Miércoles 4 de diciembre de 2024

Nueva edición de La Biblia. Libro del pueblo de Dios

  • 16 de febrero, 2016
  • Buenos Aires (AICA)
Impresa en España por Editorial Verbo Divino, fue presentada la nueva edición de "La Biblia. Libro del Pueblo de Dios", que tiene tras de sí un largo recorrido protagonizado por sus autores, los presbíteros Armando J. Levoratti y Alfredo B. Trusso, que comenzó con la primera traducción de los textos originales (hebreo, arameo y griego) realizada en el español de Iberoamérica por latinoamericanos. La traducción fue aprobada por la Conferencia Episcopal Argentina y está siendo usada en los textos litúrgicos de los países del Cono Sur. Además, esta traducción fue elegida por el Vaticano para su página web.
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Impresa en España por Editorial Verbo Divino, fue presentada la nueva edición de "La Biblia. Libro del Pueblo de Dios", que tiene tras de sí un largo recorrido protagonizado por sus autores, los presbíteros Armando J. Levoratti y Alfredo B. Trusso, que comenzó con la primera traducción de los textos originales (hebreo, arameo y griego) realizada en el español de Iberoamérica por latinoamericanos.

Esta traducción de la Biblia, editada por primera vez en 1981 con el título El Libro del Pueblo de Dios, encontró una excelente aceptación.

La traducción fue aprobada por la Conferencia Episcopal Argentina y está siendo usada en los textos litúrgicos de los países del Cono Sur. Además, esta traducción fue elegida por el Vaticano para su página web.

Con Levoratti y Trusso, colaboraron en la traducción del Antiguo Testamento el padre Mateo Perdía CP, Orlando Aprile, Julián Falcato y Estela Picasso, mientras que en la traducción de los Evangelios lo hicieron Rosa Falcato, Lucy Juritz, Luisa Peredo, María C. Teglia y Haydeé Uthurralt.

El principio orientador fue siempre el de "equivalencia dinámica", que consiste en ser fieles al contenido de los textos originales, pero sin dejarse dominar por la literalidad estricta del texto fuente. Se ha producido así un texto de fácil comprensión, de gran belleza literaria, y con fidelidad a los textos originales.

Las introducciones y notas han sido enteramente reelaboradas y actualizadas por monseñor Levoratti durante los últimos diez años. Colaboraron con él, en la parte correspondiente al Antiguo Testamento, Pablo R. Andiñach, Eduardo Arens, Darío Barolín, Iris Barrientos, Mercedes García Bachman, Enrique Ramírez Kidd, Edesio Sánchez y Esteban Voth. La selección de textos paralelos fue realizada por José Pérez Escobar.

Las notas constituyen un verdadero vademecum para la iniciación en la lectio divina, sobre todo para sus dos momentos primeros: la lectio y la meditatio. En efecto, son suficientemente ricas como para suministrar una explicación sucinta del texto que, posteriormente, desde el mismo texto y teniendo en cuenta las notas, puede convertirse en la meditación, en la reflexión, que desembocará en la oración, con las palabras del texto objeto de la lectio o con las palabras de otros textos que se recuerdan en el comentario, o bien con el abundante surtido de paralelos y referencias cruzadas que se encuentran ubicadas debajo de las notas.

Además de las introducciones "Del Antiguo al Nuevo Testamento" que profundizan sobre los vínculos que existen entre las dos Alianzas; las introducciones a los bloques de libros y a cada uno de los libros, que facilitan una mejor comprensión del texto bíblico; y la introducción "La lectio divina o lectura orante de la Biblia" que ayudará al lector y a la comunidad a acercarse al texto bíblico para hacer una lectura eclesial fructuosa, la nueva edición contiene una cronología bíblica que presenta el mensaje de Dios en el contexto de los acontecimientos históricos y lo actualiza para el lector contemporáneo, una guía litúrgica de domingos y fiestas con las lecturas señaladas y mapas de Palestina en los tiempos bíblicos (Antiguo y Nuevo Testamento) a todo color.

