Viernes 21 de junio de 2024

Card. Rossi: 'La condición para recibir al Espíritu Santo es la docilidad'

  • 21 de mayo, 2024
  • Córdoba (AICA)
El arzobispo de Córdoba presidió la misa de Pentecostés en la catedral y animó a "dejar que el viento del Espíritu barra nuestros impedimentos, que quite aquello que nos aleja de Dios".
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El arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ, recordó que “el fuego del Espíritu Santo que en Pentecostés recibimos viene a habitar nuestro corazón para poder ser, como dice san Alberto Hurtado, ‘fuegos que encienden otros fuegos’”.

“Nos cuesta entender al Espíritu Santo, primero porque no tiene rostro, y nosotros necesitamos ver, tocar, abrazar; y no tiene mensaje propio, no hay ninguna palabra del Espíritu Santo sino que su misión es recordarnos, hacernos recordar, las palabras de Jesús”, planteó.

El purpurado cordobés señaló luego que “viento y fuego son los dos símbolos a través de los cuales podemos entender el obrar del Espíritu Santo, porque tanto el viento como el fuego son incontrolables, son imprevisibles”.

El viento, porque revuelve, sacude, arranca de raíz: “Lo propio del viento es que no lo podemos administrar, que no lo podemos dosificar”. “El otro símbolo es el fuego, que en este caso no es un fuego decorativo, no es un fuego de la tibieza, suave, de una chimenea privada, sino que es el fuego del amor que viene a incendiar una pasión”, explicó.

Aunque ambas figuras aluden a una manifestación del Espíritu Santo de forma bien llamativa, estridente, el cardenal Rossi indicó que “a veces puede pasar que lo esperamos en lo grande y el Espíritu Santo nos visita en lo pequeño”.

“La condición para recibir al Espíritu justamente es la docilidad”, consideró, y señaló que Pentecostés es una invitación a dejarse llevar por la docilidad como una hoja por el viento: “es dejar que el viento del Espíritu barra nuestros impedimentos, que quite aquello que nos aleja de Dios; es la oportunidad para oír la voz del Señor que nos llama a dejarnos quemar por el fuego de lo alto, nos llama a volver a nacer espiritualmente, nos llama a dejarnos llevar allí donde el Señor quiere”.

Esto, sostuvo, “lo percibimos en los efectos del Espíritu Santo, en lo que hace en nuestro corazón”. Para ilustrar el punto, puso como ejemplos “cuando tenemos deseos de rezar, cuando sentimos la necesidad de perdonar, de pacificar, cuando nos vienen esas ganas de ser más buenos, cuando rompemos el cerco de nuestros egoísmos y salimos a buscar a nuestro prójimo que está sufriendo, al enfermo”.

“También lo percibimos cuando de golpe leemos una frase que quizás la hemos escuchado mil veces, pero este día esa frase nos toca, nos interpela, nos consuela; o cuando sentimos el dolor de nuestros pecados y queremos renacer y cambiar. Todos estos movimientos del alma serían imposibles si no fueran movidos por el Espíritu Santo que trabaja así, como suave brisa en nuestro corazón”, describió.

El arzobispo de Córdoba concluyó animando a “que realmente podamos descubrir el Espíritu Santo en esos pequeños gestos, en las cosas que están al lado nuestro cotidianamente, y que nos dé la gracia de creer”.

“Que en este día podamos sentir que hay una lengua de fuego para cada uno a nosotros, que el Señor nos vuelve a misionar y vuelve a soplar y nos lanza, nos saca de las comodidades, nos saca de los encierros que uno mismo gesta, y nos manda a los demás”.+