Jueves 21 de noviembre de 2024

Francisco en el viacrucis de la JMJLisboa: 'Hay que correr el riesgo de amar'

  • 4 de agosto, 2023
  • Lisboa (Portugal) (AICA)
El Papa invitó a los jóvenes a realizar un momento de silencio para decirle a Jesús por qué lloran en la vida. En las estaciones, expresaron los problemas y los sueños que resuenan en sus corazones.
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“Jesús camina, pero espera algo. Espera a nuestra compañía, espera a que lo veamos. Espera del alma de cada uno de nosotros que no seamos almas cerradas, sino que sonriamos por dentro”, es una las frases de la corta pero intensa meditación del Papa Francisco, al inicio del viacrucis con los jóvenes en el Parque Eduardo VII, en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en curso en Lisboa, Portugal hasta el domingo 6 de agosto. 

La famosa Colina del Encuentro, en el Parque Eduardo VII, se volvió a llenar de unos 800 mil jóvenes desde la primera hora de la tarde de este viernes 4 de agosto para vivir el tradicional viacrucis de la JMJ. 

Francisco llegó a bordo del papamóvil, para escuchar los clamores de un mundo que sufre, dirigir un nuevo mensaje a los jóvenes peregrinos y rezar junto con ellos las estaciones de la Pasión del Señor. 

En su discurso improvisado, pronunciado antes del rito, el pontífice resaltó el concepto de “camino” con Jesús y recordó que "el Señor, cuando estuvo entre nosotros, caminó curando a los enfermos, atendiendo a los pobres, haciendo justicia, caminó predicando, enseñándonos”.

“Jesús camina, pero el camino que más está grabado en nuestro corazón es el camino del Calvario, el camino de la Cruz”, añadió el Papa.

“El camino de Jesús es Dios que sale de sí mismo, sale de sí mismo para caminar entre nosotros”, dijo el Santo Padre, quien meditó sobre el versículo “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

El Sucesor de Pedro acotó que “la Cruz que acompaña cada Jornada Mundial de la Juventud es el ícono, es la figura de este camino”. Y prosiguió su alocución afirmando: “La Cruz es el sentido más grande del amor más grande, ese amor con que Jesús quiere abrazar nuestra vida. ¿Nuestra? Sí, pero la tuya, la tuya, la tuya, la de cada uno de nosotros. Jesús camina por mí. Lo tenemos que decir todos. Jesús empieza este camino por mí, para dar su vida por mí. Y nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos, el que da la vida por los demás. No se olviden esto. Nadie tiene más amor que el que da la vida, y esto lo enseñó Jesús. Por eso, cuando miramos el Crucificado, que es tan doloroso, una cosa tan dura, vemos la belleza del amor que da su vida por cada uno de nosotros”.

Abramos ventanas del alma
Posteriormente, el Papa citó la frase de una persona “muy creyente” que le tocó el corazón: “Señor, por tu inefable agonía, puedo creer en el amor”. Francisco insistió en que Jesús camina, pero espera nuestra compañía, espera abrir ventanas del alma de cada uno de nosotros. En este sentido, Bergoglio clamó: “¡Qué feas son las almas cerradas, que siembran para adentro, sonríen para adentro! No tienen sentido”.

“Jesús camina y espera con su amor, espera con su ternura, darnos consuelo, enjugar nuestra alma”, sostuvo.

El pontífice propuso a los jóvenes que cada uno se respondiera a sí mismo las preguntas: "¿Lloro de vez en cuando?" "¿Hay cosas en la vida que me hacen llorar?".

"Todos en la vida hemos llorado, y lloramos todavía. Y ahí está Jesús con nosotros, Él llora con nosotros, porque nos acompaña en la oscuridad que nos lleva al llanto", añadió.

Francisco invitó a los peregrinos a realizar un momento de silencio para que los jóvenes le dijeran a Jesús por qué lloran en la vida. 

Por último, puntualizó que Jesús, con su ternura, enjuga nuestras lágrimas escondidas: "Jesús espera colmar, con su cercanía, nuestra soledad. ¡Qué tristes son los momentos de soledad! Él está ahí, Él quiere colmar esa soledad. Jesús quiere colmar nuestro miedo, tu miedo, mi miedo, esos miedos oscuros los quiere colmar con su consolación, y Él espera a empujarnos, a abrazar el riesgo de amar. Porque ustedes lo saben, lo saben mejor que yo: amar es riesgoso. Hay que correr el riesgo de amar. Es un riesgo, pero vale la pena correrlo, y Él nos acompaña en esto. Siempre nos acompaña. Siempre camina. Siempre, a lo largo de la vida, está junto a nosotros".

Y en un segundo y último momento de introspección, el Obispo de Roma animó a los asistentes a pensar en el propio sufrimiento, en la propia miseria, en las propias ansiedades, sin tener miedo, pero sin perder de vista las ganas de que el alma vuelva a sonreír.

"Y Jesús camina a la Cruz, muere en la Cruz para que nuestra alma pueda sonreír. Amén", finalizó.+