Jueves 21 de noviembre de 2024

Mons. Araya: Brochero "echó sobre sus hombros" a los hermanos extraviados

  • 27 de enero, 2021
  • Villa Cura Brochero (Córdoba) (AICA)
El obispo de Cruz del Eje, monseñor Ricardo Araya, presidió en la noche del 26 de enero la misa en memoria del Santo Cura Brochero, cierre de la Semana Brocheriana.
Doná a AICA.org

En el 107° aniversario del fallecimiento del Santo Cura Brochero, el obispo de Cruz del Eje, monseñor Ricardo Araya, presidió en la noche del 26 de enero la misa central en honor del “Cura Gaucho” en el salón “Mi purísima” del santuario.

Con esta Eucaristía, se dio cierre a la Semana Brocheriana, y al igual que las demás celebraciones, se realizó respetando todos los protocolos de prevención del virus. El equipo organizador destacó la gran devoción de la gente que se acercó al lugar, y el excelente respeto por las medidas sanitarias. Los peregrinos, señalaron, estaban felices de poder ir y cumplir sus promesas, a pesar de que la modalidad este año haya sido diferente.

En su homilía, monseñor Araya se refirió al Evangelio: “Cuenta el Evangelio que Jesús enseña con autoridad, sana enfermos, perdona los pecados, come y bebe con pecadores, elige discípulos, anuncia el evangelio a los pobres, envía a los apóstoles;  da de comer a la multitud, visita a sus amigos, enseña a rezar. Dicho de otra manera, anuncia el Reino de Dios, manifiesta que en Él Dios está cerca como nunca”, destacó.

“Ante todo esto, dice el Evangelio hoy: unos ‘escuchan’ y otros ‘murmuran’. ¿Entre quienes estaremos nosotros?”, planteó monseñor Araya.

“Y el escándalo de los ‘buenos y justos’ (entre comillas, los murmuradores),  llega al colmo cuando Jesús muestra la preocupación que Dios tiene por el pecador, y el modo cómo recibe al que se pierde feo”, señaló.

En ese sentido, comparó la vida de Jesús con la del santo de Traslasierra: “Echar sobre los hombros a la oveja extraviada, fue una constante en el  pastoreo de Brochero. Por eso se contagió el olor a oveja. Buscó a la oveja extraviada por montes espesos, donde no es posible entrar sin que alguna espina te lastime, por largos caminos (solo en las gestiones por Guayama cabalgó en su mula más de 1000 km), por las quebradas oscuras del pecado grave”.

“La buscó y la encontró en el difícil trabajo de hacer camino con piedras ásperas; en medio de la pulpería, o junto a las rejas de la cárcel. En medio de la noche, y en las madrugadas cuando pega fuerte la helada, justo cuando asoma el sol”, recordó. “También encontró a las ovejas en esos días de fiesta cuando los serranos se juntan, y olvidan un poco la pobreza y  alivian algo sus dolores”, reconoció.

“Cargó sobre sus hombros al borracho, al político liberal de su época, al leproso y al perseguido que no podía redimirse de sus culpas e integrarse a la vida social”, enumeró el obispo.

“Las otras ovejas, las que quedaban en el corral, a veces no lo entendían y le cuestionan ¿Por qué se junta con ese tipo de gente? No entendían lo de rehabilitación e inserción social. La culpa la tiene Nuestro Señor Jesucristo, respondía el Cura. Y seguía buscando cómo cargar sobre sus hombros, cómo rehabilitar y cómo volver a integrar a la vida familiar y social”, valoró.

Brochero, destacó monseñor Araya, “era capaz de hacer eso que nos enseña actualmente el Papa Francisco”: “Capaz de tocar la carne herida y ayudar a cicatrizar las llagas ‘con ingenio y audacia’; sabía unir a muchos en la búsqueda común, ahí donde todos ganan; hacía lugar al aporte de cualquiera, aún cuando esa persona se hubiera equivocado o hubiera actuado mal’; fue capaz de amar al que se equivocaba, no para consentir en lo que hacía, sino para que dejara de ser injusto; y nos enseñó a perdonar, no para que alguien siga pisoteando la propia dignidad y la de los demás; sino para que no vuelva a dañar”, aseguró.

El prelado insistió en la importancia de “rehabilitar e integrar de nuevo”: “¿Por qué se reúne con gente de mala fama? se preguntaban algunos, mientras el Cura se decía a sí mismo: ‘Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando’. Y dicen los testigos que cuando confesaba  estando ciego, los reconocía por la voz y les pedía que fueran buenos, que fueran buena gente”, relató.

“En este Santuario los fieles siguen pidiendo confesar, piden celebrar el perdón de Dios, la reconciliación con Dios y su Pueblo”, afirmó el obispo. “Esto que vive en el Santuario es una gracia del Padre Dios. Nadie reconoce sus pecados y pide reparar el mal, si el Señor no le toca bien adentro, ahí donde sólo llega el Espíritu Santo”.

En ese marco, agradeció “a tantos sacerdotes de cualquier lugar de Argentina que vienen  aquí y en nombre de Jesús confiesan”. Y recordó lo que Brochero pedía a sus ayudantes: “Que cuanto sean más pecadores, o más rudos, o más inciviles mis feligreses, los han de tratar con mayor dulzura y amabilidad en el confesionario, en el púlpito, y aún en el trato familiar. Y que si encuentran algo digno de reto, se lo avisen al cura para que él reprenda, a fin de que los feligreses no se resientan con los ayudantes sino con el cura, porque ya sabe él cómo los ha de retar”.

“Este es el modo brocheriano de echar sobre los hombros al hermano que viene a nuestras parroquias y capillas. Pidamos para que los sacerdotes y  aquellos que se están formando para serlo, vayamos metiendo cada vez más en lo profundo de nuestra conciencia estos consejos del Santo Cura Brochero”, rezó.

“‘El Señor Brochero se ha dormido’ dijo aquel 26 de enero un niño que lo acompañaba; eran como las 8 de la tarde. Andaban por ahí las mujeres: su hermana Aurora, las Hermanas Esclavas y Doña Rafaela Villarreal, mujer serrana que, con los cuidados que exigía la situación, cuidaba del padre Brochero y preparó su cuerpo para el velatorio. El Señor Brochero se ha dormido, dijo el niño. Está vivo en nosotros, decimos ahora. Padre Brochero, desde el cielo, échanos a todos la bendición”, concluyó.+