Viernes 26 de abril de 2024

Es urgente devolver a la sociedad actual la honestidad perdida

  • 14 de marzo, 2014
  • Corrientes (AICA)
"Es imposible que prenda el Evangelio en los deshonestos. Tendrán que dejar de serlo. Para ello será preciso hacerse niños; porque el Reino pertenece, como propiedad exclusiva, a quienes se hacen pobres y niños. Difícil intento, ya que la virtud de pobres y niños es la humildad. Poco popularizada, como virtud principal, requiere un esfuerzo ascético basado en la abnegación y posibilitada, únicamente, por la gracia que Dios otorga a quienes se predisponen a ser humildes. Todo empeño por crear un clima de sencillez y solidaridad contribuye a la honestidad de vida. Se da ese empeño, sobre todo, en momentos de mayor tribulación personal y social", advirtió que el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, en la sugerencia para la homilía del próximo domingo.
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que "el Señor resucitado, tan presente en nuestras vidas, causa una transformación tal - si no se lo impide nuestro empecinamiento en el mal - que nos hace capaces de un comportamiento histórico informado por su novedad".>

"La santidad de los cristianos es como la transfiguración de Jesús. Se constituye en la manifestación de su poder divino, que salva y santifica a quienes se adhieren a Él por la fe", agregó.

Tras asegurar que "la mezquindad de nuestras respuestas oscurece la transfiguración del Señor y debilita la evangelización", consideró oportuno "un examen honesto que permita rectificaciones de fondo, tanto en nuestra conducta personal como social".

"La transparencia de nuestra vida cristiana, hace creíble la Verdad que profesamos. De esa manera, el mismo Cristo, en la plenitud de su poder mesiánico, se hace accesible a toda persona honesta", subrayó en su mensaje para la homilía del próximo domingo.

Monseñor Castagna aseveró que "es urgente devolver a la sociedad actual la honestidad perdida" y, tras indicar que sobre esa base actúa la evangelización, advirtió que "es imposible que prenda el Evangelio en los deshonestos. Tendrán que dejar de serlo".

"Para ello será preciso hacerse niños; porque el Reino pertenece, como propiedad exclusiva, a quienes se hacen pobres y niños. Difícil intento, ya que la virtud de pobres y niños es la humildad. Poco popularizada, como virtud principal, requiere un esfuerzo ascético basado en la abnegación y posibilitada, únicamente, por la gracia que Dios otorga a quienes se predisponen a ser humildes. Todo empeño por crear un clima de sencillez y solidaridad contribuye a la honestidad de vida. Se da ese empeño, sobre todo, en momentos de mayor tribulación personal y social, concluyó.

Texto de la sugerencia
1.- Jesús, enemigo del espectáculo. La impresionante manifestación, en el encumbrado monte Tabor, no tiene como testigo a la muchedumbre sino a los tres más confiables de sus discípulos. Jesús rehuye el fervor desmedido de la multitud, prohibe cualquier forma de publicitación que favorezca la curiosidad de quienes agotan su búsqueda en el espectáculo. Pedro, Santiago y Juan supieron armonizar la sorpresa con el secreto que su Maestro les impuso. La experiencia vivida por aquellos hombres los predispuso a la divulgación posterior del hecho. ¡Qué fuerte fue el sentido de responsabilidad que Cristo les infundió entonces! Tendrán que guardar, para después de la Resurrección, lo que habían visto y oído. La transfiguración amortiguará en los tres confidentes lo que se ha llamado "el escándalo de la Cruz". No obstante, cederán al miedo que invadió los corazones de sus condiscípulos, excepto Juan "el discípulo amado", cuando sobrevengan el apresamiento, el juicio, la crucifixión y la muerte del Señor.

2.- Nueva Transfiguración. El escándalo de la Cruz amenaza hoy nuestra vida de seguimiento de Jesús. El sendero es pedregoso; Él está allí, transfigurando para nosotros su rostro humano e identificándose como verdadero Dios. El Padre acredita su divinidad: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo". (Mateo 17, 5) Junto a esa identificación divina, está la consecuente exigencia de escucharlo. En ese instante el Padre lo constituye en Maestro de los hombres. Dejar de escucharlo, y de obedecerle, es desoir el mandato de Quien lo envió para cumplir esa misión de amor. Hoy no debemos guardar secreto, con respecto a la identidad de Jesús, al contrario. Es urgente que lo reconozcamos ante el mundo. Así nos reconocerá Él ante el Padre que está en el Cielo. Causan una dolorosa sorpresa los cristianos que ocultan su condición de bautizados, comportándose como si no lo fueran.

3.- Efecto de la actual transfiguración. El Señor resucitado, tan presente en nuestras vidas, causa una transformación tal - si no se lo impide nuestro empecinamiento en el mal - que nos hace capaces de un comportamiento histórico informado por su novedad. La santidad de los cristianos es como la transfiguración de Jesús. Se constituye en la manifestación de su poder divino, que salva y santifica a quienes se adhieren a Él por la fe. El Señor está hoy como se presentó a la multitud de sus discípulos, en el dia de la Ascensión. Sus palabras, en aquella ocasión, constituyeron la declaración de su poder mesiánico, o de su divinidad: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra". (Mateo 28, 18) Es un poder que sigue actuando, mientras encuentre hombres y mujeres que se dispongan a obedecerle. La mezquindad de nuestras respuestas oscurece la transfiguración del Señor y debilita la evangelización. Es oportuno un examen honesto que permita rectificaciones de fondo, tanto en nuestra conducta personal como social. La transparencia de nuestra vida cristiana, hace creíble la Verdad que profesamos. De esa manera, el mismo Cristo, en la plenitud de su poder mesiánico, se hace accesible a toda persona honesta.

4.- Devolver la honestidad perdida. Es urgente devolver a la sociedad actual la honestidad perdida. Sobre esa base actúa la evangelización. Es imposible que prenda el Evangelio en los deshonestos. Tendrán que dejar de serlo. Para ello será preciso hacerse niños; porque el Reino pertenece, como propiedad exclusiva, a quienes se hacen pobres y niños. Difícil intento, ya que la virtud de pobres y niños es la humildad. Poco popularizada, como virtud principal, requiere un esfuerzo ascético basado en la abnegación y posibilitada, únicamente, por la gracia que Dios otorga a quienes se predisponen a ser humildes. Todo empeño por crear un clima de sencillez y solidaridad contribuye a la honestidad de vida. Se da ese empeño, sobre todo, en momentos de mayor tribulación personal y social.+