Queridos jóvenes, ¡qué alegría encontrarnos aquí en Itatí! Cada uno vino con su mochila, cansancios y sueños. Todos venimos con algo en común: somos peregrinos. Y no cualquier peregrino… somos: «peregrinos de esperanza», guiados de la mano de la Virgen.
Hoy la Palabra de Dios nos impacta fuerte: el profeta Amós nos dice: «¡Ay de los que viven cómodos, sin preocuparse de los demás!». San Pablo nos anima: «Luchá la buena batalla de la fe, no te rindas, mantené la esperanza en Cristo». Y Jesús, en el Evangelio, nos cuenta la parábola del rico y Lázaro: uno encerrado en su comodidad, el otro tirado en la puerta. El rico poseía muchos bienes y era anónimo, el pobre tiene identidad; uno está llagado, el otro tenía de todo; el que yacía en el suelo se conformaba con migajas, el que estaba dentro de la casa banqueteaba. Los dos murieron, sus destinos son distintos: uno es llevado por los ángeles al seno de Abraham, el otro solo fue sepultado: no hay trascendencia.
Queridos peregrinos, a veces el peligro es vivir encerrados en una burbuja, en nuestro mundo, en nuestras cosas: la computadora, el celular, la comodidad, los caprichos… y no ver al «Lázaro» que está al lado: el amigo que sufre en silencio, el que está solo o aislado, quién no encuentra sentido, el que cayó en las drogas o perdió la esperanza. A los adultos nos pasa lo mismo: las preocupaciones laborales o la carencia de un trabajo digno, problemas familiares, el dinero, pérdidas de un ser querido, enfermedad. A veces hasta sin darnos cuenta podemos caer en la apatía, desinterés, insensibilidad y no ver lo evidente que tenemos delante por las anteojeras visuales, mentales, ideológicas, sociales, etc.
Ser «peregrino de esperanza» es abrir los ojos y el corazón, es no acostumbrarnos al sufrimiento ajeno, es animarnos a ser solidarios, a salir de nosotros mismos: tener la mirada nueva de la esperanza. Esto implica ver con ojos nuevos: el peregrino no mira la realidad desde el prisma de la resignación, sino con la certeza de que Dios camina con nosotros. Como dice San Pablo: “Nosotros no caminamos por lo que vemos, sino por la fe” (2 Co 5,7).
La mirada esperanzada es samaritana y cordial, implica reconocer el dolor, la pobreza, las heridas sociales, pero no quedarse en la queja o la indiferencia, sino descubrir allí la posibilidad de que brote vida nueva. También es discernir los signos de Dios, nos permite ver más allá de las dificultades actuales, percibiendo el paso del Señor en la historia.
El compromiso de la esperanza no es evasión, no aparta de la realidad, sino que nos involucra aún más. Como recuerda el Papa Francisco en Christus Vivit (143), la esperanza es audaz y sabe mirar más allá de las dificultades. Ayuda a asumir responsabilidades, el peregrino de esperanza no se conforma con discursos, sino que se siente llamado a colaborar en la construcción de una sociedad más justa, fraterna y solidaria. Nos desafía permanentemente a caminar en comunidad, significa no andar solos, sino en pueblo, sosteniéndonos mutuamente. La esperanza es comunitaria.
La acción de la esperanza nos conduce a gestos concretos de servicio expresándolos en obras: acompañar, consolar, organizar la caridad, cuidar la creación, defender la vida. Hace descubrir la grandeza de las pequeñas semillas de Reino. No se trata de grandes proyectos espectaculares, sino de actos cotidianos que abren horizontes: tender una mano, reconciliar, dar una palabra de aliento. Nos abre a proyectar el porvenir: el peregrino de esperanza actúa hoy con la mirada puesta en el mañana, sabiendo que cada paso construye futuro. Como enseña Spe Salvi (Benedicto XVI, 35), la esperanza nos da la certeza de que el presente, aunque sea duro, puede ser vivido y aceptado si lleva hacia una meta.
Ser peregrinos de esperanza implica mirar la realidad con fe, comprometerse con responsabilidad y actuar con acciones concretos de amor y justicia. Es aprender a ver el mundo como lo ve Cristo, con una mirada que no se queda en la oscuridad, sino que abre senderos hacia la luz.
