Card. Rossi: 'Dejar que el Señor entre y nos limpie el terreno del corazón'
- 6 de marzo, 2024
- Córdoba (AICA)
El arzobispo de Córdoba afirmó que desmantelar el corazón no es fácil, por lo que llamó a tener una fe muy confiada en Dios y en su poder, para reconstruir algo nuevo sobre lo destruido.
El arzobispo de Córdoba, cardenal Ángel Rossi SJ, presidió la misa del tercer domingo de Cuaresma en la capilla Nuestra Señora de la Piedad, y en la homilía refexionó sobre la “violencia pacífica” de Jesús al echar a los mercaderes del Templo.
“Siempre ha llamado la atención este gesto del Señor”, indicó, aunque destacó que “el Señor no golpea ninguna espalda, sino que su espalda va a ser golpeada en la Pasión”.
En su homilía, el purpurado señaló que “la fuerza y la autoridad no está en el látigo, sino que está en la persona, está en el Señor”, y consideró: “En nuestra vida, uno también conoce hombres y mujeres que no necesitan látigo para manifestarnos autoridad, personas que nos ‘agreden’ con su bondad, con su honestidad, con su coherencia de vida”.
“Violencia de los pacíficos, que gritan la verdad, que están dispuestos no a matar sino a morir en nombre de la verdad; violencia de los santos, violencia de los mártires”, enumeró, y describió: “El mártir grita con su sangre, el mártir protesta con su muerte y lucha con su dolor”.
En ese sentido, diferenció la violencia convencional de la violencia “de no doblegarse frente a la conveniencia, al buen nombre, al mejor puestito, a la posibilidad de trepar tapando algunas cositas, algunos chanchullos”.
“Esta es la violencia que temen los poderosos del mundo, que asusta a los violentos”, sostuvo, y resaltó que “esta escena nos tiene que interpelar hondamente”. “Tendremos que preguntarnos si no nos habremos vuelto demasiado pacíficos para con nuestros pecados y durísimos ante las fragilidades ajenas, preguntarnos si nuestra vida realmente interpela, cuestiona, o nos hemos vuelto buenitos para nada, una especie de maquillaje de bondad, a veces un simple certificado de buena conducta”, exhortó.
Por eso, llamó a preguntarse “¿Nuestra vida cristiana realmente tiene signos de cristiano?”. Por otro lado, recordó que “todos somos templos”, y explicó que “el Señor reprocha que han ocupado el sitio del encuentro con Dios”.
“Tendremos que preguntarnos: ¿acaso mi alma necesita menos limpieza que el templo de Jerusalén?, ¿no habré convertido los rincones de mi alma en casa de comercio, en cueva de ladrones?”, reflexionó, e invitó a “revisar los puestitos que hemos levantado en nuestra alma, donde ponemos a diario ambiciones, sueños de poder, dinero…”.
En ese sentido, planteó que el desafío para una verdadera y profunda conversión cuaresmal es “dejar entrar al Señor en el en el templo de nuestra alma, que desmantele nuestros chanchullos, que tire por tierra las monedas nuestras de ambición, de soberbia, de mezquindad, de egoísmo, que quizás hemos ido acumulando”.
“Este desmantelar el corazón no es fácil, requiere una fe muy confiada, en Dios y en su poder, para reconstruir algo nuevo sobre lo destruido”, expuso. Y agregó: “Se trata, en lo concreto, de aceptar la intervención del Señor en nuestra vida, de dejarlo obrar. Por eso, la Cuaresma es un momento muy crítico en la vida del creyente, pero al mismo tiempo es un paso necesario en una verdadera y profunda conversión”.
Por último, animó a “dejar que el Señor entre y nos limpie el terreno del corazón, para que esas zonas que hemos llenado de tanta cachería, de tantas cosas superfluas, las vuelva a ocupar el Señor y nuestro prójimo”.+