Mons. Castagna: 'El verdadero Templo de Dios, Uno y Tres'
- 13 de junio, 2025
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes recordó que la solemnidad de la Santísima Trinidad se constituye en "la fiesta patronal del sagrado Templo, edificado en cada bautizado".

Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, recordó que la solemnidad de la Santísima Trinidad se constituye en la fiesta patronal del sagrado Templo, edificado en cada bautizado".
"Quienes han perdido la gracia bautismal son templos profanados por el pecado, pero, mantienen, no obstante, su carácter de templo consagrado a Dios que reclama recuperar su sacralidad", puntualizó.
El arzobispo explicó que "cada uno mantiene el derecho a ser la habitación donde Dios resida".
"Es injusto expulsar a Dios, por el pecado, de su propia Casa. Cada uno de nosotros somos 'la Casa de Dios'; con el pecado desalojamos a Dios de su Casa y nos convertimos en seres 'sin techo', mendigando un pan que el mundo no puede ofrecernos", graficó.
"Jesús vino a sacarnos de la desorientación, causada por la ausencia de Dios, y conducirnos, convertido -Él mismo- en el Camino hacia la Verdad y la Vida", concluyó.
Texto de la sugerencia
1. La unidad gracias a la diversidad. Hemos celebrado el descenso del Espíritu Santo sobre quienes creen en Jesús, comenzando con la Virgen Santísima y los Apóstoles. Ellos son la Iglesia que somos, y se nos exige, como a ellos, ser dóciles a la Palabra y vivir en su obediencia. Dios Uno y Trino se transparenta en cada enseñanza de Jesús. El Génesis nos recuerda la creación del hombre: a Imagen y semejanza de Dios: "Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer" (Génesis 1, 27). El cumplimiento del precepto del amor trasciende las breves relaciones entre las personas para dejar al descubierto el propósito de Dios Creador. La imagen de la Trinidad, que se proyecta en el hombre, es la unidad, lograda gracias a la diversidad. La familia, constituida por la unión de diversas personas, es proyección de la Trinidad, en la que la diversidad de personas pueden realizar una perfecta e indeformable unidad. Gracias a esa diversidad se genera la familia. La familia humana, con sus relaciones paterno-filiales, es imagen insustituible de la Santísima Trinidad. Necesitamos tener presente el texto del Génesis, sin salirnos jamás de él. Así no parece ser entendida por la inexplicable "teoría de género". Según ese concepto, que pretende ser filosófico, la diversidad sexual es una construcción cultural y, por lo mismo, opuesta a la naturaleza creada por Dios. Por causa de su fidelidad a la Palabra, la Iglesia es vilipendiada por algunos grupos sostenedores del concepto de la teoría de género: los abanderados e identificados con el color verde. Estos son tiempos de definiciones; existe una confusión que afecta la vida humana. El Evangelio es tan simple y transparente, que no tolera ambigüedades, cuando se trata de exponer su contenido revelado. Con él están comprometidos quienes deben transmitirlo a sus actuales destinatarios: todos los pueblos y sus respectivas culturas. Acabamos de recordar la Ascensión del Señor y sus implicancias históricas.
