El cierre de la sede diplomática de la Santa Sede se produjo a raíz de una solicitud del gobierno nicaragüense.
Después de que el papa Francisco lo calificara como alguien que tiene un desequilibrio mental y encabeza una dictadura "grosera", Ortega dispuso suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano.
El representante del Vaticano ante la ONU manifestó la "profunda preocupación" de la Santa Sede por el recrudecimiento de la violencia en Nicaragua y los ataques a las libertades políticas y civiles.
En una nueva muestra de su persecución contra la Iglesia, el gobierno privó de personería jurídica a esas instituciones por supuestos incumplimientos de las leyes.