Sábado 4 de mayo de 2024

Mons. Mestre: 'Asumir la cruz o las cruces que hoy son parte de la vida'

  • 6 de julio, 2023
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de Mar del Plata afirmó que "tenemos que aprender a tomar la cruz, asumiendo cada día los pequeños o grandes sufrimientos que tenemos que padecer".
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El obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Mestre, compartió los tres puntitos para reflexionar a la luz de las lecturas del domingo 13º del tiempo de la Iglesia, basándose en 3 palabras: Conflicto, Cruz, Seguimiento.

Conflicto de amores
El prelado señaló que el título de este primer punto “parece tomado de una telenovela o una serie de plataforma: Conflicto de amores”. Pero en realidad, dijo, “expresa lo que la primera parte del Evangelio de hoy pone a nuestra consideración: ¿amor a Dios o a los demás seres humanos?.

“La contraposición que Jesús establece a primera vista pareciera que es excluyente. Sin embargo, el sentido de la misma va en otra dirección. La Palabra del Señor busca sacudir nuestra vida, hacernos pensar y actuar reordenando nuestra escala de valores: ¿Qué o quién está primero en nuestra existencia?. ¿esto nos genera algún conflicto? La respuesta es clara: Dios y solo Dios”, continuó.

Además, recordó que el Señor “reclama el primer puesto sí o sí para poder ser un verdadero discípulo de Él. Lo interesante y positivo es descubrir que, amando a Dios por sobre todas las cosas, no dejamos de amar a los demás seres humanos”. “El amor a Dios no se contrapone de forma excluyente con el amor 'al padre, a la madre, al hijo, a la hija' o a cualquier otro afecto legítimo que podamos tener. Todo lo contrario, el amor a Dios potencia, perfecciona, purifica y engrandece el amor de familia, de pareja y de amistad”, manifestó.

Tomar la Cruz
Respecto a este segundo punto, el obispo de Mar del Plata dijo que la Palabra “pone en nuestra mente y corazón el misterio de la cruz de Cristo. Cruz de Cristo que se hace dramáticamente presente en nuestra vida: ‘El que no toma su cruz… no es digno de mí”. 

“Tomar la cruz implica asumir los pequeños o grandes contratiempos de la existencia, las dificultades y los sufrimientos que inexorablemente nos depara la vida. Hay cruces más intensas y puntuales; otras más difusas y crónicas; las hay más visibles y otras menos perceptibles; algunas llevan el peso de nuestra propia responsabilidad y otras irrumpen en nosotros sin tener nada que ver; algunas tocan nuestro cuerpo, otras nuestro espíritu y otras toda nuestra personalidad”, agregó. 

Y subrayó: “Tomar la cruz es asumir la cruz o las cruces que hoy son parte de la vida. En el Evangelio, Jesús nunca explica teóricamente ni la cruz ni el sentido del sufrimiento. Lo que hace es mirarlos de frente y asumirlos. No los busca, pero tampoco se escapa de ellos. No es masoquista ni busca tapar el dolor. Sus discípulos, con la gracia del Maestro en nuestros corazones, tenemos que aprender a tomar la cruz asumiendo cada día los pequeños o grandes sufrimientos que tenemos que padecer”.

El seguimiento de Cristo
Como último punto de su reflexión, el prelado aseveró que “tomar la cruz lleva un complemento inseparable que es el seguimiento de Cristo. Existe un riesgo muy grande en la vivencia de la fe cristiana: vivir la cruz sin seguimiento del Señor. En Cristo, por Él y en Él se entiende y acepta teologalmente la experiencia de la cruz. La cruz conlleva siempre el plus de la presencia del Señor en su seguimiento. La cruz sin Cristo es desesperante, es imposible de llevar. La cruz debe ir acompañada de la presencia del Señor, que le da sentido”. 

“¿Qué hizo Jesús con la cruz? Por amor la transformó de ser un instrumento de tortura en herramienta de redención, de salvación, de rescate para la humanidad. Se podría decir que Jesús hizo de su sufrimiento por amor en la cruz algo útil para la humanidad: la salvó. Somos por lo tanto invitados a asociarnos a la única cruz redentora, que es la de Cristo, el Hijo de Dios”, prosiguió.

Finalmente, pidió que “en nuestro seguimiento de Cristo podamos unir nuestras pequeñas o grandes cruces a su cruz salvadora, y así colaborar místicamente en el rescate de los hermanos. Nuestro sufrimiento cotidiano tiene sentido y puede ser ofrecido si lo vivimos unidos a Cristo, en su seguimiento”.+