Todo el interior de la Biblia, de 2288 páginas y en un tamaño de 148 x 215 mm, está impreso a dos colores en 5 de los modelos y a una tinta en el modelo más económico. Cada encuadernación va acompañada de 42 uñeros (índices) para una rápida búsqueda de los libros.

Entrevista a Mons. Armando Levoratti
En ocasión de la presentación de la nueva edición de La Biblia. El libro del pueblo de Dios, la Editorial Verbo Divino publicó el texto de una entrevista que el padre Luis O. Liberti SVD efectuó a monseñor Levoratti el 8 de agosto de 2014 en la Casa Provincial de la Congregación del Verbo Divino, en la ciudad de Buenos Aires.

-Padre Levoratti, me gustaría preguntarle en primer lugar por los orígenes de La Biblia. El libro del Pueblo de Dios.
-Podemos decir que surgió de la vida de la Iglesia. Porque yo vine de Roma en 1960. En ese momento había sido elegido papa Juan XXIII. Tenía 77 años, era un hombre mayor y todo el mundo pensaba que era un papa de transición. Pero resultó que ese papa de transición convocó nada menos que un Concilio, luego conocido como Concilio Vaticano II.

-El primero de los documentos que emitió el Concilio, con aprobación general, fue la Constitución Sancta Mater Ecclesia, sobre la liturgia. Este documento tenía mucho de revolucionario, ya que permitía celebrar la misa de cara al pueblo y no en latín, sino en lengua vernácula. Eso hizo necesaria la traducción de los misales y yo trabajé en el equipo encargado de la traducción de los textos bíblicos del Misal Romano que se publicaron en los que todavía no eran leccionarios, sino transcripciones del Misal Romano.

-¿Se refiere para la Liturgia de la Palabra en la misa?
-Para la Liturgia de la Palabra, sí, porque hasta ese entonces se leía el Evangelio en latín y después el sacerdote se daba vuelta y lo leía en castellano. Cuando estuvieron traducidos los textos del misal, vimos la necesidad de traducir todo el Nuevo Testamento porque, evidentemente, el Nuevo Testamento se iba a utilizar pronto en los nuevos textos litúrgicos. Así trabajamos hasta 1968 en la traducción del Nuevo Testamento. En esa época había más participación de los laicos, porque si bien la tarea era grande y pesada, sin embargo no se necesitaba muchísimo tiempo ni muchísima dedicación, de manera que yo preparaba los textos durante la semana y, después, durante el domingo, nos reuníamos con el P. Alfredo Trusso y un grupo de personas para revisar el texto y darle la forma más o menos definitiva.

-¿Recuerda quiénes eran esas personas?

Estaba el padre Mateo Perdía, pasionista, también el padre José Ignacio Vicentini, jesuita y el entonces presbítero Francisco Mascialino. Una vez terminado el Nuevo Testamento, dijimos: "Tirémonos al agua y traduzcamos el Antiguo". Pero el padre Trusso puso una serie de reticencias: "¿Cómo vamos a hacer?, ¿cómo vamos a disponer de tiempo?". Entonces yo le dije: "Mire: yo voy a hacer el trabajo durante la semana y vengo un lunes y lo leemos; vemos cómo anda la cosa y si la cosa se mantiene más o menos aceptable, seguimos adelante".

-¿Con qué textos trabajaba? ¿Tenía copia de los textos originales? ¿Cómo trabajaba la traducción?
-Para el Antiguo Testamento, el Texto Masorético. En aquella época se usaba mucho la Biblia de Kittel. Después se pasó a la Stuttgartensia, que es una versión nueva, y ahora están preparando otra pero habrá que verla en su momento.

¿Cómo hizo la traducción, solo o con otras personas?, ¿cómo era su manera de trabajar?
-Yo trabajaba solo, sí. Me tomaba seis horas diarias? de comunión con la Palabra de Dios.

