Sábado 23 de noviembre de 2024

El Papa exhortó a dar esperanza a la "amada y martirizada Siria"

  • 15 de marzo, 2021
  • Damasco (Siria) (AICA)
A diez años del inicio del conflicto -15 de marzo de 2011- que causó más de 400 mil víctimas, 12 millones de desplazados y el 60% de la población con inseguridad alimentaria.
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El papa Francisco lanzó un nuevo llamamiento a la comunidad internacional en favor de la "amada y martirizada Siria", diez años después del inicio del conflicto, para dar esperanza a la "población exhausta". 

El compromiso de todas las partes implicadas, dijo el pontífice este domingo 14 de marzo tras el rezo del Ángelus, debe ser "constructivo y solidario" para que se silencien las armas, se pueda "recomponer el tejido social y comenzar la reconstrucción y la recuperación económica".

“También espero un decidido y renovado compromiso constructivo y solidario por parte de la comunidad internacional, para que, una vez depuestas las armas, se pueda recomponer el tejido social y activar la reconstrucción y la recuperación económica.”

“Un número incalculable de muertos y heridos, millones de refugiados, miles de desaparecidos, destrucción, violencia de todo tipo y un inmenso sufrimiento para toda la población, especialmente para los más vulnerables, como los niños, las mujeres y las personas ancianas”.

Y finalmente invitó a orar al Señor “para que tanto sufrimiento en la amada y martirizada Siria no caiga en el olvido, y para que nuestra solidaridad reavive la esperanza”.

En los últimos años hubo muchas y variadas iniciativas, primero del papa Benedicto XVI, y luego del papa Francisco, para poner fin a la violencia y lanzar el proceso de paz, y hubo otras tantas iniciativas en materia de ayuda humanitaria. 

Francisco convocó a una jornada de ayuno y oración por la paz en Siria el 7 de septiembre de 2013, pocos meses después de su elección como Papa. 

Card. Zenari: Siria necesita ayuda, no dejemos morir la esperanza
“La guerra en Siria devoró vidas y paz y corre el riesgo de borrar la esperanza”, es el temor que expresó a Vatican News el nuncio apostólico en Damasco, cardenal Mario Zenari, que lleva diez años viviendo en un país desgarrado por la guerra, la violencia y los intereses partidistas. 

“Ya no es la Siria que conocí cuando llegué hace doce años como nuncio apostólico”, señaló el purpurado. “Hoy, precisó, al salir a las calles de Damasco veo largas colas de gente frente a las panaderías, esperando pacientemente su turno para comprar pan a precios subvencionados por el Estado, a menudo el único alimento que pueden permitirse. Escenas nunca antes vistas, ni siquiera durante los años más duros de la guerra”. 

“Y pensar que Siria -expreso el nuncio- forma parte de la llamada Media Luna Fértil, la Alta Mesopotamia, con llanuras hasta donde alcanza la vista, que se extienden a lo largo de unos 500 km entre los ríos Éufrates y Tigris: ¡una alfombra de oro durante el mes de mayo, cuando las cosechas son rubias! Se ven, además, largas colas de coches en las gasolineras, y se tiene dificultad para encontrar gasóil para la calefacción doméstica, aunque en la parte oriental del país, en la frontera con Irak, hay pozos de petróleo que bastarían para un suministro casi completo de combustible para uso doméstico”.

Un dramático balance
“La Siria de hoy -explicó el cardenal Zenari- tiene el rostro de un país en el que, en comparación con hace diez años, faltan varias categorías de personas: los muertos del conflicto ascienden a cerca de medio millón; 5,5 millones de refugiados sirios están en los países vecinos; otros 6 millones vagan de un pueblo a otro como desplazados internos. 

También hay cerca de un millón de migrantes. Decenas de miles de personas están desaparecidas. Faltan los jóvenes, el futuro del país. Más de la mitad de los cristianos se fueron. 

Faltan los padres y a veces incluso las madres de muchos niños. Para muchos de ellos no hay hogar. Además, faltan escuelas, hospitales y personal médico y de enfermería en medio de la emergencia de Covid-19. No hay fábricas ni actividades productivas. 

Pueblos y barrios enteros han desaparecido, arrasados o están despoblados. El famoso patrimonio arqueológico, que atraía a visitantes de todo el mundo, fue dilapidado. 

