Sábado 23 de noviembre de 2024

El Papa en el Ángelus: Sin apertura a las sorpresas de Dios, la fe se apaga

  • 4 de julio, 2021
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
"Cuando nos dejamos caer en la dictadura de los prejuicios, es difícil abrirse a la novedad y dejarse sorprender", subrayó Francisco durante el Ángelus dominical.
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“En la oración pidamos a la Virgen, que acogió el misterio de Dios en la cotidianidad de Nazaret, tener ojos y corazón libres de prejuicios y abiertos al asombro, a las sorpresas de Dios, a Su presencia humilde y escondida en la vida de cada día”, expresó el papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus, del XIV Domingo del Tiempo Ordinario, desde la ventana del Palacio Apostólico ante los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro.

Al comentar el Evangelio de este domingo, que habla de la incredulidad de los coterráneos de Jesús, el pontífice señaló que Él después de haber predicado en otros pueblos de Galilea, vuelve a Nazaret, donde había crecido con María y José; y un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos, escuchándolo, se preguntan: “¿De dónde le viene esta sabiduría? y ¿qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?”

“Ante esta reacción, Jesús afirma una verdad que entró formar parte de la sabiduría popular: 'Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio'”.

En este sentido, el papa Francisco invitó a detenernos en la actitud de los paisanos de Jesús, que conocen a Jesús, pero no lo reconocen. “En efecto hay diferencia entre conocer y reconocer: podemos conocer varias cosas de una persona, hacernos una idea, fiarnos de lo que dicen los demás, quizá de vez en cuando verla por el barrio, pero todo esto no basta. Se trata de un conocer superficial, que no reconoce la unicidad de una persona. Es un riesgo que todos corremos: pensamos que sabemos mucho de una persona, la etiquetamos y la encerramos en nuestros prejuicios”.

“Los paisanos de Jesús lo conocen desde hace treinta años y piensan que lo saben todo; en realidad, no se han dado nunca cuenta de quién es realmente. Se detienen en la exterioridad y rechazan la novedad de Jesús”.

Esto sucede, señaló el Papa, cuando hacemos que prevalezca la comodidad de la costumbre y la dictadura de los prejuicios, así es difícil abrirse a la novedad y dejarse sorprender. “Al final sucede que muchas veces, de la vida, de las experiencias e incluso de las personas buscamos solo confirmación a nuestras ideas y a nuestros esquemas, para nunca tener que hacer el esfuerzo de cambiar”, subrayó, y agregó: "Puede suceder también con Dios, precisamente a nosotros creyentes, a nosotros que pensamos que conocemos a Jesús, que sabemos ya mucho sobre Él y que nos basta con repetir las cosas de siempre".

“Sin apertura a la novedad y a las sorpresas de Dios, sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada que lentamente se apaga”, sostuvo.

Finalmente, Francisco se pregunta: ¿Cuál es el motivo por el que no reconocen y no creen en Jesús? Podemos decir, en pocas palabras, afirmó el Papa, que no aceptan el escándalo de la Encarnación. “Es escandaloso que la inmensidad de Dios se revele en la pequeñez de nuestra carne, que el Hijo de Dios sea el hijo del carpintero, que la divinidad se esconda en la humanidad, que Dios habite en el rostro, en las palabras, en los gestos de un simple hombre”. He aquí el escándalo: la encarnación de Dios, su concreción, su “cotidianidad”. En realidad, es más cómodo un dios abstracto y distante, que no se entromete en las situaciones y que acepta una fe lejana de la vida, de los problemas, de la sociedad. O nos gusta creer en un dios “de efectos especiales”, que hace solo cosas excepcionales y da siempre grandes emociones.

“Dios se ha encarnado: humilde, tierno, escondido, se hace cercano a nosotros habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana. Y entonces, como los paisanos de Jesús, corremos el riesgo de que, cuando pase, no lo reconozcamos, es más, nos escandalizamos de Él”, advirtió.

"Vuelvo a aquella hermosa frase de San Agustín: 'Tengo miedo de Dios, del Señor, cuando pasa. Pero, Agustín, ¿por qué tienes miedo? Tengo miedo de no reconocerlo. Tengo miedo del Señor cuando pasa. Timeo Dominum transeuntem'. No lo reconocemos de hecho, nos escandalizamos de Él, pensamos como nuestro corazón con esta realidad", concluyó.+