Viernes 29 de marzo de 2024

Francisco se despide de Benedicto XVI: "Que tu alegría sea ahora perfecta"

  • 5 de enero, 2023
  • Ciudad del Vaticano (AICA)
Unas 100.000 personas asistieron al funeral solemne de Benedicto XVI celebrado en la plaza de San Pedro. Francisco destacó la entrega agradecida y orante del buen pastor.
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"¡Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu alegría se perfeccione en la escucha definitiva y para siempre de su voz!", con estas palabras Francisco terminó la homilía en el funeral de Benedicto XVI, ante miles de fieles que colmaron la Plaza de San Pedro para dar su último adiós al papa emérito.

Unas 100.000 personas entre los laicos, religiosos y religiosas de diferentes congregaciones, autoridades, públicas y eclesiásticas procedentes de todo el mundo. 

Estuvieron presentes también los representantes de las delegaciones ecuménicas que participan en la celebración, patriarcas de diferentes partes del mundo para unirse a la celebración y dar muestra de esa comunión con la Iglesia en un momento clave para la historia.

En la madrugada comenzaron a llegar los fieles en una mañana fría y nublosa en Roma. Nadie quiso perderse ninguno de los símbolos que rodean a las exequias de un Sucesor de Pedro, como el Santo Rosario que generó un ambiente de oración y recogimiento imponente. Otro de los momentos más emotivos fue cuando los doce sediarios y el maestro de ceremonias pontificio transportaron los restos de Benedicto XVI en el féretro desde la basílica a la plaza de San Pedro del Vaticano. 

El papa Francisco llegó en silla de ruedas, y tomó lugar en el palco, dando inicio a la celebración fúnebre, concelebrada por unos 130 cardenales, 400 obispos y casi 3.700 sacerdotes. 

Una entrega agradecida de servicio al Señor
En su homilía, Francisco reflexionó sobre la lectura del Evangelio de San Lucas 23, 46, deteniéndose en particular, en las últimas palabras que Jesús pronunció en la cruz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", reivindicando la entrega de Benedicto XVI.

El pontífice destacó que, como hizo Jesús, Ratzinger -sin nombrarlo directamente- selló “manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos”.

Siempre recurriendo a la figura de Cristo, pero aplicable a figuras como el Santo Padre alemán, Francisco recordó que siempre “se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor”.

El Papa subrayó que el programa de vida que inspira el corazón de los pastores con el fin de experimentar los mismos sentimientos de Cristo son la entrega agradecida de servicio al Señor y a su Pueblo, la entrega orante y la entrega sostenida por la consolación del Espíritu, y que también marcaron la vida de Benedicto XVI.

“La entrega agradecida de servicio al Señor y a su Pueblo, que nace por haber acogido un don totalmente gratuito: 'Tú me perteneces… tú les perteneces'. Tú estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas. Es la condescendencia de Dios y su cercanía, capaz de ponerse en las manos frágiles de sus discípulos para alimentar a su pueblo y decir con Él: 'tomen y coman, tomen y beban, esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes”, expresó Francisco.

El Papa dijo después que la entrega orante se forja y acrisola “silenciosamente entre las encrucijadas y contradicciones que el pastor debe afrontar y la confiada invitación a apacentar el rebaño”. Asimismo, recalcó que, como el Maestro, “lleva sobre sus hombros el cansancio de la intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad está en lucha y sus hermanos ven peligrar su dignidad”.

Sobre la entrega sostenida por la consolación del Espíritu, que lo espera siempre en la misión, Francisco puntualizó que se trata de “de la búsqueda apasionada por comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio en el testimonio fecundo de aquellos que, como María, permanecen de muchas maneras al pie de la cruz, en esa dolorosa pero recia paz que no agrede ni avasalla; y en la terca pero paciente esperanza en que el Señor cumplirá su promesa, como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre”.

Testigo del Evangelio
“También nosotros - añadió el Papa - aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida”.

Francisco citó por último a san Gregorio Magno, quien, al final de la Regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle compañía espiritual: "En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la confianza de que tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones, y que, si el peso de mis faltas me abaja y humilla, tú me prestarás el auxilio de tus méritos para levantarme".

Es la conciencia del Pastor que no puede llevar solo lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado.

Benedicto, fiel amigo del Esposo
“Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años” afirma el Papa y añade:

Queremos decir juntos: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu”.  Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz".

» Texto completo de la homilía

Tras la homilía, tuvo lugar el ritual de la 'ultima recomendación y despedida', las últimas oraciones en público antes de que el féretro fuese trasladado al lugar de la sepultura. Francisco fue el encargado de bendecir el incienso y el agua bendita, aunque sus problemas de movilidad le impidieron incensar el ataúd.

Siguiendo los deseos del papa emérito y adaptando el protocolo a su caso, la ceremonia ha omitido la oración final del cardenal vicario de Roma, así como la oración e incensación de sus restos por parte de las iglesias católicas orientales.

Tras la misa, ya de pie, desposeído del atuendo rojo y totalmente de blanco, el pontífice argentino recibió el ataúd que los sediarios le acercaron antes de acceder al interior de la Basílica de San Pedro. El obispo de Roma oró con la mano sobre el ataúd donde se encontraban los restos de Benedicto XVI, en una imagen que queda para la historia.+