Jueves 21 de noviembre de 2024

Mons. García Cuerva en la Misa Crismal animó al clero a una alegría fervorosa, popular e inquieta

  • 28 de marzo, 2024
  • Buenos Aires (AICA)
El arzobispo porteño invitó a poner los ojos fijos en "Jesús pobre" y a hacer memoria de Carlos Mugica. También agradeció a los sacerdotes su entrega generosa y entusiasmo misionero.
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El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, presidió en la catedral metropolitana la misa crismal, en la que se consagra el Santo Crisma, se bendicen los óleos de los catecúmenos y de la unción de los enfermos, y se renuevan las promesas sacerdotales.

La Eucaristía fue concelebrada por el arzobispo emérito de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, los obispos auxiliares de Buenos Aires, 4 obispos eméritos y los sacerdotes del clero porteño. También estuvo presente el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk.

Al comenzar la homilía, el prelado les preguntó a los sacerdotes “dónde tienen puesta su mirada” y recordó la importancia de fijarlos en Jesús Eucaristía, en Jesús pobre, en nuestros hermanos sacerdotes y en nuestra Iglesia arquidiocesana.

“Ante la cultura de la indiferencia, no queremos dar vuelta la cara frente a los rostros concretos de Cristo en los que sufren. Que nuestros ojos estén empapados por las lágrimas de sentir en nuestros corazones el dolor y la tristeza de tantos hermanos golpeados por la injusticia, por la enfermedad, por la muerte”, pidió.

“Estar cerca de la gente, encontrarnos con todos desde nuestra propia fragilidad, no como maestros de la ley que juzgan y atan pesadas cargas, sino, como dice Francisco, como sacerdotes abrasados por el deseo de llevar el Evangelio a las calles del mundo, a los barrios, a los hogares, especialmente a los lugares más pobres y olvidados”, propuso.

El arzobispo porteño puso como ejemplo a Carlos Mugica, a quien definió como “un hermano sacerdote, con sus luces y sombras, (como nosotros), que entregó su vida por Jesús y el Evangelio, en una Argentina convulsionada y violenta”.

“La mirada anacrónica cargada de ideologismos nos empañó los ojos y no pudimos acercarnos a él sino desde la grieta. Y así fue que nos lo secuestraron los apasionamientos políticos partidarios. Carlos era un sacerdote de Cristo, Carlos era un cura de nuestro clero, Carlos era un apasionado por la Buena Noticia de Jesús que recibió la ordenación sacerdotal en esta catedral en diciembre de 1959 de manos de monseñor Antonio Caggiano, y que se entregó por los más pobres”, destacó. 

En una ocasión el padre Mugica decía que cuando cosificamos al otro, hay pecado; que cuando utilizamos al otro, hay pecado; que cuando respetamos a la persona del otro, hay amor. No dejemos que la figura de nuestro hermano sacerdote Carlos Mugica sea usada o cosificada; en este año damos gracias al Señor por su testimonio, y como Iglesia de Buenos Aires hacemos memoria agradecida por su vida”, enfatizó.

“Ungidos por la mirada de Jesús, que nuestra mirada sea reflejo de la misericordia de Jesús, que sigue eligiendo a los pecadores y a los descartables de nuestra sociedad. Que nuestras pupilas se ensanchen en la noche, para descubrir a quienes viven en la oscuridad del pecado, en las tinieblas de la tristeza y la desesperanza. Que nuestra vista sea límpida, transparente, sin prejuicios; que vea a la distancia, y así, sepa de los alejados y de los que no están”, puntualizó.

Monseñor García Cuerva exhortó a los sacerdotes a tener una mirada “despierta, vivaz, profundamente alegre, que exprese que llevamos un tesoro que nos desborda y que es para compartir la Buena Noticia”.

También animó, por la unión, a una alegría que “brota desde dentro, una alegría sostenida en el triunfo de la Vida sobre la muerte”.

“Una alegría fervorosa, que se irradia como el mejor antídoto contra el desaliento, la mala onda, la protesta constante que nos hace quejosos apesadumbrados”, indicó y precisó: “Una alegría popular, que se comparte; que se gesta en el encuentro con el Pueblo de Dios, que se nutre en los diálogos, en las eucaristías comunitarias, en las diversas celebraciones, en el compartir con las familias, con los vecinos”.

“Una alegría inquieta y buscadora; que no se acomoda en un rincón del alma hasta dormirse, sino que sale a buscar a los tristes, a los pobres, a los cautivos de la soledad y la depresión; a los presos del orgullo, de la soberbia, y del egoísmo; a los oprimidos por la injusticia, por la falta de trabajo, por la esclavitud de la droga, de la trata y la violencia; a los ciegos por el odio y el resentimiento”, completó.

Por último, monseñor García Cuerva agradeció a los sacerdotes por “su entrega generosa y su entusiasmo misionero” y dijo gracias puntualmente a “los sacerdotes mayores por su testimonio de fidelidad, y sabiduría evangélica”.

“Gracias por estar cerca de la gente, por acompañar a los que sufren, a los enfermos, a los adolescentes y jóvenes, a los más afectados por la crisis económica, a los que están sobreviviendo en la calle, a los presos, a los depresivos, a los migrantes, a los que viven una profunda angustia de soledad”, añadió.

“Gracias a los que diariamente, frente al Santísimo y en la misa ofrecen su vida y las de sus comunidades a Dios, con interrogantes, miedos, fracasos y esperanzas. Y en lo más personal, gracias, sinceramente y de corazón, por su cercanía y acompañamiento, por aceptarme, por enseñarme a caminar como obispo en la compleja realidad de la ciudad, gracias por su sinceridad y por su cariño”. 

Tras asegurar que experimenta con los sacerdotes “la alegría de ser hermanos”, pidió que “el Señor sea fuente de nuestra alegría de discípulos ungidos por su mirada; que nos reanime en el entusiasmo de seguirlo, y que su Madre acaricie nuestro corazón sacerdotal, intercediendo por nuestras intenciones y las de nuestras comunidades”.+

» Texto completo de la homilía