Sábado 27 de abril de 2024

El Papa: 'Sueño con una Europa, que incluya pueblos y personas y apague los focos de guerra'

  • 2 de agosto, 2023
  • Lisboa (Portugal) (AICA)
Las guerras y la paz, los jóvenes, la defensa de la vida, las migraciones y el medio ambiente, entre los temas que abortó Francisco ante las autoridades y representante de la sociedad civil.
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El Papa Francisco llamó hoy, en Lisboa, a la definición de un nuevo rumbo para Europa, ante la guerra en Ucrania y la crisis migratoria en el continente. En su primer discurso en tierra portuguesa, ante las autoridades políticas, representantes de la sociedad civil y miembros del cuerpo diplomático, el pontífice aseguró que “el mundo necesita a Europa, a la verdadera Europa; necesita de su papel de constructora de puentes y de paz en su parte oriental, en el Mediterráneo, en África y en Oriente Medio”.

Solamente de ese modo, según Francisco, “Europa podrá aportar, dentro del escenario internacional, su originalidad específica, esbozada en el siglo pasado cuando, desde el crisol de los conflictos mundiales, encendió la chispa de la reconciliación, haciendo posible el sueño de construir el mañana con el enemigo de ayer, de abrir caminos de diálogo e inclusión, desarrollando una diplomacia de paz que apague los conflictos y alivie las tensiones, capaz de captar los más tenues signos de distensión y de leer entre las líneas más torcidas”.

Sobre Europa, Francisco volvió a lamentar la “falta de rumbos valientes hacia la paz”: “Mirando con cariño sincero a Europa, en el espíritu de diálogo que la caracteriza, nos saldría espontáneo preguntarle: ¿hacia dónde navegas, si no ofreces procesos de paz, caminos creativos para poner fin a la guerra en Ucrania y a tantos conflictos que ensangrientan el mundo?”.

“Las armas más sofisticadas no representan inversiones de futuro, sino el empobrecimiento del verdadero capital humano: el de la educación, la sanidad, el estado de bienestar. Es preocupante cuando uno lee que en muchos lugares se invierte continuamente en armamento, en lugar de hacerlo en el futuro de los hijos”, lamentó Francisco.

El Obispo de Roma sueña con una Europa “que utilice su ingenio para apagar focos de guerra y encender luces de esperanza; una Europa que sepa reencontrar su alma joven, soñando con la grandeza del conjunto y yendo más allá de las necesidades de lo inmediato; una Europa que incluya a los pueblos y a las personas, sin perseguir teorías ni colonizaciones ideológicas”.

El océano une pueblos y países, no es barrera que separa
“Me siento contento de estar en Lisboa, ciudad de encuentro que abraza diferentes pueblos y culturas, y que en estos días se vuelve todavía más universal; se transforma, de alguna manera, en la capital del mundo”, expresó el Papa.

Francisco destacó, al principio de su discurso, el carácter multiétnico y multicultural de la ciudad, que “ahonda sus raíces en el deseo de abrirse al mundo y explorarlo, navegando hacia horizontes nuevos y más amplios”, y recordó además la importancia del mar en la capital lusitana, “un mar que es mucho más que un elemento paisajístico, es una vocación impresa en el alma de cada portugués”.

Dejándose llevar por esa imagen del océano, Francisco compartió con las autoridades algunas claves de este viaje apostólico: “El océano no une solamente pueblos y países, sino también tierras y continentes; por eso Lisboa, ciudad del océano, nos recuerda la importancia del conjunto, el valor de las fronteras como zonas de contacto, no como barreras que separan”.

El Papa lamentó que cuando nos enfrentamos a los grandes problemas de la humanidad no sabemos responder unidos: “El mundo está dividido, o al menos no lo suficientemente cohesionado, incapaz de crear un único frente contra lo que nos perjudica a todos. Parece que las injusticias planetarias, las guerras, las crisis climáticas y migratorias corren más rápido que la capacidad, y a menudo la voluntad, de afrontar juntos estos retos”.

