Jueves 18 de abril de 2024

Mons. Quintana: "La Virgen María nos muestra un camino de humildad"

  • 6 de febrero, 2023
  • Cafayate (Salta) (AICA)
El obispo de Cafayate se refirió, en su homilía sobre la fiesta de la Presentación del Señor, al ejemplo de los miembros de la Sagrada Familia, que eran "creyentes, obedientes, humildes".
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El pasado jueves 2 de febrero, monseñor Darío Rubén Quintana OAR, obispo de la prelatura de Cafayate (que abarca departamentos de 3 provincias), pronunció una homilía en el contexto de la fiesta patronal de la Candelaria celebrada en Santa María (Catamarca).

Para comenzar, el prelado consideró que “esta fiesta se relaciona, sin duda estrechamente, con el misterio de la Navidad. El día de la Nochebuena, en la Liturgia de la Palabra, se nos introducía a la lectura: ‘El Pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran Luz’”.

Al respecto, agregó: “Y se presenta en el pesebre a un Niño envuelto en pañales, recostado sobre el regazo de su Madre, bajo la custodia del fiel José, al Salvador del mundo, a la Luz de las naciones. Al que vendrá a iluminar, no solamente el corazón del hombre, sino de los pueblos todos”.

Por otro lado, manifestó que “el hombre, varón o mujer, por más que quiera posesionarse y a través de falsos ídolos, poder, dinero, esplendor, de tantas situaciones que, a veces, se presentan como espejitos de colores, que nos hacen sentir grandes, poderosos, autónomos”. Mientras que, por el contrario, “la Santísima Virgen María nos muestra un camino distinto, un camino de humildad; ‘Hágase en mí según tu palabra’”.

En cuanto a eso, añadió: “Todo está bajo la merced de la Voluntad de Dios, todo; aún las cosas que nosotros no esperamos y por las que en muchos momentos experimentamos la Providencia de Dios”, para luego retomar el misterio de la Encarnación: “Y el misterio de la Navidad, nos presenta justamente esto: en medio de la oscuridad, Dios viene a traernos luz. Luz que es Salvación. Envía a su Hijo único. Y María toma ese papel, pero no de protagonismo sino de solidaridad, de colaboración íntima”.

Por eso, al preguntarnos dónde está Dios frente a tantos males que nos aquejan a cada uno y a la humanidad toda, según monseñor Quintana “basta con abrir nuestros ojos y mirar a nuestro alrededor, y descubrimos esta experiencia divina de socorro, a través del instrumento de la maternidad de María, a través de tantas obras que el Señor actúa aun cuando nosotros dormimos, aun cuando nosotros somos indiferentes al amor de Dios y a su elección, aun cuando tantos de nosotros damos las espaldas a la Voluntad Divina”.

Siguiendo la misma línea, afirmó también que “Dios transforma el corazón de los hombres. Qué maravilla si nos dejáramos transformar como la Virgen María, como José que, teniendo proyectos personales y familiares, ante el anuncio del Ángel, entendiendo lo que Dios le pedía, lo admite en su vida”. Y coronó así su reflexión al respecto: “En María y en José encontramos testimonios claros de coparticipación, es decir, de participación directa en el plan de Dios”.

Acto seguido, se refirió al cumplimiento de la Ley por parte de la Sagrada Familia, expresado precisamente en la Presentación del Señor en el templo: “Ellos eran conscientes de la tradición de su pueblo de Israel, de que ‘todo primogénito debía ser presentado al Señor’, en reminiscencia del Antiguo Testamento, cuando el pueblo experimentaba la esclavitud en Egipto bajo las órdenes del faraón, y todos los niños primogénitos y también los animales fueron exterminados por el ángel, salvo los que marcaran con la sangre de un cordero sacrificado, comido después en los hogares de los israelitas, confiando en la alianza de Dios respecto de que eran preservados. Todos los primogénitos murieron menos, los hijos de los israelitas”. Y completó de esta manera su comentario: “Esto comprendieron María y José, estos eran hijos de Israel, creyentes, obedientes, humildes, no menos dignos de cualquier otro. Porque la verdadera dignidad humana es, justamente, el reconocimiento de Dios poderoso”.

Finalmente, luego de referirse a las figuras del anciano Simeón y de la profetisa Ana, el monseñor Quintana terminó agradeciendo, entre otras cosas, “la alegría de poder estar aquí reunidos, como les decía, tan cerca de Nuestra Madre; de esta imagen, pequeña ante nuestra vista, pero que representa a nuestra Madre del Cielo, aquella que, siendo fiel, mereció estar junto a Dios; ella que nos espera al final de nuestras vidas, pero que hoy intercede por cada uno de sus hijos, manifestándonos al mismo tiempo, el amor de su Hijo Jesús”.+

» Texto completo de la homilia