Miércoles 6 de noviembre de 2024

Misa a 40 años del Tratado de Amistad con Chile: 'La paz, un regalo que invita a la misión'

  • 6 de noviembre, 2024
  • Buenos Aires (AICA)
El presidente del Episcopado, Oscar Ojea, presidió la acción de gracias por el aniversario de la mediación papal. Animó a iluminar "con el evangelio de la paz que es don de Dios y tarea humana".
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Con motivo del 40º aniversario del Tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile, que "evitó la guerra entre pueblos hermanos", el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea, presidió este miércoles la misa por la paz en la catedral porteña.

El nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk; el administrador apostólico de La Plata y secretario general de la CEA, monseñor Alberto Bochatey OSA; y el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva concelebraron la Eucaristía.

También concelebraron el arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap; el obispo castrense, monseñor Santiago Olivera; el obispo de Orán, monseñor Luis Scozzina OFM; el obispo auxiliar y vicario general de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara; los obispos auxiliares porteño Pedro Cannavó y Alejandro Pardo; monseñor José Luis Mollaghan, arzobispo emérito de Rosario; y monseñor Juan Carlos Romanín, obispo emérito de Río Gallegos.

Concelebraron también una veintena de sacerdotes, entre ellos, monseñor Daniele Liessi, consejero de la Nunciatura en la Argentina, y los presbíteros Matías Taricco, subsecretario de la CEA; Máximo Jurcinovic, director de la oficina de prensa y comunicación de la CEA, y Enrique Saguier, del clero castrense. 

"El deseo de paz expresado por Jesús a los apóstoles después de resucitar, resuena de un modo especial en nuestras mentes y corazones en esta celebración", expresó en su homilía monseñor Ojea y recordó que, hace cuatro décadas, cuando la amenaza de la guerra entre ambas naciones era inminente, "los representantes de la Argentina y Chile decidieron abrir paso a una nueva vía para la resolución del conflicto: la mediación papal".

A su vez, recordó que la primera palabra que pronuncia Jesús resucitado es la paz: "La paz es el primer fruto de la Pascua. Es lo que le va a dar seguridad a estos hombres que estaban encerrados en el Cenáculo, cuyos sentimientos se asemejaban a los que vivíamos en aquel tiempo, argentinos y chilenos, ya que la sombra de la guerra entre nosotros, países hermanos, parecía visitarnos inexorablemente".

A la luz de la Palabra de Dios, expuso tres pensamientos que consideró oportunos, al mirar desde el presente lo ocurrido hace cuarenta años: "En primer lugar, dar gracias a Dios por el Don de la Paz. En segundo lugar, es bueno que esta memoria agradecida que hacemos nos permita reconocer el inmenso valor de la diplomacia en la vida de los Estados y sus efectos fecundos en la vida concreta de cada ciudadano".

Al respecto, planteó que "la diplomacia es un arte, es un trabajo que exige paciencia y constancia, muchas veces silencioso, que busca unir la diversidad de vivencias históricas diferentes y muy arraigadas en la educación y en la cultura. Es un servicio a la armonía entre las diferencias. La paz social es laboriosa y artesanal. Solo es posible lograrla integrando a todos". Y consideró: "Cuanta necesidad tiene el mundo en el que vivimos del ejercicio de esta diplomacia".


También lamentó que "la violencia que nos envuelve corre el riesgo de cerrar los canales del espíritu para salvar vidas humanas, vidas de hombres y mujeres, de niños y ancianos, que se exterminan infligiendo una derrota incalculable en el corazón de la humanidad".

"Inspirados en el ejemplo del recordado cardenal Antonio Samoré, quien con una paciencia tenaz y una precisa neutralidad alcanzo a divisar esa luz de esperanza al final del túnel, es necesario aprender a transitar las sendas del respeto mutuo y del cuidado de nuestras acciones, palabras y gestos para construir el bien común de nuestros pueblos", alentó.

Finalmente, indicó que "el regalo de la paz nos invita a la misión. Jesús sopló sobre los apóstoles y los envió a predicar el Evangelio. La luz al final del túnel, de la que hablaba el cardenal Samoré, debe convertirse en una luz que nos lleve a iluminar a todos nuestros hermanos con el evangelio de la paz que es don de Dios y tarea humana".

