Jueves 21 de noviembre de 2024

Mons. Domínguez invitó a "dar lo mejor de nosotros para el crecimiento del Reino"

  • 27 de marzo, 2024
  • San Rafael (Mendoza) (AICA)
El obispo de San Rafael presidió la Misa Crismal junto con todos los miembros del clero, quienes renovaron sus promesas sacerdotales. "Ser sacerdote implica sufrimiento", recordó el prelado.
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El obispo de San Rafael, monseñor Carlos Domínguez OAR, presidió el martes 26 de marzo la Misa Crismal en la catedral diocesana, la cual fue concelebrada por todos los sacerdotes del clero local, quien renovaron sus promesas. Participaron de la Eucaristía miembros de las diversas comunidades parroquiales y movimientos.

En la homilía, el prelado recordó que, en cada la Misa Crismal, “regresamos al eterno presente de esta escena, en la que Lucas resume simbólicamente todo el ministerio de nuestro Señor. Como en torno a una fuente, nos reunimos para escuchar al Señor que nos dice: ‘Esta escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy (Lc 4, 21). El Señor hace suyo el texto de Isaías para iluminarnos acerca de su persona y su misión’. Tiene la humildad de no utilizar palabras propias; simplemente asume lo que profetiza este hermosísimo texto, que es continuación del libro de la Consolación”. 

“Nosotros, como sacerdotes, participamos de la misma misión que el Padre encomendó a su Hijo y por eso, en cada Misa Crismal, venimos a renovar la misión; a reavivar en nuestros corazones la gracia del Espíritu de Santidad que nuestra Madre la Iglesia nos comunicó por la imposición de las manos. Es el mismo Espíritu que se posaba sobre Jesús, el Sumo Sacerdote e Hijo amado, y que hoy se posa sobre todos nosotros sacerdotes; nos renueva su unción y nos envía, y misiona en medio del pueblo fiel de Dios”, continuó.

“Les confieso -dijo- que cuando me pongo delante de este texto evangélico no puedo dejar de sorprenderme y preguntarme: ¿por qué san Lucas ha querido comenzar así su Evangelio? Lucas presenta la actividad pública de Jesús con un fracaso. Esta es la primera imagen que se nos presenta de Jesús, el Ungido y el Enviado: derrotado, expulsado, no escuchado”. 

Y agregó: “En realidad, es una escena misteriosa. Emerge, por una parte, Jesús amenazado y la frustración de la gente porque no responde a sus expectativas. Por otro, se pone de manifiesto la extrema libertad de Jesús para continuar su misión y seguir evangelizando”.

Mons. Domínguez recordó a los sacerdotes que “nosotros, que compartimos la unción y la misión de Jesús, si queremos vivir nuestro sacerdocio como lo vivió Él, debemos aprender de esta escena: por más que suene duro y poco atractivo, debemos ser conscientes de que nuestro ministerio, como el de Jesús, conlleva fracaso, crisis, sufrimiento, incomprensión y cruz”.

Los desafíos y complejidades del sacerdocio
“Los sacerdotes –decía el Papa Benedicto XVI- tanto los jóvenes como los mayores, debemos aprender la necesidad de la crisis”. Está claro que ejercemos nuestro ministerio sacerdotal en tiempos que son difíciles, pero Dios puede transformarlos en tiempo de gracia: secularización e indiferencia; tensiones y miserias dentro de la Iglesia; disminución de vocaciones; avasallamiento de los medios de comunicación, con una oferta de facilismo que va de lo sublime a lo denigrante; debilitamiento de la cultura cristiana”, señaló el obispo de San Rafael. 

Además, aseguró también que surgen desafíos y complejidades en lo pastoral, como la dificultad de “tender puentes entre la ley y la misericordia; entre la teoría y la práctica; entre la exigencia y la comprensión. Los planteos son cada vez más complicados: problemas que antes los resolvían los teólogos, ahora cada sacerdote se los encuentra casi cotidianamente”. 

“A todo esto debemos sumarle los obstáculos personales que nos hacen experimentar hondamente nuestra fragilidad y que nos llevan al desánimo y a vivir una sensación de impotencia y de inutilidad que se manifiestan en agobio, desazón y desconsuelo. Ante todo esto, corremos el peligro de adquirir un tono derrotista, de rendición, y vivir nuestro ministerio desde una trinchera que nos proteja”, enfatizó.

El prelado recordó que “ser sacerdote implica sufrimiento, porque el trabajo sacerdotal conoce fracasos. Quien es obrero del Reino más de una vez experimenta el fracaso. Y así como para la gente el límite de la sensibilidad al sufrimiento es bajo, también lo es para nosotros, los sacerdotes. El sufrimiento y el fracaso, muchas veces, se nos vuelve un misterio incomprensible”.

Finalmente, destacó: “Dios quiere que seamos fecundos, no exitosos. Podemos llegar a confundirnos, como les ocurrió a los discípulos de Emaús, cuando creyeron que lo de Jesús era estéril porque acababa en la cruz. Frente al aparente fracaso, su reacción fue el desencanto. Dios no pretende que seamos los mejores sino que demos lo mejor de nosotros para el crecimiento del Reino. El horizonte de la fecundidad está siempre más allá de nosotros mismos”.

"Queridos sacerdotes: si muchas veces nos ha tocado chocarnos con el fracaso en nuestro ministerio, ¡ánimo!, Jesús pasó por lo mismo pero no se detuvo. Es Él quien sufre en nosotros para la comunidad. Pensar esto nos debe llenar de alegría más que de pesar. Nuestro sacerdocio está fundado en una persona viviente: Cristo. Él es nuestra esperanza", concluyó.+

» Texto completo de la homilía