Domingo 24 de noviembre de 2024

Francisco: Invitemos al Señor a habitar las zonas oscuras de nuestro corazón

  • 2 de enero, 2022
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Al rezar el Ángelus del primer domingo del año, el papa Francisco animó a los fieles presentes en la plaza de San Pedro a acoger al Señor en el corazón con gestos concretos.
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El papa Francisco rezó, en la mañana del domingo 2 de enero, la oración mariana del Ángelus, ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro. 

En su reflexión, el Santo Padre convocó a los fieles a tomar este tiempo de Navidad como una oportunidad para recibir al Señor en nuestro corazón, no sólo con palabras, sino con gestos concretos.

Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, Francisco reflexionó sobre el Evangelio del día, según san Juan, que presenta una hermosa frase que siempre rezamos a la hora del Ángelus y que es la única que nos revela el sentido de la Navidad: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". 

En ese sentido, el Papa se refirió a una paradoja, ya que aparecen juntas dos realidades opuestas: el Verbo y la carne. “Verbo indica que Jesús es la Palabra eterna del Padre, infinita, que existe desde siempre, antes de todas las cosas creadas; carne, en cambio, indica precisamente nuestra realidad creada, frágil, limitada, mortal”.

En ese marco, Francisco señaló que antes de Jesús eran dos mundos separados: "El Cielo opuesto a la tierra, lo infinito opuesto a lo finito, el espíritu opuesto a la materia".

Y señalando que en el Prólogo del Evangelio de Juan también aparecen otros opuestos: luz y tinieblas, explicó: "Jesús es la luz de Dios que ha entrado en las tinieblas del mundo. Dios es luz: en Él no hay opacidad; en nosotros, en cambio, hay muchas oscuridades. Ahora, con Jesús, se encuentran la Luz y las tinieblas: la santidad y la culpa, la gracia y el pecado".

Con estas polaridades, consideró el Papa, el Evangelio quiere anunciar el modo de actuar de Dios: “Ante nuestra fragilidad, el Señor no retrocede. No permanece en su beata eternidad y en su luz infinita, sino que se hace cercano, se hace carne, desciende a las tinieblas, habita tierras extrañas a Él. Lo hace porque no se resigna a que podamos extraviarnos yendo lejos de Él, lejos de la eternidad, lejos de la luz. He aquí la obra de Dios: venir entre nosotros. Si nosotros nos consideramos indignos, eso no lo detiene. Si lo rechazamos, no se cansa de buscarnos. Si no estamos preparados y bien dispuestos a recibirlo, prefiere venir de todos modos”

En la misma línea, el Pontífice recordó que, a menudo, nos mantenemos a distancia de Dios porque pensamos que no somos dignos de Él por diversos motivos y aunque esto sea cierto, hizo hincapié en que la Navidad nos invita a ver las cosas desde el punto de vista divino:

“Dios desea encarnarse. Si tu corazón te parece demasiado contaminado por el mal, desordenado, no te cierres, no tengas miedo. Piensa en el establo de Belén. Jesús nació allí, en esa pobreza, para decirte que ciertamente no teme visitar tu corazón, habitar en una vida desaliñada. Habitar. Es el verbo que utiliza hoy el Evangelio: expresa un compartir total, una gran intimidad. Esto es lo que Dios quiere”

Pero para lograr que Dios habite en nuestro corazón -añadió el Santo Padre- cada uno debe hacerle un espacio, aunque no sólo con palabras, sino con gestos concretos: "Tal vez haya aspectos de la vida que guardamos para nosotros, exclusivos, lugares interiores en los cuales tenemos miedo que entre el Evangelio, donde no queremos poner a Dios en medio", advirtió el pontífice, invitando a todos a aprovechar estos días navideños para acoger al Señor en nuestro corazón.

"¿Cómo podemos hacerlo?", planteó el Papa, sugiriendo dos formas: Detenernos ante el pesebre, "porque muestra a Jesús que viene a habitar toda nuestra vida concreta, ordinaria, donde no va todo bien, donde hay muchos problemas"; y presentarle allí nuestras situaciones, lo que vivimos.

"Ante el pesebre, hablemos con Jesús de nuestras vicisitudes concretas, invitémoslo oficialmente a nuestra vida, sobre todo a las zonas oscuras, a nuestros 'establos interiores'. Y también contémosle sin miedo los problemas sociales y eclesiales de nuestro tiempo, porque Dios ama habitar entre nosotros", sostuvo.

"Que la Madre de Dios, en quien el Verbo se hizo carne, nos ayude a cultivar una mayor intimidad con el Señor", concluyó.+