Miércoles 24 de abril de 2024

Benedicto XVI: "El Concilio es la brújula que permite a la barca de la Iglesia navegar en mar abierto"

  • 10 de octubre, 2012
  • Ciudad del Vaticano
Benedicto XVI celebró esta mañana en la Plaza de San Pedro la tradicional audiencia general de los miércoles a la que asistieron varios miles de peregrinos de numerosos países. El Santo Padre recordó que estamos en vísperas de la celebración de los cincuenta años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y del inicio del Año de la fe. Afirmó que el Concilio -del que él mismo fue un testigo directo-, se nos presenta como "un gran fresco, pintado en su gran multiplicidad y variedad de elementos, bajo la guía del Espíritu Santo y del mismo modo que cuando se está frente a un gran cuadro, desde aquel momento de gracia, también hoy seguimos tomando su extraordinaria riqueza y redescubriendo paisajes y fragmentos particulares".
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Benedicto XVI celebró esta mañana en la Plaza de San Pedro la tradicional audiencia general de los miércoles a la que asistieron varios miles de peregrinos de numerosos países.

A partir de esta audiencia, además de los locutores habituales en las diversas lenguas se incluyó uno en árabe, en continuidad con el reciente viaje apostólico al Líbano y con la publicación de la Exhortación postsinodal "Iglesia en Medio Oriente" dado que el Papa desea manifestar de este modo su incesante interés y apoyo a los cristianos de Medio Oriente, y recordar a todos el deber de rezar y comprometerse por la paz en esta región.

El Santo Padre recordó que estamos en vísperas de la celebración de los cincuenta años de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y del inicio del Año de la fe. Afirmó que el Concilio -del que él mismo fue un testigo directo-, se nos presenta como "un gran fresco, pintado en su gran multiplicidad y variedad de elementos, bajo la guía del Espíritu Santo y del mismo modo que cuando se está frente a un gran cuadro, desde aquel momento de gracia, también hoy seguimos tomando su extraordinaria riqueza y redescubriendo paisajes y fragmentos particulares".

El Pontífice recordó en su catequesis su intensa vivencia, de joven teólogo, que calificó de "experiencia única", en la que pudo ver una "Iglesia viva ? casi tres mil Padres conciliares de todo el mundo reunidos y guiados por el Sucesor del Apóstol Pedro".

"En la historia de la Iglesia, dijo el Papa, varios concilios precedieron al Vaticano II: Nicea, Efeso, Calcedonia, Trento, pero, por regla general, se convocaron para definir elementos fundamentales de la fe, y corregir, sobre todo, los errores que la ponían en peligro. No fue el caso del Vaticano II porque en aquel momento "no había particulares errores de fe que corregir o condenar, ni tampoco cuestiones específicas de doctrina o de disciplina por aclarar". La primera cuestión que se planteó ante el gran acontecimiento conciliar fue, precisamente, como comenzarlo y que tarea precisa atribuirle.

A este propósito el beato Juan XXIII en el discurso de apertura del 11 de octubre de hace cincuenta años dio una indicación general: "La fe debía hablar de forma más ´renovada´, más incisiva porque el mundo estaba cambiando rápidamente, manteniendo, sin embargo, sus contenidos perennes sin fisuras o compromisos".

"El Papa -dijo Benedicto XVI- quería que la Iglesia reflexionase sobre su fe, sobre las verdades que la guían. Pero, partiendo de esa reflexión, profunda y seria, sobre la fe, había que trazar, de forma nueva, la relación entre la Iglesia y la edad moderna, entre el cristianismo y algunos elementos esenciales del pensamiento moderno, no para conformarse a él, sino para presentar a este mundo nuestro que tiende a alejarse de Dios, la exigencia del Evangelio en toda su grandeza y en toda su pureza".

"La época en que vivimos está también marcada por el olvido y la sordera frente a Dios. Creo, por lo tanto, que tenemos que aprender la lección más simple y fundamental del Concilio, a saber: que el cristianismo, en su esencia, consiste en la fe en Dios y en el encuentro con Cristo que orienta y guía la vida. Lo más importante hoy, como era el deseo de los Padres conciliares, es que se vea de nuevo, con claridad que Dios está presente, nos mira, nos responde; y que, por el contrario, cuando falta la fe en Él, cae lo que es esencial, porque el hombre pierde su dignidad. El Concilio recuerda que la Iglesia tiene el mandato de transmitir la palabra del amor Dios que salva, para que sea escuchada y acogida aquella llamada divina que contiene en sí las bienaventuranzas eternas".

El Santo Padre citó brevemente las cuatro constituciones conciliares, casi los "cuatro puntos cardinales de la brújula que nos orienta": ´Sacrosanctum Concilium´, sobre la liturgia que habla de la centralidad del misterio de la presencia de Cristo en la Iglesia; ´Lumen gentium´, que subraya la tarea fundamental de la Iglesia de glorificar a Dios; ´Dei Verbum´, sobre la Revelación divina que habla de la Palabra viva de Dios que convoca a la Iglesia y la vivifica en su camino a lo largo de la historia, y por último ´Gaudium et spes´, sobre el modo en que la Iglesia lleva al mundo entero la luz que ha recibido de Dios.

"El Concilio Vaticano -concluyó- es una fuerte invitación a redescubrir cada día la belleza de la fe y a conocerla de modo profundo, para una relación más intensa con el Señor, y a vivir auténticamente la vocación cristiana".


A los peregrinos de lengua castellana
Al saludar en español a los peregrinos procedentes de América Latina y de España el Papa pidió a la Virgen María que los ayude a llevar a plenitud el deseo de los Padres conciliares con las siguientes palabras:

"En la vigilia en que celebramos los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano Segundo y el inicio del Año de la fe deseo hablar de este gran acontecimiento eclesial. Los documentos conciliares son una brújula que permite a la barca de la Iglesia navegar en mar abierto, en medio de las tempestades o de la calma, para llegar a la meta. Debemos aprender las lecciones más simples y fundamentales del Concilio, a saber: que el cristianismo en su esencia consiste en la fe en Dios y en el encuentro con Cristo, que orienta y guía la vida. Lo más importante hoy, como era el deseo de los Padres conciliares, es que se vea, de nuevo, con claridad, que Dios está presente, nos mira, nos responde; y que, por el contrario, cuando falta la fe en Él, cae lo que es esencial, porque el hombre pierde su dignidad".

"El Concilio recuerda que la Iglesia tiene el mandato de transmitir la palabra del amor de Dios que salva, para que sea escuchada y recibida aquella llamada divina que contiene en sí las bienaventuranzas eternas. El Concilio es una fuerte invitación a redescubrir cada día la belleza de la fe y a conocerla de modo profundo, para una más intensa relación con el Señor y a vivir auténticamente la vocación cristiana", concluyó.+