¿En esa época lo iba haciendo a mano, a máquina de escribir?
-A máquina de escribir.

-¿Y después venía el lunes a Buenos Aires y se reunía con el equipo indicado?
-Con el equipo no, el equipo quedó reducido al padre Trusso.

-¿Cómo trabajaban entonces ustedes dos?
-Íbamos leyendo y corrigiendo, revisando, mejorando.

-En cuanto a la traducción literaria.
-A la traducción literaria, porque el padre Trusso tenía un gran sentido del lenguaje y un sentido pastoral muy firme. Él me ayudó muchísimo en la revisión de los textos, pero como él no sabía ni hebreo ni griego, el que tenía que resolver las cuestiones críticas era yo. Entonces ¿qué hacía yo? Tomaba el texto hebreo del Génesis, digamos, y un buen comentario al Génesis. Por ejemplo, ahora están el comentario de Westerman, y el de Gerard von Rad, y yo tomaba como guías esos textos, esas traducciones que realmente tenían peso y valor científico. Después vino el Éxodo que resultó un poco más fácil, y luego el Levítico, que tiene, en el capítulo undécimo, la lista de los animales puros e impuros. Entonces ¿cómo descubrir qué animales eran? Algunos de los animales impuros eran para mí totalmente desconocidos, por ejemplo el "revientahuesos", un animal que no se podía comer. Así que tenía que estudiar en los diccionarios bíblicos y extrabíblicos la característica del animal para poder dar con la tecla.

-¿Cuántos años le demandó la traducción del Antiguo Testamento?
-Me llevó unos dieciocho años más o menos. Sí, cuando yo traducía media página por día me podía declarar contento, pero tuve la ventaja de no mirar nunca lo que faltaba, sino lo que hacía cada día.

-¿Y el Nuevo Testamento cuánto le demandó?

-El Nuevo Testamento fue relativamente más fácil. Pero el Antiguo Testamento era otra cosa, y después de haber traducido el Hexateuco estaba muy cansado, terriblemente cansado, entonces dije: "¿Qué hacemos para seguir trabajando con esto?". Y decidí pasar a los Salmos. Los Salmos eran más tolerables, más amenos. Así sacamos aparte el libro de los Salmos, que tuvo bastante difusión.

-Volviendo entonces a la Biblia, ¿de dónde surge su nombre?
-En Francia había una edición de la Biblia que se llamaba "El libro del Pueblo de Dios"; me pareció muy buena la idea y le pusimos ese mismo nombre.

-¿Recibió opiniones o críticas de otros colegas sobre la traducción que efectuó?

-El Instituto Bíblico de Roma la recibió con mucho entusiasmo, porque decían: "En la Argentina se hizo una Biblia más legible que la Biblia de Jerusalén (en su traducción española)". Y por eso me nombraron miembro de la Pontificia Comisión Bíblica (PCB).

-¿Qué lo motivó a usted a estudiar la Biblia?
-A mí me gustaban las lenguas orientales antiguas. Por eso, en el Bíblico estudié lenguas orientales. Antes de estudiar hebreo, estudié acádico, sumerio y ugarítico; tenía buenos profesores y me iba muy bien, pero también abrigaba la idea vaga de hacer una traducción de la Biblia, aunque no tenía en cuenta el esfuerzo que significaba ponerse a traducir la Biblia. Después fui al Instituto Oriental de la Universidad de Chicago; eso me sirvió muchísimo, porque ahí se aprende, y ahí se sabe. De ahí volví bien equipado para estudiar cuneiforme. Pero, por el hecho de encontrarme en pleno Concilio Vaticano II y con todos los impulsos que se daba a la difusión del movimiento bíblico, empecé a dar cursos de Escritura y después me dediqué a traducir la Biblia.

