Viernes 19 de abril de 2024

Mons. Mestre: "Ser ricos a los ojos de nuestro Dios, buscando los bienes del cielo"

  • 4 de agosto, 2022
  • Mar del Plata (Buenos Aires) (AICA)
El obispo de Mar del Plata llamó a purificar el deseo desordenado de acumular riqueza y transformarlo en el deseo ordenado de invertir, "pero no en las cosas de este mundo sino para la vida eterna".
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En el domingo 18° durante el año y a la luz del Evangelio, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, compartió su tradicional reflexión en tres puntitos, los que sintetizó en tres palabras: vanidad, avaricia, invertir.

¿Todo es Vanidad?
En la primera lectura, el prelado se refirió al libro del Eclesiastés, cuyo autor parece decepcionado del mundo y de la historia y percibe todo esfuerzo humano como algo vano, vacío y sin sentido, el obispo resaltó que eso en parte es así y en parte no. “Es así cuando no hay un proyecto de vida sostenido por Dios. No es así cuando Dios es parte esencial del proyecto de vida que nos permite orientar la existencia según sus propios designios y su santa voluntad”, explicó.  

Dijo que la palabra vanidad “no hay que entenderla en un sentido solamente moral como sinónimo de engreimiento, pedantería y presunción. Vanidad existencialmente hablando hace referencia a todo lo que puede ser vano, sin sentido, superficial, insustancial”.

En esa línea, invitó a pensar sobre “qué implica para mí hoy la palabra vanidad”; “qué cosas de la vida realmente me parecen vanas, huecas y vacías” y si antepongo a “Dios y su Palabra como elemento esencial de mi proyecto de vida”.

La avaricia: una forma de idolatría
Como segundo punto, monseñor Mestre se refirió a la avaricia y señaló que el apóstol Pablo la define en su carta a los Colonenses como una ´forma de idolatría’, “poner en el lugar de Dios lo que no es Dios, es decir las riquezas”. La avaricia, continuó, “se da en lo macropolítico y social, por ejemplo, con el capitalismo salvaje tantas veces denunciado por los últimos Papas. Pero se da también en el corazón de una persona, incluso con pocos bienes o riquezas”. 

En referencia a ello, subrayó que “la clave está en que lo que poseemos no nos ate el corazón y nos impida ver las necesidades de los hermanos”. “La avaricia es muy grave… Es una verdadera forma de idolatría”, agregó.

Luego, instó a reflexionar “si existe avaricia en mi corazón” o “qué cosas hoy pueden estar ‘atando’ mi corazón”; “¿Busco compartir lo poco o lo mucho que tengo a nivel humano, religioso, en bienes materiales?”.

Invertir y ser rico a los ojos de Dios
Como último punto de su análisis, monseñor Mestre aconsejó que ante la vanidad de la vida y la tentación de la avaricia, el mejor camino es la frase final del Evangelio de Lucas: “ser rico a los ojos de Dios”. “Esto implica purificar el deseo desordenado de acumular riqueza y transformarlo en el deseo ordenado de invertir, pero no en primer lugar para las cosas de este mundo sino para la vida eterna”. 

Ser “rico ante los ojos de Dios” es “invertir en oración, en buenas actitudes, en las obras de misericordia. Eso agrada al Señor”. “No queremos ser idólatras dejándonos llevar por la sociedad de consumo y elegimos ser ricos a los ojos de nuestro Dios, buscando los bienes del cielo y haciendo morir todo lo que es mundano y terrenal en nuestra vida”.+