Lunes 21 de julio de 2025

"La autenticidad y la pureza de la fe provienen de la Palabra de Dios"

  • 30 de abril, 2015
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que "las revelaciones privadas se dan en raras ocasiones y jamás se constituyen en sustitutas de la fe", al recordar que "la autenticidad y pureza de la fe provienen de la Palabra de Dios". En su sugerencia para la homilía, el prelado sostuvo que "cualquier mensaje o visión particular, sólo es una ayuda excepcional para retomar o confirmar el sendero de la fe".
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que "las revelaciones privadas se dan en raras ocasiones y jamás se constituyen en sustitutas de la fe", pero recordó que "la autenticidad y pureza de la fe provienen de la Palabra de Dios y consideran, cualquier mensaje o visión particular, sólo es una ayuda excepcional para retomar o confirmar el sendero de la fe".

"San Juan de la Cruz, que no puede ser sospechado de parcial en este delicado tema, afirma que las llamadas ?revelaciones privadas?, aun las consideradas más cercanas a la autenticidad, no deben ser muy numerosas ya que ?el único (y ordinario) camino que conduce a Dios es la fe?", subrayó en su sugerencia para la homilía del próximo domingo.

El prelado reconoció que "nuestro pueblo, que es afecto a las manifestaciones extraordinarias, racionalmente inexplicables, se adhieren a ellas con bastante facilidad" e indicó que "la Iglesia juzga que, en ocasiones excepcionales, sirven, exclusivamente, para retomar el camino de la fe o iniciarlo".

Tras recordar que "es deber de los pastores mantener una solícita vigilancia para que no se produzcan, en el contenido de la fe tradicional, elementos que lo dañen o contaminen", advirtió que "se corre el riesgo, por parte de los ?favorecidos? por estas revelaciones privadas, de un cierto engolosinamiento, que distorsiona la fe suscitada por la Palabra de Dios".

Texto de la sugerencia
1.- La primacía de la fe en Cristo resucitado. Durante estos domingos afianzamos nuestra fe en la Resurrección. De esa manera pudimos hacer la experiencia espiritual que nos trasladó a establecer una relación creyente con el Señor. La misma excluyó todo ver y tocar. Aprendimos de Tomás o, como afirmô un Padre de la Iglesia: "Su incredulidad curó nuestra incredulidad". La fe se opone a la experiencia hegemónica de los sentidos. Las revelaciones privadas se dan en raras ocasiones y jamás se constituyen en sustitutas de la fe. La autenticidad y pureza de la fe provienen de la Palabra de Dios y consideran, cualquier mensaje o visión particular, sólo ayuda excepcional para retomar o confirmar el sendero de la fe. San Juan de la Cruz, que no puede ser sospechado de parcial en este delicado tema, afirma que las llamadas "revelaciones privadas", aún las consideradas más cercanas a la autenticidad, no deben ser muy numerosas ya que "el único (y ordinario) camino que conduce a Dios es la fe". Nuestro pueblo, que es afecto a las manifestaciones extraordinarias, racionalmente inexplicables, se adhieren a ellas con bastante facilidad. La Iglesia juzga que, en ocasiones excepcionales, sirven, exclusivamente, para retomar el camino de la fe o iniciarlo.

2.- Cuidar la pureza de la fe. Es deber de los Pastores mantener una solícita vigilancia para que no se produzcan, en el contenido de la fe tradicional, elementos que lo dañen o contaminen. Se corre el riesgo, por parte de los "favorecidos" por estas revelaciones privadas, de un cierto engolosinamiento, que distorsiona la fe suscitada por la Palabra de Dios. En la práctica se produce una imperceptible adición que atenta contra la centralidad de la Revelación Divina, tendiendo a suplantarla peligrosamente. Para evitar ese riesgo y resguardar la pureza de la fe - en el seno de las diversas comunidades - es preciso el servicio responsable de la enseñanza de quienes deben ofrecerlo. Me refiero a un magisterio bien fundado en la Tradición apostólica y convenientemente asistido por la patrística y la teología. Lamentablemente se ha debilitado o perdido la fe en quienes deben acreditarla. Para muchos, las noticias y opiniones difundidas a diario gozan de mayor credibilidad que la Iglesia, sobre temas que conciernen a su Magisterio. En el nivel de la cultura ocurre algo semejante: el argumento irresponsable de la prensa amarilla cotiza mejor que la opinión de los más sabios y honestos ciudadanos. Para un cambio de mentalidad se requerirá que se produzca el encuentro con la Verdad, personificada en el Hijo de Dios encarnado, y la correspondiente conversión. Durante estos domingos se ha insistido en el encuentro con Cristo resucitado. Él es la Verdad anunciada y celebrada por la Iglesia. Es preciso que el mundo la identifique y preste oído a su autorizado anuncio. Quienes deban exponerla tendrán que ser sus testigos fieles. San Pablo afirma que al ministro o al legítimo transmisor de la Palabra "le corresponde ser fiel".

3.- La garantía de dicha fidelidad es el amor a Cristo. La única garantía de fidelidad es el amor a Cristo. Su amistad es una verdadera inserción: del Señor en la vida de sus amigos y de sus amigos en la vida del Señor. El símbolo elegido por el Maestro se destaca por su peculiar exactitud: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador". Y más adelante afirma: "Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer". (Juan 15, 1; 5-6) La revelación de su divinidad, después de la Resurrección, inspira la declaración de su absoluta necesidad. Lo quieran o no - los proverbiales autoreferentes de nuestra sociedad - Cristo es el alfa y la omega, el único Salvador, aunque se exprese con otros nombres en las expresiones culturales de los diversos pueblos. Acabamos de contemplar su ingreso en la historia y la asombrosa expresión de su amor redentor por todos los pueblos, llamados a ser sus discípulos: "Vayan y hagan de todos los pueblos mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado". (Mateo 28, 19-20) La verdad es innegable. La Verdad suprema es absolutamente innegable. Así lo entendió San Pablo al proponer a Cristo como todo lo que deseaba saber: "Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado". (1 Corintios 2, 1-2)

4.- La eficacia universal de la Redención. "Saberlo", en su admirable gesto de amor por todos los hombres, es conocerlo de verdad y, por ello, lograr en Él lo que el sarmiento en su vid. Toda nuestra vida depende de esa inserción. Se logra explícitamente, mediante el Bautismo y los sacramentos; también de manera implícita, en un empeño por obrar el bien, de acuerdo con los dictámenes de una conciencia sana. La gracia redentora de Cristo actúa la sanación de la conciencia de toda persona de buena voluntad. El teólogo jesuita padre Rahner calificaba de "cristianos anónimos" a hombres y mujeres de recta conciencia en el obrar. Hay muchos de ellos, en nuestra moderna sociedad, quizás no en la totalidad de su conducta, pero, sí en momentos importantes de sus decisiones personales.+