Domingo 5 de mayo de 2024

El Papa: 'Que la Navidad traiga paz al mundo y convierta el dolor en alegría'

  • 25 de diciembre, 2023
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
En su mensaje navideño durante la bendición "Urbi et Orbi", recordó cómo Jesús revela el amor de Dios por cada uno y produce "la alegría que consuela los corazones, renueva la esperanza y da paz".
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Desde la logia central de la basílica de San Pedro, el Papa Francisco ofreció sus tradicionales buenos deseos en el día de Navidad, con un mensaje seguido de la solemne bendición "Urbi et Orbi".

"Nos llena de confianza y esperanza saber que el Señor nació por nosotros; que la Palabra eterna del Padre, el Dios infinito, puso su morada entre nosotros; que se hizo carne, vino y habitó entre nosotros. ¡Esta es la noticia que cambia el curso de la historia!", subrayó.

Luego, afirmó que "el anuncio de Belén es una gran alegría", y aclaró: "No es la felicidad pasajera del mundo, ni la alegría de la diversión, sino una 'gran' alegría, porque nos hace 'grandes'". 

"Hoy, en efecto, nosotros, seres humanos con nuestros límites, abrazamos la certeza de una esperanza inaudita, la de haber nacido para el cielo. Sí, Jesús, nuestro hermano, vino a hacer que su Padre sea nuestro Padre. Siendo un Niño frágil, nos revela la ternura de Dios; y mucho más: Él, el Unigénito del Padre, nos da el «poder de llegar a ser hijos de Dios» (Jn 1,12). Esta es la alegría que consuela el corazón, que renueva la esperanza y da la paz; es la alegría del Espíritu Santo, la alegría de ser hijos amados".

"En medio de las tinieblas de la tierra, en Belén se ha encendido una llama inextinguible; en medio de la oscuridad del mundo, hoy prevalece la luz de Dios, que 'ilumina a todo hombre'", prosiguió el pontífice, invitando a los miles de fieles a alegrarnos por esta gracia:

 "Alégrate tú, que has perdido la confianza y las certezas, porque no estás solo, no estás sola: ¡Cristo ha nacido por ti! Alégrate tú, que has abandonado la esperanza, porque Dios te tiende su mano; no te señala con el dedo, sino que te ofrece su manito de Niño para liberarte de tus miedos, para aliviarte de tus fatigas y mostrarte que a sus ojos eres valioso como ningún otro. Alégrate tú, que en el corazón no encuentras la paz, porque se ha cumplido la antigua profecía de Isaías: 'Un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado […] y se le da por nombre: […] Príncipe de la paz' (9,5). Con Él 'habrá una paz sin fin'" (9,6).

El obispo de Roma acotó que, "en la Escritura, al Príncipe de la paz se le opone 'el Príncipe de este mundo' (Jn 12,31) que, sembrando muerte, actúa en contra del Señor, 'que ama la vida' (Sb 11,26)". "Lo vemos obrar en Belén cuando, después del nacimiento del Salvador, sucede la matanza de los inocentes", agregó. Francisco lamentó también las "matanzas de inocentes en el mundo actual: en el vientre materno, en las rutas de los desesperados que buscan esperanza, en las vidas de tantos niños cuya infancia está devastada por la guerra. Son los pequeños Jesús de hoy".

También subrayó que decir “sí” al Príncipe de la paz significa decir “no” a la guerra, a toda guerra, a la misma lógica de la guerra, un viaje sin meta, una derrota sin vencedores, una locura sin excusas.

"Pero para decir 'no' a la guerra es necesario decir 'no' a las armas", indicó el sucesor de Pedro. "Isaías, que profetizaba al Príncipe de la paz, escribió acerca de un día en el que «no levantará la espada una nación contra otra»; de un día en el que los hombres «no se adiestrarán más para la guerra», sino que «con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas» (2,4). Con la ayuda de Dios, pongámonos manos a la obra para que ese día llegue", prosiguió.

 Una vez más, el Papa imploró la paz en Israel y Palestina, "donde la guerra sacude la vida de esas poblaciones", y extendió su abrazo a ambos países, en especial a las comunidades cristianas de Gaza y de toda Tierra Santa.

Reconoció, en ese sentido, que lleva en el corazón "el dolor por las víctimas del execrable ataque del pasado 7 de octubre", y renovó su  llamamiento apremiante para la liberación de quienes aún están retenidos como rehenes. A su vez, suplicó "que cesen las operaciones militares, con sus dramáticas consecuencias de víctimas civiles inocentes, y que se remedie la desesperada situación humanitaria, permipermitiéndose la llegada de ayuda".

"Que no se siga alimentando la violencia y el odio, sino que se encuentre una solución a la cuestión palestina por medio de un diálogo sincero y perseverante entre las partes, sostenido por una fuerte voluntad política y el apoyo de la comunidad internacional".

En la parte final de su alocución, Francisco declaró que, "desde el pesebre, el Niño nos pide que seamos voz de los que no tienen voz: voz de los inocentes, muertos por falta de agua y de pan; voz de los que no logran encontrar trabajo o lo han perdido; voz de los que se ven obligados a huir de la propia patria en busca de un futuro mejor, arriesgando la vida en viajes extenuantes y a merced de traficantes sin escrúpulos".

En la cercanía del "tiempo de gracia y esperanza del Jubileo", deseó que "este período de preparación sea ocasión para convertir el corazón; para decir “no” a la guerra y “sí” a la paz; para responder con alegría a la invitación del Señor, que nos llama, como había profetizado Isaías, «a llevar la buena noticia a los pobres, / a vendar los corazones heridos, / a proclamar la liberación a los cautivos / y la libertad a los prisioneros»" (Is 61,1).

"Estas palabras se cumplieron en Jesús (cf. Lc 4,18), nacido hoy en Belén. Acojámoslo, abrámosle el corazón a Él, el Salvador, el Príncipe de la paz", concluyó el pontífice .+