En Cuaresma, Mons. Castagna anima a 'involucrar a Dios en nuestra vida'
- 16 de febrero, 2024
- Corrientes (AICA)
"Este tiempo favorece la meditación de la Palabra de Dios, y su cumplimiento en la vida de los creyentes", expresó el arzobispo emérito de Corrientes, que anima a la reflexión y la oración.
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Castagna, recordó, en sus sugerencias para la homilía del próximo domingo, que “la Cuaresma es una oportunidad nueva para ajustar nuestro comportamiento a la Palabra de Dios”.
“El tiempo de Cuaresma, iniciado el Miércoles de Ceniza, puede ser comprendido en el breve llamado a la conversión que Jesús formula durante su primera salida misionera”, indicó el prelado, quien resaltó la “centralidad incuestionable de la Palabra de Dios proclamada, meditada y celebrada”.
El Evangelio, sostiene monseñor Castagna, “no se agota en buenas y piadosas celebraciones, las trasciende. Es decir, produce un cambio que mejora la convivencia entre las personas y las normas que la regulan”. Por eso, señala que “los hombres no son los supremos legisladores en un ordenamiento social” sino que deben ser custodios y respetuosos intérpretes.
“¡Qué distante está este concepto de lo que observamos en nuestra sociedad!”, lamenta, y considera: “La existencia del pecado mantiene su acción distorsionadora y, en ciertos momentos, la agrava escandalosamente”.
El obispo advierte que “el Evangelio no es un código reeditable conforme a situaciones que cambian, sometidas a ondulaciones culturales incontrolables. Es ‘revelación’ de la voluntad divina, que debiera inspirar toda actividad políticamente ordenadora”.
También sostiene que la Cuaresma es ocasión de reconectarse con la gracia y recibir un impulso fuerte hacia la renovación de la vida cristiana: “Este tiempo favorece la meditación de la Palabra de Dios, y su cumplimiento en la vida de los creyentes”.
“Cuaresma es espacio para la reflexión y la oración”, asegura, y explica que “está especialmente orientado al honesto examen y a la obediencia a la Palabra, cuyos resultados configuran el cambio que el mundo necesita, para evitar su frustración”.
Por eso, exhorta: “Es el momento de abandonar el propósito de construir algo al margen de la voluntad de Dios”. Y detalla que “hacer la voluntad del Padre es adoptar lo que se nos revela como el proyecto de la auténtica perfección humana”.
Texto de las sugerencias
1. El tiempo se ha cumplido. El tiempo de Cuaresma, iniciado el miércoles de ceniza, puede ser comprendido en el breve llamado a la conversión que Jesús formula durante su primera salida misionera: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Nueva Noticia” (Marcos 1, 15).
Este Tiempo nos ofrece una nueva oportunidad, que puede ser la última. Es preciso aprovecharla como si fuera verdaderamente la “última”. Muy pocos lo piensan, y muchísimos más alejan este pensamiento de sus mentes. El Año Litúrgico, que la Iglesia celebra, abre un registro nuevo. En él podemos llenar las mejores páginas; también algunas, irresponsablemente borroneadas por nuestros pecados y miserias.
Depende de cada uno mejorar el registro personal y colaborar en una mejor historia del mundo. La Palabra de Dios, proclamada, meditada y celebrada, obtiene una centralidad incuestionable. Podremos confirmarlo en el transcurso de las próximas semanas.
2. Cuaresma, una nueva oportunidad. La Cuaresma es una oportunidad nueva para ajustar nuestro comportamiento a la Palabra de Dios. No se agota en buenas y piadosas celebraciones, las trasciende afectando las relaciones personales y los diversos compromisos profesionales y laborables. Es decir, produce un cambio que mejora la convivencia entre las personas y las normas que la regulan.
La Ley de Dios, que la Palabra revelada propone, no tolera contradicciones sustanciales provenientes de legislaciones particulares. Por ejemplo, el aborto y la eutanasia se oponen al respeto absoluto por la vida humana. Los hombres no son los supremos legisladores en un ordenamiento social, del que deben ser custodios y respetuosos intérpretes. ¡Qué distante está, este concepto, de lo que observamos en nuestra sociedad! La existencia del pecado mantiene su acción distorsionadora y, en ciertos momentos, la agrava escandalosamente.
Cristo es el “Dios entre nosotros” que decide poner las cosas en su lugar. Viene a enseñar a los hombres a ser hombres. Por ello se encarna, y vence el pecado y la muerte, en la misma carne asumida, mediante la Cruz y la Resurrección. Desde entonces, la salvación queda instalada en la conflictiva historia humana. El Evangelio, personificado por Cristo (en su Iglesia), despliega su misión restauradora en el mundo.
3. Tiempo de reflexión y de conversión. EL evangelio no es un código reeditable conforme a situaciones que cambian, sometidas a ondulaciones culturales incontrolables. Es “revelación” de la voluntad divina, que debiera inspirar toda actividad políticamente ordenadora. Llega a su perfección con la presencia de Cristo, cumplido su Misterio Pascual.
Este tiempo favorece la meditación de la Palabra de Dios, y su cumplimiento en la vida de los creyentes. La Iglesia dispone de un caudal de gracias, que dispensa mediante la celebración de los Sacramentos. Caudal desaprovechado por muchos bautizados, al borde del sendero del pecado y, no obstante, llamados a la santidad.
Cuaresma es ocasión de reconectarse con la gracia y recibir un impulso fuerte hacia la renovación de la vida cristiana. En esa reconexión debe actuar la libertad de cada uno. No es una rudimentaria ascética sino el consentimiento generoso de la voluntad humana a la acción divina. Dios hace lo suyo, con tal que nosotros hagamos lo nuestro. Hay mucho que curar antes -o simultáneamente- de que Dios inicie su obra santificadora. Más que nadie Dios comprende la debilidad de hombres y mujeres que luchan denodadamente por lograr la perfección y la felicidad.
4. Tiempo de involucrar a Dios en nuestra vida. Cuaresma es espacio para la reflexión y la oración. Está especialmente orientado al honesto examen y a la obediencia a la Palabra. Sus resultados configuran el cambio que el mundo necesita, para evitar su frustración. No todos parecen entenderlo así. Las irresponsables decisiones que interfieren, en la búsqueda de la verdad y del bien, predeterminan los cambios de rumbo o su exclusión.
Es el momento de abandonar el propósito de construir algo al margen de la voluntad de Dios. Jesús atribuye a la voluntad del Padre el proyecto original del hombre. Hacer la voluntad del Padre es adoptar lo que se nos revela como el proyecto de la auténtica perfección humana. sCristo, el “Hombre Nuevo”, es el cumplidor fiel de ese proyecto, y, para hacerlo nuestro, acepta morir en la Cruz.+