Recordando el Tratado de reforma de la Unión Europea, firmado en esta ciudad en el año 2007, Francisco destacó que “la paz, la seguridad, el desarrollo sostenible del planeta, la solidaridad y el respeto mutuo entre los pueblos, el comercio libre y justo, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos” no son solamente palabras, “sino hitos fundamentales para el camino de la comunidad europea, esculpidos en la memoria de esta ciudad”.

Integrar a los que vienen de lejos y llaman a las puertas
Una vez más, Francisco lamentó que hoy la vida humana esté “puesta en peligro por las derivas utilitaristas que la usan y la desechan. Pienso en tantos niños no nacidos y ancianos abandonados a su suerte; en la dificultad por acoger, proteger, promover e integrar a los que vienen de lejos y llaman a las puertas; en la soledad de muchas familias, que luchan por traer al mundo y criar a sus hijos”.

La ciudad de Lisboa, para Francisco es un “motivo de esperanza”: “Un océano de jóvenes está inundando esta acogedora ciudad; y quisiera agradecer el gran trabajo y el generoso compromiso de Portugal para acoger un evento tan complejo de gestionar, pero fecundo en esperanza”.

“Jóvenes de todo el mundo, que cultivan deseos de unidad, de paz y de fraternidad, nos desafían a hacer realidad sus sueños de bien. No están en las calles para gritar de rabia, sino para compartir la esperanza del Evangelio. Y, si desde muchos sectores se respira hoy un clima de protesta e insatisfacción, terreno fértil para el populismo y las teorías conspirativas, la Jornada Mundial de la Juventud es una oportunidad para construir juntos. Reaviva el deseo de crear novedad, de hacerse a la mar y navegar juntos hacia el futuro”, ha dicho Francisco durante su primer discurso.

Los tres laboratorios de esperanza
Ya en la parte final de su discurso, Francisco ha “imaginado tres laboratorios de esperanza”: el medio ambiente, el futuro y la fraternidad.

Sobre el primero, el Papa advirtió que “los océanos se están calentando y sus profundidades sacan a la superficie la fealdad con la que hemos contaminado nuestra casa común. Estamos convirtiendo las grandes reservas de vida en vertederos de plástico. El océano nos recuerda que la vida humana está llamada a armonizarse con un entorno más grande que nosotros, que hay que cuidar con esmero, pensando en las generaciones más jóvenes”.

Sobre el futuro, Francisco fue tajante: “El futuro son los jóvenes”. Sin embargo, lamentó que hay muchos factores que los desaniman, como “la falta de trabajo, los ritmos frenéticos en los que están inmersos, el aumento del costo de la vida, la dificultad para encontrar vivienda y, lo que es aún más preocupante, el miedo a formar una familia y traer hijos al mundo”.

Como ya ha repetido otras veces, el Santo Padre advirtió que estamos asistiendo “a una triste fase descendente de la curva demográfica. El progreso parece ser una cuestión de avances técnicos y de comodidades individuales, mientras que el futuro exige contrarrestar la disminución de la natalidad y el declive de las ganas de vivir”, y pidió entonces al mundo de la política “ser generadora de esperanza”.

“No está llamada a detentar el poder, sino a dar a la gente la posibilidad de esperar. Está llamada, hoy más que nunca, a corregir los desequilibrios económicos de un mercado que produce riqueza, pero no la distribuye, empobreciendo a los individuos en cuanto a recursos y certezas”.

El último laboratorio es de la fraternidad: “En muchas partes de Portugal, el sentido de vecindario y de solidaridad están muy vivos. Sin embargo, en el contexto general de una globalización que nos acerca, pero sin darnos proximidad fraterna, todos estamos llamados a cultivar el sentido de comunidad, empezando por la búsqueda de quienes viven a nuestro lado”.

“También aquí tenemos a los jóvenes que, con su grito de paz y su deseo de vivir, nos llevan a derribar las rígidas barreras de pertenencia erigidas en nombre de opiniones y creencias diferentes”, afirmó Francisco”. 

Por último, el Papa ha agradecido y animado “a la Iglesia local, que hace tanto bien, sin protagonismos. Sintámonos todos llamados, fraternalmente, a dar esperanza al mundo en que vivimos y a este magnífico país. ¡Deus abençoe Portugal!".+