Jueves 31 de julio de 2025

Mons. Ojea: 'La oración debe ser humilde, confiada y perseverante'

  • 30 de julio, 2025
  • San Isidro (Buenos Aires) (AICA)
El obispo emérito de San Isidro profundizó sobre el Evangelio de San Lucas y el Padre Nuestro, invitando a vivir la oración como un espacio de confianza, lucha interior y cercanía con Dios.
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En su reflexión para el décimo séptimo domingo del tiempo durante el año -que este fin de semana coincide con la celebración de la V Jornada Mundial de los Abuelos y los Adultos Mayores- monseñor Oscar Ojea profundizó sobre el valor de la oración, tomando como eje el evangelio de San Lucas y el rezo del Padre Nuestro.

"El evangelio de San Lucas refleja claramente los encuentros de Jesús con su Padre. Muchas veces Jesús se iba a la montaña a orar, pero al mismo tiempo toda la vida de Jesús es revelarnos al Padre, mostrarnos que Dios es nuestro Padre, con qué pasión hablaría Él de su Padre y cómo rezaría Jesús al Padre", expresó el obispo emérito de San Isidro.

Monseñor Ojea destacó la palabra "Abba" como expresión íntima de la relación de Jesús con Dios: "San Pablo respeta una palabra aramea que es la palabra abba en boca de Jesús, que es papito, es papá, es Padre, pero padre en la intimidad". Y agregó: "Y allí los apóstoles cuando lo ven rezar con esa pasión, le piden, 'Señor, enséñanos a orar.' Como Juan enseñó a sus discípulos".

Sobre el Padre Nuestro, dijo: "Primero decimos, 'Padre', esto supone que nos ubicamos delante de Él llenos de confianza, como niños, como niños que quieren estar en brazos de su padre porque allí se sienten seguros".

Luego explicó el sentido de cada una de las peticiones de esta oración: "Lo primero es desear que su nombre sea santificado, que Dios sea Dios a través nuestro, a través del cumplimiento de su voluntad, que sea santificado y que Él reine, que Él ejerza su dominio. Es como pedirle a Dios que se manifieste, que se manifieste a través nuestro".

"Y luego vienen tres peticiones que son indispensables para nuestra vida: el pan, el perdón y que nos libre del mal, que no nos deje caer en la tentación. Estas súplicas del pan, del perdón y del vencimiento del mal y la lucha contra el mal suponen una actitud no solo confiada, sino humilde, de conocimiento que somos débiles, que necesitamos el pan de cada día, que no somos autosuficientes, que dependemos de la naturaleza, no somos sus dueños absolutos, dependemos de ella para vivir; entonces, le pedimos al Señor el pan de cada día que viene con el sudor de la frente y muchas veces con el sudor del corazón, como lo vemos en estos tiempos".

Sobre el perdón, remarcó: "Perdona nuestras ofensas, la conciencia de que somos pecadores, esto tiene que estar presente en la oración y la necesidad de ser perdonados".

También subrayó la dimensión espiritual del combate contra el mal: "Finalmente, la lucha contra el espíritu del mal. Toda nuestra vida es una lucha para no dejar que los intereses del mal entren en nuestra vida, que podamos hacer espacio para el bien, que podamos darle lugar al buen espíritu. Cuando rezamos el Padre Nuestro, nos damos cuenta de que en la lucha contra el mal no estamos solos, luchamos con Él. Estamos trabajando para Él y trabajando con Él".

En cuanto a la actitud con la que se debe orar, indicó: "El Señor dice que además de humilde y confiada, la oración debe ser perseverante. Perseverante, insistente como fue la de Abraham; por eso nos invita a buscar, a llamar, a golpear la puerta con insistencia, porque Él no nos dejará de dar al Espíritu Santo. Espíritu Santo, que es el amor de Dios, nunca nos dejará de dar esa conciencia de necesidad que tenemos cuando salimos de la oración. Oración humilde, confiada y perseverante".

Finalmente, en el marco de la festividad de San Joaquín y Santa Ana, patronos de los abuelos, monseñor Ojea dedicó una intención especial por los mayores: "Hoy en la súplica de este Padre Nuestro, pedimos especialmente por las personas mayores. Al llegar el día de San Joaquín y Santa Ana, el día de los adultos mayores, vamos a rezar especialmente por ellos. San Juan Pablo II decía que como el sol del atardecer es el sol más hermoso, el atardecer de la vida también es hermoso como todo atardecer porque guarda dentro una gran sabiduría para poder aportar al mundo en que vivimos. Qué necesidad tenemos de personas mayores sabias que nos enseñen tantas cosas que estamos necesitando hoy".+