"Que esta acción de gracias nos impulse a cuidar la paz y a transmitirla a los demás. No se trata solo de un compromiso en los grandes escenarios, sino que podemos construirla en la vida de todos los días, en nuestros espacios familiares, en nuestros lugares de trabajo, y en todos los ambientes en donde podamos sembrar la semilla de la paz", animó.

Concluyó con una exhortación a transformarse "en artesanos de la paz y de la concordia, sembradores del bien y apóstoles de la esperanza". 

En la oración de los fieles hubo distintas invocaciones a las que se respondió: "Señor de la paz, escúchanos". Un coro entonó diversos himnos litúrgicos, entre ellos "Anima Christi, salva me".

->Texto completo de la homilía

Presentes en la acción de gracias
Ubicado en un lugar destacado dentro del presbiterio, asistió el arzobispo de la Iglesia Siriana Ortodoxa de Antioquía, monseñor Crisóstomo Juan Gassali. También se hallaban representantes de otras iglesias y confesiones cristianas y de otras comunidades. Entre ellos, el presidente del Centro Islámico de la República Argentina, licenciado Fabián Ankah, y el imán de la mezquita de ese centro, sheij Muhammmad Galal Muhmmad; el presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), Jorge Knoblovits; Alberto Zimmerman, de la comunidad judía; Marwan Gill, de la comunidad musulmana ahmadia en la Argentina; Omar Abboud, dirigente laico musulmán; el director ejecutivo de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina (ACIERA), pastor Jorge Gómez; el presbítero de la Iglesia Ortodoxa Serbia, Esteban Jovanovich, y el sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rusa Alejandro Waszewicz.

En el mismo sector se encontraba el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina (UCA), Pablo Garat. Entre los fieles, en la nave principal, el arzobispo de la Iglesia Ortodoxa Griega del Patriarcado de Constantinopla, monseñor Iosif

De la ceremonia participaron, entre otras autoridades, la vicepresidente de la Nación, la doctora Victoria Villarruel; el presidente provisional del Senado, senador Bartolomé Abdala; el jefe del gabinete de ministros de la Nación, Guillermo Francos, y el ministro de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein.

El embajador de Chile, José Antonio Viera-Gallo, cuya presencia fue mencionada especialmente por monseñor Ojea, recibió muchos saludos; uno de los primeros en acercarse fue el embajador de la República Democrática del Congo, Daniel Marius Cibangu Kasonga. Había representantes del país hermano trasandino, del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea de Chile, así como de los Carabineros y de la policía de Investigaciones.

También se encontraban en el templo muchos integrantes de la Cancillería y del cuerpo diplomático. Entre ellos, el secretario y el subsecretario de Culto y Civilización de la Nación, Nahuel Sotelo Larcher y Agustín Caulo, respectivamente; el director de Obispados de la Secretaría de Culto, Manuel Carreras (quien leyó la epístola), y el director del Registro Nacional de Cultos, Jorge Stokland. Asimismo, estuvo presente la directora de Cultos de la Ciudad, Pilar Bosca.

Entre otras personas de actuación pública se hallaban el ex presidente provisional del Senado Federico Pinedo; el ex vicepresidente de la Nación y diputado nacional Julio Cobos; el director de la Escuela Nacional de Inteligencia, Juan Bautista Yofre; y el ex legislador de la Ciudad y ex embajador en Portugal Oscar Moscariello.

Además, la celebración contó con la presencia de dos funcionarios de cuando se firmó el tratado de paz y amistad con Chile en noviembre de 1984: el exvocero presidencial José Ignacio López y el embajador Enrique Candioti, de 88 años, que fue jefe alterno de la delegación argentina durante la mediación papal.

Participaron asimismo religiosas de varias congregaciones. La delegación más numerosa y llamativa fue de unas religiosas de hábito blanco, de Santa Marta. Si bien es una congregación de origen italiano, las religiosas presentes eran todas chilenas.+