La Virgen lo sabe bien. Ella caminó siempre con esperanza: en Nazaret, cuando dijo «sí» a Dios; en el Calvario, cuando no se rindió ante la cruz; en el Cenáculo, cuando esperó con los discípulos al Espíritu Santo. Ella nos dice hoy lo mismo que en Caná: «Hagan lo que Él les diga». Eso es esperanza: confiar en Jesús y ponerse en marcha. Digámosle juntos: “María de Itatí, enséñanos a ser peregrinos de esperanza, con los ojos puestos en Jesús y el corazón abierto a los hermanos”.
Mons. José Adolfo Larregain OFM, arzobispo de Corrientes
El grito y el llanto como signos de esperanza
1. El Papa León XIV reflexiona sobre el grito de Cristo en la cruz antes de morir, y dice que “Jesús no muere en el silencio, no se apaga como una luz que se consume, sino que deja la vida con un grito: “Jesús, dando un fuerte grito, expiró’, como la última señal de una vida que se entrega, ese grito encierra todo; dolor, abandono, fe, ofrenda, y es también un grito de esperanza; porque quien grita y quien llora, lo hace como una queja ante quién lo puede ayudar. Esta actitud nos muestra hasta qué punto Cristo asumió nuestros dolores, abandonos y esperanzas.
2. De esta manera, cuando parecía que no había más nada que hacer, Cristo moribundo grita ante su Padre y Dios escuchará su grito y con la respuesta de la resurrección nos sorprenderá a todos con lo impredecible, con lo inimaginable; lo cual nos deja un mensaje claro: hay que esperar contra toda esperanza, porque Dios siempre puede intervenir.
3. Por otra parte, el mismo Papa León, en un mensaje a los habitantes de Lampedusa, en el sur de Italia, donde muchos migrantes africanos intentan llegar, y no todos lo logran, porque en barcas provistas por traficantes de personas, abarrotadas más allá de sus capacidades, se hunden y transforman al mediterráneo en un cementerio. Por eso, a quienes reciben a los migrantes que llegan, además de agradecerles, les dice que griten al mundo para que la “globalización de la indiferencia” de la que habló el Papa Francisco, no se transforme en la globalización de la impotencia: de sucumbir en el “no hay nada por hacer”.
4. En efecto, cualquiera de nosotros que no tiene poder, ante los centenares de familias de la sociedad que están sufriendo los despidos masivos de fuentes de trabajo, desde nuestra impotencia estamos tentados de quedarnos mudos y decir: “no hay nada por hacer”.
5. Ante un joven familiar que de pronto descubre que tiene una enfermedad grave con características terminales, diríamos impotentes y silenciosos: “no hay nada por hacer”
6. Ante un vínculo que se rompió después de años de un entrañable cariño, amistad y amor, estamos tentados de quedar mudos porque desde nuestra impotencia pensamos que el vínculo roto ya no se puede recomponer.
7. En todos estos casos sucumbimos a la impotencia, tendemos a callarnos y perdemos la esperanza, nos quedamos tristes, amargados, heridos y muchas veces enojados por la injusticia sufrida.
8. Por eso tenemos que poner en práctica la actitud de Cristo en la Cruz: Tenemos que gritar llorando: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, no como un grito de impotencia, sino como un llanto de esperanza, como una queja ante quien confiamos que más allá de todos nuestros cálculos, nos puede ayudar.
9. Entonces, quienes se quedaron sin trabajo se tienen que unir y pedir ayuda a aquellos que sinceramente y sin componendas ni dobles discursos, los pueden ayudar a que la fuente de trabajo no se pierda. Tienen que conformar un grito pacífico que busca el diálogo y quiere hacer tomar conciencia a sus interlocutores, que sin trabajo una familia no puede vivir.
10. Quien tiene una enfermedad grave, tiene que hacer como Jesús, gritar al Padre y como Dios sigue curando a través de los médicos y más allá de ellos, como el Padre respondió a Jesús muerto con la resurrección, puede sorprenderlo con el milagro de la salud.