-Para terminar,¿qué diría usted de la Palabra de Dios, ya que es un hombre que nos ayuda a leer y comprender la Palabra de Dios?
-Mirá, después de más de cien años de investigación bíblica seria, profunda, estamos en una especie de "caos hermenéutico". No hay coincidencia sobre los puntos históricos fundamentales, aunque la Pontificia Comisión Bíblica acaba de sacar varios documentos sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia, la inspiración y la verdad de la Escritura. Yo, por mi parte, creo que la salida tiene que estar por la lectura popular de la Biblia, hay que volver a eso. Por eso yo suprimí los comentarios que en la edición anterior del Libro del Pueblo de Dios se intercalan entre los textos de la Biblia. Los bajé todos al pie de página, para que la gente lea la Biblia con sencillez, bajo la luz del Espíritu Santo y saque lo que encuentre en ella. Por ese mismo motivo no quise hacer una introducción a la Sagrada Escritura, para no decir lo que ya está dicho infinitas veces en infinitos libros. Y también por eso puse como prólogo una guía para la lectura orante de la Escritura, la Lectio Divina. No digo que hay que eliminar pura y simplemente la información de tipo científico. Me parece que es importante tenerla en cuenta, pero lo que hoy hace falta es que el pueblo lea la Biblia, que la asimile como pueda, que la reflexione y que saque las consecuencias.+

Un acontecimiento cultural y religioso de primera magnitud
Estamos ante un acontecimiento cultural y religioso de primera magnitud, que marca una etapa en el estudio y comprensión de la Biblia en lengua castellana. Había y hay otras buenas traducciones que seguirán ocupando un lugar y realizando una función, pero ésta abre una etapa nueva y será libro de referencia en los próximos decenios, dentro y fuera de la Iglesia Católica.

Es una traducción probada, desde que salió por primera vez en 1981, dirigida por A. J. Levoratti y Alfredo B. Trusso, en la Argentina, siendo utilizada sobre todo en el Cono Sur de América Latina. Desde entonces ha sido corregida, retocada y mejorada por A. J. Levoratti, máximo investigador bíblico, con su equipo, hasta recibir la forma actual y ser publicada por Verbo Divino, desde Estella, España, para los países y comunidades de lengua castellana.

Es una edición muy bella, por su cubierta y contenido, por los tipos de letra, introducciones y notas, con los apéndices finales y mapas, un prodigio de composición, a dos columnas, en tamaño manejable, a pesar de sus muchas páginas. Hay ejemplares encuadernados en cuero y cartoné, o con cremallera, para viajes. Es el resultado de decenios de trabajo, realizado sobre todo en la Argentina, lugar privilegiado, por su cruce cultural y su riqueza literaria, para el estudio de la Biblia. Por su parte, Editorial Verbo Divino de España ha preparado esta edición que, sin sustituir a otras buenas ya existentes, será por decenios una obra de referencia obligada.

1. Es una Biblia literaria, pues la Escritura es ante todo un Escrito (colección de libros) que recogen, según la fe cristiana, la Palabra que el mismo Dios ha compartido con los hombres a lo largo de más de un milenio, con sus dos partes: Antiguo Testamento judío y Nuevo Testamento cristiano. Es una traducción bien hecha, según el principio de la equivalencia dinámica, insistiendo en la fidelidad al original (hebreo, arameo, griego), y en la precisión y belleza en castellano. Ofrece un texto comprensible, en un rico castellano, bien comprensible a uno y otro lado del Atlántico, de Tierra del Fuego a los Estados castellano-parlantes de los Estados Unidos.

2. Es una Biblia histórica, por la cronología final (págs. 2239-2252) y por las notas, que sitúan la trama de relatos y acontecimientos en el contexto israelita y del Oriente (con introducciones a bloques temáticos y libros), y por la misma traducción del texto, siempre fiel a lo narrado. La Biblia es, en conjunto, la más extensa y rica, la más honda y fiable colección de textos para el conocimiento de la historia de Occidente, desde el siglo XII-X a.C. al I-II d.C., no sólo en el Cercano Oriente (de Persia a Palestina), sino en Egipto, Grecia y Roma. Evidentemente, los datos han de situarse y compulsarse desde la perspectiva judeo-cristiana, y así es lo que hace con todo rigor esta Biblia.

