Sábado 2 de noviembre de 2024

Mons. García Cuerva: 'Que Dios nos cure de la sordera de indiferencia'

  • 25 de septiembre, 2024
  • Buenos Aires (AICA)
El arzobispo de Buenos Aires presidió la Eucaristía por las víctimas de la trata y llamó a "gritar fuertemente que sigamos creyendo en la dignidad de todo ser humano, en la libertad y la justicia".
Doná a AICA.org

El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, presidió el martes 24 de septiembre la 17ª misa en solidaridad con todos los excluidos y las víctimas de tráfico y trata de personas, que se celebró en la plaza de Constitución.

A la luz de las lecturas bíblicas, una de ellas, el pasaje del buen samaritano, en la que Jesús narra que un hombre camino de Jerusalén a Jericó, que fue violentamente agredido y despojado de sus pertenencias, siendo además ignorado por casi toda persona que lo veía, el prelado aseguró que la ¡mayoría de nosotros en esta ciudad de Buenos Aires, parecen no escuchar el grito desgarrador y silencioso de las víctimas de trata, parecen no ver a quienes son atrapados por un monstruo poderoso que compra voluntades y silencios cómplices".

"El Evangelio dice que casualmente bajaban por el mismo camino, por eso es tan necesaria la atención cotidiana, por eso no podemos dejarnos ganar por el apuro, la ansiedad, el acelere propio de la ciudad, que nos deshumaniza frente al clamor de los que sufren, porque la trata no pide permiso, no avisa, se muestra solapada, disfrazada, engaña para seguir cobrando víctimas", continuó.

"Santa Bakhita -dijo- patrona de las víctimas de la trata de personas, nos anima a abrir los ojos y los oídos, para ver a los que permanecen invisibles y escuchar a los que no tienen voz; para reconocer la dignidad de cada uno y para actuar contra la trata y contra toda forma de explotación".

Una mancha de aceite que invade todo
Monseñor García Cuerva recordó que el documento de Aparecida decía que 'El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Se difunde como mancha de aceite, ampliando progresivamente sus tentáculos'. "Esta misma definición creo vale hoy para el delito de la trata de personas; está difundida en la ciudad, está en las calles, en los barrios pobres y en las zonas más pudientes", aseguró.

"Y a la vez -señaló- la trata es un relámpago en medio de una noche oscura de exclusión, de marginalidad, de hambre, de individualismo. No es un hecho aislado, es un drama social, que crece despiadadamente en el contexto socio económico que atraviesa hace años nuestro país. Argentina padece con dolor esta realidad, fruto de la combinación de la necesidad de unos y la malicia y el aprovechamiento de otros, donde cada persona es tomada como mercancía".

Conmovernos profundamente
"Volvamos al relato evangélico, seguramente el buen samaritano escuchó algún quejido, algún pedido de auxilio, y vio el dolor, las heridas del hombre asaltado. No fue indiferente, y se conmovió profundamente", manifestó.

El prelado animó a pedirle a Dios "que nos toque con su infinita misericordia y nos perdone tanta indiferencia e injusticia, que nos abra a las necesidades de los demás, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón, porque muchas veces nos hemos quedado sordos y mudos delante del dolor y el sufrimiento de los más pobres y marginados. En el corazón está la verdadera sede de la escucha. San Agustín invitaba a acoger las palabras no exteriormente en los oídos, sino espiritualmente en el corazón; por eso decía: 'No tengan el corazón en los oídos, sino los oídos en el corazón'".

La sordera de la indiferencia
"Le pedimos a Dios que nos cure de la sordera de la indiferencia, del individualismo y del negacionismo: la trata es un delito, constituye una violación injustificable de la libertad y la dignidad de las víctimas, y tiene desgraciadamente mucha presencia en nuestra ciudad; que esperan solidaridad y compromiso de todos. Los que se manchan de este crimen causan daños no solo a los demás, sino también a ellos mismos. Es bajar los peldaños de la escalera, es volverse animales".

"Por eso -afirmó- desde esta plaza queremos gritar fuertemente que seguimos creyendo en la dignidad de todo ser humano, seguimos creyendo en la libertad y la justicia, seguimos creyendo en una sociedad de hermanos, sin complicidades, sin silencios, sin atropellos, sin violencia".

El arzobispo porteño recordó además que "celebramos también a la Virgen de la Merced, patrona de los cautivos; a ella le pedimos que rompa las cadenas de esclavitud de las víctimas de tráfico y trata, y nos libere a todos de las cadenas de la indiferencia y del silencio cómplice".

Finalmente, exclamó "por una Buenos Aires más humana", y por eso "decimos fuerte: ¡No a la trata de personas!, ¡No a la trata de personas!".+