Último adiós al Card. Dri, el cura feliz y padre de los 'abrazos misericordiosos'
- 2 de julio, 2025
- Buenos Aires (AICA)
Así lo recordó Mons. García Cuerva en la misa de exequias en el santuario de Pompeya, donde la comunidad porteña despidió al purpurado que fue confesor del papa Francisco. Destacan su legado.

La comunidad arquidiocesana de Buenos Aires y capuchina dio su último adiós al cardenal Luis Pascual Dri durante la misa de exequias que el arzobispo porteño, monseñor Jorge García Cuerva, presidió este miércoles 2 de julio en el santuario de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya.
"En el año 2017, el papa Francisco me nombró obispo, me generó en su momento mucha angustia, porque yo era, decía, 'Un párroco muy feliz, el más feliz del mundo, el cura más feliz del mundo', y el padre Luis me decía: 'No, vos sos el vice feliz, el más feliz soy yo'. Entonces, hacíamos siempre ese chiste de que él era el cura más feliz del mundo y yo era el vice feliz", contó el arzobispo en la homilía.
"Cuando vine a contarle a él, todavía no lo sabía nadie, me acuerdo que me dio un abrazo muy grande, un abrazo que seguramente muchos de nosotros hemos recibido en estos años, un abrazo que a mí me hizo acordar a esta lectura que acabamos de leer recién, el abrazo del padre misericordioso, el abrazo que nos daba a cada uno de nosotros cuando nos decía: 'mi ángel' y nos abrazaba y nos besaba. Claramente, el padre Luis fue un testigo de la misericordia, un testimonio vivo del amor de Dios, de ese abrazo que conmovía", aseguró.
Orfandad de dos papás
Monseñor García Cuerva consideró "hoy experimentamos un poco la orfandad", porque "este año se nos han ido dos papás, el papa Francisco y para quienes hemos podido compartir tantos años con Luis se nos ha ido también el padre de la misericordia".
"El mejor homenaje que le podemos hacer al padre Luis es ser buena gente, es tratar de no juzgar, de no condenar, de no levantar el dedito acusador y de andar repartiendo por la vida abrazos como los que nos daba Él, abrazos porque tomaba conciencia de que todos éramos frágiles, necesitados de la misericordia de Dios", sostuvo.
"Querido Luis, nos comprometemos a tratar de ser misericordiosos como nos pidió Jesús, como vos siempre nos enseñaste. Gracias por testimoniar el amor de Dios, gracias porque de acá nos íbamos siempre muy contentos, abrazados por vos y abrazados por Jesús, y bajo la protección de nuestra madre de Pompeya", expresó a modo de despedida.
Legado de misericordia, ternura y esperanza
Monseñor García Cuerva también presidió la misa del martes 1 de julio en el santuario de Pompeya, que reunió a numerosos obispos, entre ellos monseñor a Jorge Lugones SJ , obispo de Lomas de Zamora; monseñor Pedro Cannavó y monseñor Alejandro Pardo, obispos auxiliares de Buenos Aires; monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, arzobispo emérito de Corrientes; y monseñor Raúl Pizarro, obispo auxiliar de San Isidro y secretario ejecutivo de la Conferencia Episcopal Argentina, además de una gran cantidad de sacerdotes.
La homilía estuvo a cargo de monseñor Oscar Ojea, obispo emérito de San Isidro, quien destacó el "corazón sacerdotal" del cardenal Dri, que "se presenta al Señor hoy, tan lleno de los secretos del corazón de los hermanos".
Subrayó, además, su testimonio como testigo de la misericordia y la ternura de Dios, así como de la esperanza y la alegría. "Nos hacía experimentar con su ánimo el aliento para seguir adelante", recordó y aseguró: "Desde el Cielo nos seguirá regalando esa vocación sacerdotal, especialmente dirigida a la misericordia".
Finalmente, expresó un agradecimiento especial a los hermanos franciscanos capuchinos de la comunidad, quienes lo cuidaron en sus últimos tiempos.
En los días nublados, salía el sol
Luego, monseñor García Cuerva dedicó unas palabras en honor al fraile capuchino. "Hoy nos conocemos la cara todos los hijos del padre Luis, todos aquellos que llegaban a experimentar la ternura, el amor, el perdón, la misericordia, la caricia de Dios que tanto necesitábamos", afirmó.
El arzobispo porteño recordó con gratitud que "en los días nublados necesitábamos mirar sus ojos, escuchar su voz, recibir el perdón de Dios y salir. Parecía entonces que volvía a salir el sol".
Concluyó con un sentido agradecimiento: "Gracias padre Luis, gracias por todo lo que nos diste, por tu vida. Nos comprometemos a ser un poquito ese abrazo de Dios que cada vez que veníamos aquí nos dabas".+