11. A quien se le rompió un vínculo entrañable, tiene que llorar y gritar a Dios, como el niño que llora quejándose ante su madre porque confía en que será asistido, así llorar ante la Virgen María, pidiendo la sabiduría que siempre busca y encuentra caminos de humildad, diálogo y reconciliación; la Virgen como en Caná, intercederá ante Jesús y Dios te puede sorprender con una fiesta de reencuentro.
Un grito pacífico, desarmado y desarmante
12. El Papa León, al comenzar su pontificado en medio de las guerras de Ucrania, de la Franja de Gaza, con la crueldad de hacer morir de hambre a los enemigos, pidió urgentemente por la paz. Con ese mensaje también se refirió a las relaciones humanas diciendo que tenemos que desarmar nuestras palabras de toda violencia y agresión, con la conciencia de que nuestras palabras pueden alegrar o entristecer; motivar o hundir, construir o destruir a los demás. Por lo tanto, nuestro grito esperanzador tiene que ser un grito desarmado y desarmante.
13. Tenemos que ser trabajadores por la paz, pacificando las redes sociales; decirle “no” a la cobardía de destruir a los demás escondidos detrás de una pantalla; tenemos que decirle “si” a promover tantos mensajes buenos que se difunden a través de las distintas modalidades digitales.
14. Tenemos que dejar de confrontar en el deporte, la política, el trabajo, como si el otro, en vez de un competidor fuera un enemigo que hay que eliminar; tenemos trabajar por la amistad social y gritar, como una queja de esperanza pacífica que superando la confrontación busca el encuentro y el entendimiento.
Saber escuchar
15. Por otra parte, ante los gritos de la humanidad, como Jesús, el Buen Samaritano, tenemos que saber escuchar, venciendo la apatía y la indiferencia, son gritos que nos tienen que poner en el lugar del otro y hacernos exclamar: “yo también puedo quedarme sin trabajo”, “yo también puedo enfermarme gravemente”; “a mí también se me pueden romper vínculos entrañables”. “En ese caso, yo también gritaré y lloraré como una queja y una esperanza de recuperar el trabajo perdido, la buena salud y los vínculos que tanto quiero.
16. Tenemos que saber escuchar a quienes gritan y lloran para que la cultura de la indiferencia no se transforme en la cultura de la impotencia; tenemos escuchar los gritos silenciosos de tantos niños que fueron ultimados en el seno de sus madres por una ley insensata de quien no tuvo conciencia de que si la ley que dictó hubiese estado vigente cuando el estaba en el seno de su madre, hoy probablemente no existiría.
17. Tenemos que escuchar los gritos como quien se queja ante quien lo puede ayudar, porque en esta cultura de muerte, pragmática e insensible, donde se descarta a los que no producen, se intenta legalizar la eutanasia, con la excusa de evitar el sufrimiento. Es claro en Jesús, el sufrimiento forma parte de la vida y tiene un sentido de rescate y de amor. Por otra parte, la vida es un regalo de Dios y nosotros que somos simples creaturas, no tenemos la autoridad de ponerle fin por nuestros propios medios.
18. Tenemos que recurrir a la Virgen Dolorosa, esa imagen tan bella de la Madre de Jesús llorando ante la cruz. La Virgen, como Jesús, también lloró como un gesto de esperanza, como una queja ante el Padre, confiando y creyendo en lo inaudito, en lo impredecible. Y lo impredecible se produjo porque hoy estamos aquí porque Jesús vive entre nosotros como compañero de camino, como peregrino de la esperanza. Hoy con el nombre de María del Rosario de San Nicolás, la Virgen nos invita a gritar ante los desafíos dolorosos de nuestro peregrinar, como un grito pacífico y de esperanza que confía en el Padre Dios, capaz de lo inaudito, de lo nunca oído. ¡Viva María, nuestra esperanza! ¡Viva María del Rosario de San Nicolás!
Mons. Hugo Santiago, obispo de San Nicolás
1. En este año jubilar en el que la Iglesia nos ha propuesto caminar como “Peregrinos de la esperanza”, los padres del Concilio nos han dejado un hermoso texto sobre la Virgen María: Al final del documento sobre la Iglesia, dice así: La Madre de Jesús, de la misma manera que glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia, que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así, en la tierra, precede con su luz al peregrino pueblo de Dios, como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que llegue el Día del Señor. Por eso le decimos: “María, vos sos nuestra esperanza”.
