Jueves 28 de marzo de 2024

Mons. Castagna: "Urge reconocer la divinidad de Cristo"

  • 31 de diciembre, 2020
  • Corrientes (AICA)
"Mientras no resuene fuerte el testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios, y no se manifieste el poder de su gracia en la santidad de los cristianos, la Iglesia aparecerá como una ONG más", advirtió.
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, lamentó que “el Demonio haya tapado los oídos de nuestros contemporáneos y las bocas de muchos creyentes”.

“Mientras no resuene fuertemente el testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios, y no se manifieste el poder de su gracia en la santidad de los cristianos, la Iglesia aparecerá como una ONG más, sometida a los límites de frágiles estructuras sociales”, advirtió.

“Tal idea niega su verdadera naturaleza, y la reduce a un fenómeno transitorio, fácilmente calificado como innecesario”, agregó en su sugerencia para la homilía.

Monseñor Castagna afirmó que “ese destino, a que quiere sentenciarla el mundo, no coincide con la promesa de Cristo: ‘Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella’”.

Texto de la sugerencia
1.- La Palabra es Dios.
Juan “el discípulo a quien Jesús amaba” es el Apóstol que ve más allá, y más adentro del Misterio divino encarnado en el seno virginal de Santa María. Escucharlo es iniciar el conocimiento del Emanuel - “Dios con nosotros” - hecho uno de nosotros, inocente de nuestros pecados y Redentor nuestro. Juan sintetiza toda la Verdad en simples palabras, íntegramente asumidas por el Espíritu Santo, constituidas en el conocimiento que necesitamos obtener, y en la gracia que nos perdona y santifica. El tiempo de Navidad está monitoreado por el Apóstol y evangelista Juan. Su referencia a que “Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”. (Juan 1, 1), no deja lugar a dudas sobre su perfecto conocimiento de la divinidad de Jesucristo. La inagrietable coherencia entre lo que es fruto de su conocimiento sobrenatural y su comportamiento creyente, salta a la vista de inmediato.

2.- La fuerte experiencia del Dios cercano. Cristo es el Hijo de Dios, su eterna Palabra: “Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe”. (Juan 1, 3) Estremece todo el ser la experiencia - desde la fe - del Dios cercano, no de una consoladora invención poética. Podremos dudar de lo que los sentidos nos presentan como evidencia, pero, jamás de aquello que la fe nos enseña como verdad firme y consistente. Dios es su garante y aceptar su testimonio, sin dudar, nos identifica con el contenido de la fe que profesamos. Queridos hermanos cristianos, no dudemos, ni permitamos que el mundo produzca un vaciamiento de nuestra fe religiosa. Cristo es la Verdad. Fuera de Él todo se hunde en un tedioso e insoportable relativismo. Es decir: en la inseguridad del agnosticismo o en la soberbia negación del ateísmo. Es el momento propicio para presentar en sociedad a Cristo, como la Verdad que necesita el mundo, y determinar cuáles son sus exigencias morales y éticas.

3.- San Juan, modelo de discípulo. El Apóstol y Evangelista San Juan se constituye en modelo de quien vive de la fe que profesan sus labios. Su amor incondicional a Cristo se nutre del conocimiento de la Palabra. La Palabra encarnada es Dios, lo adora como a tal, lo obedece y, en consecuencia, compromete su vida en el servicio apostólico que de Él ha recibido. Sin dudas, María alojada en su casa (Juan 19, 27) lleva a la perfección su conocimiento del Verbo y crea - para él - un clima de contemplación del Misterio de Cristo que enriquecerá el ejercicio de su ministerio. El prólogo del Evangelio, que hemos proclamado en esta Liturgia, indica que el ministerio del Apóstol Juan, y de toda la Iglesia, se cumple en el reconocimiento de la divinidad de Jesucristo y de su confesión pública. En la búsqueda empeñosa por hallar un lenguaje - que no es auténticamente ecuménico - diluimos esta Verdad fundamental. Hoy, con particular necesidad y urgencia, el mundo espera ese testimonio apostólico. En él está comprometida toda la Iglesia: Pastores, consagrados/as y laicos. La malsana costumbre de atribuir toda la representación de la Iglesia a los Pastores es absolutamente falsa y heterodoxa.

4.- Urge reconocer la divinidad de Cristo. El Demonio ha tapado los oídos de nuestros contemporáneos y las bocas de muchos creyentes. Mientras no resuene fuertemente el testimonio de que Cristo es el Hijo de Dios, y no se manifieste el poder de su gracia en la santidad de los cristianos, la Iglesia aparecerá como una ONG más, sometida a los límites de frágiles estructuras sociales. Tal idea niega su verdadera naturaleza, y la reduce a un fenómeno transitorio, fácilmente calificado como innecesario. Ese destino, a que quiere sentenciarla el mundo, no coincide con la promesa de Cristo: “Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella”.+