Jueves 21 de noviembre de 2024

Mons. Castagna: Jesús eligió personalmente sus colaboradores

  • 22 de enero, 2021
  • Corrientes (AICA)
Jesús eligió personalmente a sus colaboradores más cercanos, expresó Mons. Castagna en sus sugerencias homiléticas del tercer domingo durante el año.
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Al componer el grupo de sus colaboradores más cercanos, Jesús eligió a sus integrantes en forma estrictamente personal. Al convocarlos no encontró resistencias: cada uno de ellos dejó lo que estaba haciendo y se puso al servicio incondicional de una misión que invadiría por completo sus vidas, explicó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, en sus sugerencias homiléticas para el tercer domingo durante el año, que plasmó en los siguientes cuatro pasos:

El tiempo se ha cumplido
Jesús no se retrasa un instante en el desempeño de su misión. Su serena desenvoltura no se opone a la urgencia que reclaman los acontecimientos. La humanidad sufre un deterioro vertiginoso y requiere un auxilio inmediato de oportuno salvataje. Siempre fue así y lo es hoy también. Por ello echa mano a un estilo misionero itinerante: “Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. (Marcos 1,14-15) Las “instalaciones” no parecen conjugarse con el proceder del Señor. No lo tienta la buena acogida de los pueblos y comarcas más amigables. No acepta plantar carpas para alargar la agradable relación con sus recientes amigos. Su misión lo impulsa a ir de pueblo en pueblo, en medio de los cuales se hallan dispersas las “ovejas extraviadas” que vino a recuperar.

Su estrategia misionera
El mandato recibido de su Padre lo impulsa a convertirse en un estratega de enorme capacidad organizativa. De inmediato decide componer el grupo de sus colaboradores más cercanos, escogiendo a sus integrantes en forma estrictamente personal. Al convocarlos no encuentra resistencias: cada uno de ellos deja lo que está haciendo para ponerse al servicio incondicional de una misión que invadirá por completo sus vidas. Lo entenderán muy a posteriori, cuando confirmen el seguimiento del Maestro, en una convivencia austera y exigente. En los versículos, cuya lectura hemos integrado en la Liturgia de este domingo, observamos a Jesús ejecutando su proyecto, que concluirá más adelante, cuando con ellos y otros instituya el Colegio Apostólico (Marcos 1,16-20). Su modo de obrar está en las antípodas de un rígido sometimiento a la organización. Al contrario, somete la organización a la misión, infundiendo en los elegidos un espíritu libre de toda concepción farisaica de la ley.

El Profeta de todos los tiempos
La extraordinaria coherencia de Jesús otorga a su mensaje una autoridad incomparable. Para la hipocresía dirigencial de aquel pueblo la presencia del joven misionero debía ser muy incómoda. Y lo fue, por ello sufrió la más despiadada persecución, el inicuo juicio y la muerte en cruz. Es el destino del Profeta de los profetas: escuchado por el pueblo, rechazado por las oligarquías y ultimado por los dirigentes que, al estilo del corrupto y pusilánime Herodes, temen ser despojados de privilegios cuasi divinos, apropiados como si fueran derechos innatos. El llamado a la conversión, del que interesa a sus más íntimos seguidores, incluye la renuncia a los ídolos y el reconocimiento del Dios verdadero. Lo procuraron, como precursores, los Profetas de Israel, hasta Juan el Bautista. Llega la hora de que el mismo Verbo divino se encarne y se ofrezca al mundo de una vez para siempre. En la Carta a los Hebreos se afirma: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo”.

Su estrategia
Hoy, como entonces, Jesús viene al encuentro de un mundo sin rumbo, ideológicamente despistado. Para ello escoge testigos de su presencia invisible, expresada mediante signos sacramentales y el testimonio imbatible de sus “artesanías”: los Santos. Es preciso llamar la atención sobre ellos. No obstante debe desecharse todo show o espectáculo teatral. No es el estilo de Jesús -“manso y humilde”- que no pretende destacarse y se mezcla con el pueblo, para así tocar los corazones y llamar a la conversión. Es preciso retomar su única y divina estrategia. La situación del mundo lo reclama.+