3. Es una Biblia litúrgica y pastoral, aprobada y empleada para la celebración (eucaristía, sacramentos) por las Conferencias Episcopales del Cono Sur de América Latina, y estoy convencido de que se extenderá su empleo en esa línea, a pesar de que la Conferencia Episcopal Española haya publicado su propia Sagrada Biblia (BAC, Madrid 2010), con una aceptación más discutida. Esta Biblia del Pueblo de Dios ofrece no sólo la ventaja de la belleza y dignidad de su lenguaje, sino de su fidelidad crítica y eclesial. Es la Biblia del papa Francisco, como él mismo ha dicho, y está siendo utilizada por el Vaticano en su página web en lengua castellana. Puede emplearse con ventaja por su claridad, su aparato crítico, su lenguaje, elevado y comprensible, con la ayuda de su apéndice: Guía litúrgica de domingos y fiestas (págs. 2231-2238).

Es una Biblia católica y ecuménica, es decir, cristiana en sentido profundo. No quiere competir con las buenas traducciones evangélicas (hechas a partir de la de Reina-Valera, en el siglo XVI), pero en ella han colaborado destacados protestantes (como P. R. Andinach, E. Sánchez y E. Ramírez), y está siendo utilizada por cristianos de todas las iglesias, fundados en la base común de la Palabra de Dios. Ofrece el canon extenso de la Biblia Griega (de los LXX), aceptado en principio por todos los cristianos, aunque los protestantes dejan en un segundo planos los "deuterocanónicos" (1-2 Mac, Jud, Tob, Eclo, Sab, Bar, con adiciones de Dan, Est etc.). No quiere ser una Biblia de exclusión, sino de inclusión y diálogo, desde una perspectiva católica.

Es una biblia espiritual, pero también comprometida, en el sentido fuerte del término, tanto en perspectiva católica (lectio divina de los monjes medievales y meditatio de los creyente modernos, en la línea de Ignacio de Loyola) como protestantes (asumiendo el valor de la lectura privada que puso de relieve M. Lutero a partir del año 1517, hace ahora cinco siglos). No es una Escritura de la "teología de la liberación" en línea particularista, pero es una Biblia de liberación personal y social, en el sentido fuerte del término, no sólo por venir de América Latina, sino por el estilo de introducciones y notas y por el mismo perfil de las traducciones, teniendo siempre en cuenta el sentido social transformador de la Palabra de Dios. Así lo ha puesto de relieve la introducción general sobre la lectio divina o lectura orante de la Biblia (págs. XVI-XXIV).

Se trata, en fin, de una Biblia escolar para el estudio en universidades, facultades de teología y grupos parroquiales y comunitarios, con centros bíblicos de diverso tipo, como pone de relieve no sólo el texto preliminar Del Antiguo al Nuevo Testamento (págs. XXV-XXX), sino el conjunto de las introducciones y notas, unas más centradas, otras más circunstanciales, que sitúan los textos y temas en su contexto histórico-literario, en el universo teórico (teológico) y práctico (de cambio personal, eclesial y social) de los lectores y estudiosos. No es para tomarla y leerla en un día, sino para tomarla y llevarla, como obra de orientación, estímulo y compañía. Nadie podrá decir ya "no leo la Biblia porque es una obra lejana o no la entiendo", pues aquí tiene una edición cercana y comprensible.

Ésta es, pues, una Biblia de la comunidad creyente (y de los estudiosos), pero es, al mismo tiempo, una obra personal de cabecera, para ir anotando en sus márgenes los acontecimientos y experiencias de la propia vida, de manera que ella no puede prestarse a otro, pues sería como prestarle la historia de la propia vida. Mejor es regalar un ejemplar nuevo que prestar el propio, pues este tipo de libros no se prestan.+ (Xabier Pikaza)

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