Viernes 26 de abril de 2024

Mons. Buenanueva: "Un momento fundamental" de la democracia

  • 4 de noviembre, 2021
  • San Francisco (Córdoba) (AICA)
El obispo alentó a elegir a los hombres y mujeres capaces de "hacer leyes justas, sabias y realmente transformadoras de la realidad" y animó a buscar "algunos grandes consensos políticos".
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Ante el “combo peligroso” de desconfianza, hartazgo, incertidumbre y miedo por el futuro que se percibe en el proceso previo a las elecciones legislativas del 14 de noviembre, el obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, recordó que “elegir a los hombres y mujeres que nos representarán en el Congreso, las legislaturas provinciales o en los concejos deliberantes es un momento fundamental de nuestra democracia”.

“Hacer leyes justas, sabias y realmente transformadoras de la realidad no es tarea de improvisados. Es una labor que supone ciencia y conciencia, vida virtuosa y una profunda comprensión de la condición humana”, sostuvo.

“Entonces, creo que es oportuno que cada uno de nosotros, ciudadanos, nos preguntemos: ¿por qué voto a los que voto? ¿Qué criterios uso para mi elección en el cuarto oscuro? ¿Qué ideas, valores e intereses, sentimientos y objetivos?”, planteó.

El prelado afirmó que los cristianos “sabemos que hay que que acudir a las urnas es un preciso deber ciudadano que forma parte de nuestra responsabilidad ante Dios por el bien común”.

“Un deber que se inspira en el Evangelio de Jesús con sus innegables imperativos morales: amor al prójimo, búsqueda de la justicia, opción por los pobres, compasión por el que sufre, dignidad del trabajo; libertad para creer, pensar y hablar, para elegir el propio proyecto de vida, etc.”, sostuvo.

Monseñor Buenanueva advirtió que “una cosa es ganar elecciones y construir poder (o prepotencia, que no es lo mismo); otra, muy distinta, saber gobernar con mirada amplia y de largo alcance”.

“El Congreso, las legislaturas provinciales y los otros espacios deliberativos son espacios fundamentales para esa empresa común. Ojalá que podamos activarlos, sentando en esos lugares a los mejores hombres y mujeres, que sepan hablar, debatir y hacerse cargo de sus opciones”, agregó.

Texto de la reflexión
Los argentinos estamos nuevamente frente a un proceso electoral: la decisiva elección de nuestros legisladores.

Somos un país de tradición caudillista que eleva al líder de turno por encima de todo. El culto a la personalidad es un mal muy arraigado entre nosotros. Un mal que nos hace mal.

Esto hace que estas elecciones de legisladores parezcan de menor importancia frente a la elección de quienes ejercen el poder ejecutivo. Las llamamos de “medio término”, casi como diciendo: “de medio pelo”.

Si a eso le sumamos la fatal “lista sábana” que sigue siendo la práctica más extendida, a la minusvaloración del hecho de elegir a los “hacedores de leyes”, se suman la elección a dedo de los candidatos y la falta de democracia interna de los partidos y coaliciones.

La pandemia añade además un condimento preocupante: el descrédito de la clase política parece haberse acentuado peligrosamente.

Algunos medios -demasiados para mi gusto- parecen encontrar un incomprensible placer en echar sal en las heridas, potenciando la grieta con sus polarizaciones, exacerbaciones e irracionalidades. La lucha política pasa a ser una guerra entre el bien y el mal que enardece y enceguece.

Es un combo peligroso: desconfianza, hartazgo, incertidumbre y miedo por el futuro. El voto parece menos un acto racional que emocional, en el que pueden pesar más la polarización o el deseo de castigar.

En muchos ciudadanos cunde el desasosiego. Esto es peligroso, porque puede ir de la mano de la búsqueda de atajos simplistas que les abren la puerta a propuestas irracionales e irreales, fuente segura de nuevas decepciones.

Tenemos que decir, por el contrario, que elegir a los hombres y mujeres que nos representarán en el Congreso, las legislaturas provinciales o en los concejos deliberantes es un MOMENTO FUNDAMENTAL de nuestra democracia.

Hacer leyes justas, sabias y realmente transformadoras de la realidad no es tarea de improvisados. Es una labor que supone ciencia y conciencia, vida virtuosa y una profunda comprensión de la condición humana.  

Entonces, creo que es oportuno que cada uno de nosotros, ciudadanos, nos preguntemos: ¿por qué voto a los que voto? ¿Qué criterios uso para mi elección en el cuarto oscuro? ¿Qué ideas, valores e intereses, sentimientos y objetivos?

Los que somos cristianos -en mi caso, cristiano católico- sabemos que acudir a las urnas es un preciso deber ciudadano que forma parte de nuestra responsabilidad ante Dios por el bien común. Un deber que se inspira en el Evangelio de Jesús con sus innegables imperativos morales: amor al prójimo, búsqueda de la justicia, opción por los pobres, compasión por el que sufre, dignidad del trabajo; libertad para creer, pensar y hablar, para elegir el propio proyecto de vida, etc.

Obviamente no voy a decirle a nadie por quién votar. Si lo hiciera o lo insinuara haría gala de un clericalismo infantilizante. Somos libres. Somos ciudadanos. Seamos libres. Seamos ciudadanos.

Solo diré que, mirando el difícil camino que tenemos por delante, como ciudadano, como cristiano y como obispo no voy a dejar de alentar la búsqueda de algunos grandes consensos políticos para afrontar ese camino. Una pregunta, incisiva y obsesiva, al menos a mí, me inspira e inquieta: ¿Qué Argentina queremos dejarles a las nuevas generaciones que están creciendo?

No falta grandeza de alma en nuestro pueblo. Tampoco en muchos de sus dirigentes de todo el espectro político, cultural o social. Animémonos a mirarnos a los ojos con sinceridad, depongamos mezquindades y dejémonos ganar por un genuino patriotismo.

Tenemos por delante años duros de reconstrucción, de verdades dolorosas y decisiones valientes. Una cosa es ganar elecciones y construir poder (o prepotencia, que no es lo mismo); otra, muy distinta, saber gobernar con mirada amplia y de largo alcance.

El Congreso, las legislaturas provinciales y los otros espacios deliberativos son espacios fundamentales para esa empresa común. Ojalá que podamos activarlos, sentando en esos lugares a los mejores hombres y mujeres, que sepan hablar, debatir y hacerse cargo de sus opciones.

Como discípulo de Cristo sé, a ciencia cierta, que no nos faltará la asistencia del Espíritu Santo para sostener este y todos los esfuerzos que sean necesarios para un genuino desarrollo humano de la Patria Argentina. Al Espíritu invoco entonces, y a la intercesión de la Virgen, de Brochero y Esquiú.+