Jueves 18 de abril de 2024

Mons. Castagna: "La fe, fruto de la Palabra escuchada con humildad"

  • 3 de abril, 2020
  • Corrientes (AICA)
Sugerencias para la homilía dominical del arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna.
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que se hace difícil afrontar la actual crisis humanitaria por el coronavirus “cuando la fe religiosa está ausente o no es tomada en serio”.



“Desde la fe se comprende el sufrimiento, en sus diversas formas, reproducidas sin límite”, recordó, y aclaró: “La fe no es un paliativo para males terminales e inevitables, es una visión de la realidad que otorga sentido a la vida”.



El prelado sostuvo que “para disponer de ella es preciso reconocer la Verdad transmitida por la Palabra de Dios, al menos como posibilidad”.



“La Pasión de Cristo es la Palabra que revela el amor de Dios al mundo, incluso al que se presenta más alejado de toda práctica religiosa. Es triste la situación de quienes rechazan a priori esa posibilidad, menospreciando, hasta el repudio simple y llano, la legitimidad de la vida creyente”, concluyó.

 



Texto de la sugerencia



1.- La Pasión de Cristo y la nuestra. La pandemia que el mundo está padeciendo encuentra su clave de lectura en la Pasión de Cristo. Pasamos de una celebración casi teatral a una real participación en los indecibles sufrimientos de nuestro Redentor. Es en Él donde hallamos la luz que nos permite ver el verdadero sentido del drama que el coronavirus ha desatado. No dispondríamos de otra explicación, si la hubiera. Jesús acepta lo inexplicable cuando enfrenta la disyuntiva humana - resuelta en Él de inmediato - que el sufrimiento plantea a todo hombre (varón y mujer) desde los orígenes de su existencia. Getsemaní ofrece el inicio misterioso de su combate por la fidelidad a su Padre: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mateo 26, 39). Es preciso que nos internemos en este relato bíblico, aportando la vivencia del drama que hoy nos aqueja, para comprender lo que Cristo ha sufrido por nosotros. Hoy valoramos la vida padeciendo el temible virus, diseminado en la atmósfera que nos es común, y que - lo entendamos o no - nos hermana y solidariza.



2.- La ciencia de la Cruz. La lectura de la Pasión de Jesucristo echa mano hoy a una perspectiva distinta, muy dolorosa, y capaz de comprender el grado de amor que Dios nos manifiesta en su Hijo divino, nacido de María Virgen. Consiste en la verdadera naturaleza de la Encarnación. Se hace hombre y, para expresarnos que es uno de nosotros, asume nuestros padecimientos, se hace cargo de la condición lastimosa a la que el pecado nos ha reducido, siendo Él absolutamente inocente. No será posible que entendamos su amor extremo por nosotros si esquivamos la visión de su Pasión y Muerte. Durante la Semana Santa 2020, en esta ocasión muy silenciosa y reservada, vamos a contemplar y celebrar el drama de la Pasión del Señor. San Pablo es un modelo excepcional para quienes, por la fe, se introducen en la hondura de este misterio de dolor: “Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado” (1 Corintios 2, 2). Pablo apoya su ministerio y en él atribuye la eficacia de su predicación al anuncio de la Muerte y Resurrección de Cristo. La ciencia que lo asiste es la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Los sufrimientos y trabajos que el Apóstol acepta sin vacilar es “lo que falta” a la Pasión del Señor: “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Colosenses 1, 24).



3.- Dios se acerca al hombre por la Cruz de Cristo. La relación de fe con Cristo logra que participemos de su Vida, vinculada temporalmente a las penas y a los dolores de nuestra condición humana. La Cruz de Cristo constituye un conmovedor acercamiento de Dios al hombre. Anonadarse hasta la Cruz es la expresión del indecible amor de Dios a la humanidad. El pecado, que es el rechazo consciente de la criatura a su Creador y del hijo a su Padre, constituye un desvarío incalificable. Su malignidad contrasta con la actitud misericordiosa de Dios, que no se cansa de esperar, como el Pastor Bueno – “que da su vida” - en busca de la oveja perdida. Con esta premisa debemos leer el Evangelio. Es allí donde Jesús nos revela el rostro verdadero de Dios - su Padre y nuestro Padre (Juan 20, 17)) - corrigiendo las falsas imágenes, creadas por la imaginería idolátrica de la actualidad. La lectura solemne de la Pasión - que hoy se hace Liturgia - nos invita, más que a la reflexión, a la contemplación de lo que aconteció, y que hoy adopta el lenguaje del sufrimiento humano, cernido peligrosamente sobre el mundo entero. Desde la Reina de Inglaterra, y su príncipe heredero, hasta el más simple de los ciudadanos, se corre el peligro inminente de sucumbir ante el terrible Coronavirus. La enfermedad y la muerte golpean violentamente las puertas de nuestros países y pueblos, sin distinguir si son del primer o del tercer mundo. Es preciso no ceder, y acudir a nuestras reservas de fe, si somos creyentes; a reavivarlas, si se hallan agotadas o distorsionadas por la ignorancia y la superstición.



4.- La fe, fruto de la Palabra escuchada con humildad. No sé qué decir acerca de quienes se declaran ateos o agnósticos. La crisis, que compromete hoy la salud del mundo, se enfrenta con débiles reservas, cuando la fe religiosa está ausente o no es tomada en serio. Desde la fe se comprende el sufrimiento, en sus diversas formas, reproducidas sin límite. La fe no es un paliativo para males terminales e inevitables, es una visión de la realidad que otorga sentido a la vida. Para disponer de ella es preciso reconocer la Verdad transmitida por la Palabra de Dios, al menos como posibilidad. La Pasión de Cristo es la Palabra que revela el amor de Dios al mundo, incluso al que se presenta más alejado de toda práctica religiosa. Es triste la situación de quienes rechazan a priori esa posibilidad, menospreciando, hasta el repudio simple y llano, la legitimidad de la vida creyente.+