El tejido social, el mosaico de convivencia ejemplar entre grupos étnicos y religiosos, se vio seriamente dañado. La naturaleza también está sufriendo la contaminación del aire, el agua y el suelo causada por el uso de explosivos y diversos tipos de munición durante diez años. 

El suelo es pisoteado y los cielos surcados por las fuerzas armadas de cinco potencias enfrentadas entre sí, como nos recuerda a menudo el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen. En definitiva, un panorama realmente desolador.

Según los últimos datos de Naciones Unidas, cerca del 90% de la población siria vive actualmente por debajo del umbral de la pobreza. ¡Es la peor cifra del mundo! 

Para el nuncio apostólico en Damasco “el proceso de paz, trazado por el Consejo de Seguridad de la ONU, está estancado” y piensa que “no habrá paz en Siria mientras continúen diatribas y divisiones en el seno del máximo organismo encargado de la seguridad y la paz mundial”.

Niños, mujeres y ancianos los más afectados
Muchos niños murieron bajo los bombardeos o en el fuego cruzado, otros han sido extraídos heridos y mutilados de debajo de los escombros, algunos murieron en la travesía marítima, muchos otros sufrieron traumas psicológicos difíciles de curar, muchos se quedaron sin uno o ambos padres. Otros muchos murieron de desnutrición, frío, deshidratación, como el medio centenar de bebés que murieron en brazos de sus madres mientras huían de Baghouz en el invierno de hace un par de años. 

Un cierto número de ellos, junto con sus madres, siguen esperando en diversos campos de refugiados la repatriación a sus países de origen, en condiciones muy precarias. Tras la sangrienta batalla de Alepo en 2016, aparecieron varios miles de niños vagando por las calles y las ruinas de la ciudad, sin familia, sin nombre ni apellidos. 

Con una de cada tres escuelas fuera de uso, unos dos millones de niños sirios no van a la escuela. Algunos son víctimas de la explotación sexual y otros son reclutados. Las niñas, en particular, están expuestas a los matrimonios precoces. 

“Una verdadera masacre de inocentes”, lamentó el cardenal Zenari.

La reconstrucción del país
Las Naciones Unidas, las distintas ONG que intervienen en el ámbito humanitario y las Iglesias intentan tapar las numerosas urgencias, sobre todo alimentarias y sanitarias. Lamentablemente, la reconstrucción y la puesta en marcha de la economía, para la que se necesitarían varios cientos de miles de millones de dólares, aún no han comenzado, explicó el purpurado durante la entrevista con Vatican News. 

Y añadió: “Además del grave fenómeno de la corrupción y otros factores, las sanciones, en particular, tienen un efecto negativo en todo esto. Para esta labor de reconstrucción y recuperación económica es necesaria una intervención potente y urgente de la comunidad internacional. La paz no llegará a Siria sin la reconstrucción y la puesta en marcha de la economía”. 

El reto de las distintas religiones
El nuncio apostólico señaló que las distintas religiones presentes en Siria, en particular la cristiana y la musulmana, tienen el gran reto de trabajar por la “reconciliación y la reparación del tejido social, dañado por estos largos años de guerra”. 

Además, la Iglesia actúa sobre el terreno con una amplia red de proyectos humanitarios abiertos a todos, sin diferencias étnico-religiosas, gracias a la ayuda de diversas instituciones caritativas de todo el mundo. Podríamos decir que es la obra del "buen samaritano".

El cardenal Zenari concluyó su entrevista condenando “el manto de silencio que amenaza con cubrir la guerra que devastó Siria a lo largo de esta década”.

“Siria, en estos largos años de guerra, perdió la paz, perdió gente, perdió jóvenes, perdió cristianos. Muchas personas perdieron y también están perdiendo la esperanza. Como en la parábola del "Buen Samaritano", espera ser rehabilitado social y económicamente, y que se le reconozca su dignidad”. 

De ahí el agradecimiento a todos los "buenos samaritanos", algunos de los cuales incluso perdieron la vida por mostrar su generosa solidaridad: son instituciones humanitarias internacionales, organizaciones religiosas, particulares. ¡No dejemos morir la esperanza!”, concluyó el purpurado. +