones que orientan su predominio sobre toda otra práctica piadosa.
4. Eucaristía, amor creativo. La Verdad que allí se revela, da rienda suelta a la creatividad de quienes aman a Dios. La Eucaristía es amor de Cristo a su Iglesia y a cada uno de nosotros. En Él se nos revela el amor de Dios al mundo. El amor siempre es creativo, no puede no serlo. Dios crea al Universo y al hombre, porque ama hasta el extremo del don de su Unigénito: "Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna" (Juan 3, 16). La Eucaristía es la dádiva del Padre, en el Espíritu, al mundo.+