2. La vocación al amor para la unidad. Los Apóstoles constituyen el fundamento de la Iglesia, que recibe esa incuestionable misión. En la creación del hombre, relatada por el Génesis, se manifiesta que todo hombre está llamado a ser imagen de la Trinidad Santísima. Es la vocación primordial. Sin su cumplimiento ninguna vocación logra su cometido. El mundo necesita reconocer la naturaleza de la vocación de cada ser humano. En el Misterio Trinitario, que se revela en la vida y en las enseñanzas de Cristo, todo hombre encuentra su orientación vocacional. La respuesta a la misma está necesariamente formulada por el amor. El llamado creador de Dios comprende todas las vocaciones y les otorga su verdadero sentido. Dios, desde su identidad divina, definida por San Juan como "Amor", tiene la iniciativa absoluta en el llamado al amor, dirigido a todos los hombres. Amándonos, Él nos llama a amarlo y a amarnos. La diversidad de Personas -Padre, Hijo y Espíritu Santo- crea, en los seres humanos, la capacidad de conocer cuál es la unidad, en la que consiste el amor. Gran parte de la humanidad no ha llegado aún a su conocimiento. Por eso no logra superar sus enormes e infranqueables divisiones. La necesidad de que el mensaje evangélico llegue a todos los rincones del mundo, se impone como única alternativa. Por esa razón el Señor resucitado, al ascender a los cielos, envía a sus Apóstoles a hacer de todos los pueblos sus discípulos, con la directiva precisa de transmitir sus enseñanzas; así lograr, mediante el Bautismo y su fórmula trinitaria, una auténtica regeneración: "Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado" (Mateo 28, 19-20). Las formas deben ser respetuosas, a causa de la dignidad de las personas, aunque éstas últimas estén ocasionalmente sumidas en el error, pero, deben ser claras en la formulación de la verdad. Exige un equilibrio difícil de lograr. La gracia de Dios, Uno y Trino, lo produce. La intolerancia, como actitud, sea de quienes representan el error como de quienes representan la Verdad, cierra todos los accesos a la reconciliación y a la paz. Es preciso reconstruir "puentes" para una buena y honesta relación. Jesús dialoga con los fariseos, en quienes encuentra una auténtica disposición para el diálogo. Recordemos el intenso intercambio del Señor con Nicodemo. Debiera repetirse hoy con quienes manifiestan una sincera búsqueda de la Verdad.
3. El verdadero Templo de Dios, Uno y Tres. Sorprende la afirmación de Jesús de que su partida coincide, necesariamente, con la venida del Paráclito. Si Él no se ausenta, de entre aquellos discípulos, el Padre y Él no podrán enviarles el Espíritu, que procede de ambos. Dios verdadero, y sus diversas Personas, garantiza su inhabitación en los bautizados. Hemos sido santificados en Nombre de la Trinidad, y, Dios mismos nos considera su mejor Templo. Cuentan del rey San Luis de Francia, que besaba con fervor el pecho de su hijo recién bautizado, porque en él residía la Trinidad. El respeto que el bautizado merece procede de esa impresionante realidad, discernida por la fe. La Solemnidad de la Santísima Trinidad se constituye en la Fiesta patronal del sagrado Templo, edificado en cada bautizado. Quienes han perdido la gracia bautismal son templos profanados por el pecado, pero, mantienen, no obstante, su carácter de templo consagrado a Dios que reclama recuperar su sacralidad. Es decir, cada uno mantiene el derecho a ser la habitación donde Dios resida. Es injusto expulsar a Dios, por el pecado, de su propia Casa. Cada uno de nosotros somos "la Casa de Dios"; con el pecado desalojamos a Dios de su Casa y nos convertimos en seres "sin techo", mendigando un pan que el mundo no puede ofrecernos. Jesús vino a sacarnos de la desorientación, causada por la ausencia de Dios, y conducirnos, convertido -Él mismo- en el Camino hacia la Verdad y la Vida. Santa Isabel de la Santísima Trinidad cultivó una espiritualidad, que la condujo a la santidad, en la contemplación constante de la Trinidad que la inhabitaba. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, presente en nuestra vida trivial, nos hace vivir -desde ella- el inefable Misterio del Cielo. Este pensamiento no es producto de la imaginación, sino expresión de la realidad inalterable de la Palabra, que la Iglesia anuncia al mundo. Lo hace por mandato de su Maestro y Señor. Es preciso que la Palabra siempre esté anunciada, en la voz de los Apóstoles contemporáneos, enfrentando a quienes intentan acallarla. En el Antiguo Testamento, el silencio de los profetas atraía -sobre ellos- la calificación vergonzosa de "perros mudos". La Iglesia debe educar el valor de sus actuales ministros y, de esa manera, prolongar la fecundidad apostólica de los Doce.
4. Imágenes visibles de la Trinidad. Algunos pensarán que estamos aplicando una argumentación sofisticada, para justificar la unión entre los diversos. Adán y Eva constituyen la primera proyección humana de la Trinidad. En ellos, se inicia la construcción, creada por Dios, de la imagen visible de Él mismo: tres Personas diversas y una perfecta unidad en su única naturaleza divina.+