2. María, que Cristo Resucitado ha llevado consigo a la gloria, resplandece como icono de esperanza para sus hijos peregrinos en la historia. Por eso María es fuente de la que brota la esperanza para nosotros. Esta verdad de nuestra fe es perfectamente coherente con el tema del jubileo que estamos viviendo: “Peregrinos de esperanza”.
3. El peregrino necesita de una meta que oriente su viaje, una meta hermosa, atrayente, que guíe sus pasos y lo anime cuando esté cansado, que reavive siempre en su corazón el deseo y la esperanza. En el camino de la existencia esta meta es Dios, amor infinito y eterno, plenitud de vida, de paz, de alegría, de todo bien.
4. El corazón humano es atraído por esa belleza y no es feliz hasta que no la encuentra. En efecto, si se pierde en medio de la selva oscura del mal y del pecado, corre el riesgo de no encontrarla, pero ahí está la gracia; Dios ha salido a nuestro encuentro, ha asumido nuestra carne hecha de tierra y la ha llevado consigo, simbólicamente decimos: “al cielo”, es decir, con Dios; es el misterio de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado para nuestra salvación.
5. Inseparable de Cristo está el misterio de María, la mujer de la cual el Hijo de Dios ha tomado la carne, y de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo. Se trata de un único misterio de amor y, por tanto, de libertad.
6. Como Jesús ha dicho “si”, también María ha dicho “si”, ha creído en la palabra del Señor, y toda su vida ha sido una peregrinación de esperanza junto al Hijo de Dios y suyo, una peregrinación que a través de la cruz y la resurrección la hizo alcanzar la Patria, el abrazo de Dios.
7. Por eso, mientras estamos en camino, como individuos, como familia, en comunidad, especialmente cuando aparecen las nubes oscuras y el camino se percibe incierto y difícil, levantemos la mirada; contemplémosla a Ella, nuestra Madre, y volveremos a encontrar la esperanza que no defraude.
8. Venimos como “peregrinos de esperanza” a celebrar el cumpleaños de la Virgen, hemos preparado este viaje, en momentos económicamente difíciles, hemos hecho sacrificios reuniendo recursos para poder hacerlo y la Madre ve nuestro amor y entrega, venimos como sus hijos, venimos con el cansancio del camino, pero con la alegría de encontrarnos con Ella, con su alegría, y queremos como Ella, cantar de alegría celebrando su cumpleaños. ¡Que los cumplas, feliz!
9. En esta fiesta de familia y antes de retornar a nuestras casas, la Madre nos enseña dos cosas sobre la esperanza: que cuando encontramos en el camino el desafío de la falta de salud, de la falta de trabajo, de la soledad, de vínculos que se han roto, le recemos a Dios a través de Ella, tengamos paciencia, perseverancia en la oración y veremos que hay enfermedades que se curan, trabajos que se encuentran, soledades que se transforman en comunicación y encuentro, vínculos que se reúnen.
10. Una segunda enseñanza de la Madre para nuestro camino es que ante tanta guerra y tanta violencia, ante tanta confrontación, recemos por la paz y el encuentro, para ello, como nos dijo el Papa León XIV al inicio de su pontificado, para ser trabajadores por la paz tenemos que desarmar nuestras palabras de toda violencia y agresión.
11. Ante tanta confrontación entre argentinos, entre vecinos, entre familiares, tenemos que ser conscientes que nuestras palabras pueden herir y pueden sanar una herida; puede hundir y pueden levantar el ánimo de una persona; pueden alegrarla o entristecerla, edificarla o destruirla. Por eso, como trabajadores por la paz en nuestros ambientes, la Madre nos da la gracia de que nuestras palabras animen, sanen, alegren, edifiquen a quienes nos rodean y así construyamos la familia de Dios, familia de hijos y hermanos. Esa es la misión que nos da: edificar, unir y animar con nuestras palabras y gestos.
12. Es más, como Madre de familia, la Virgen nos dice que consideremos a cada persona como un miembro del propio cuerpo, como uno que me pertenece; que descubramos que el don y la capacidad del otro es un don para mí; si es inteligente me ayuda a pensar, si es comunicativo me ayuda a comunicarme, si es alegre me alegra. Finalmente la Virgen, como Madre nos pide que demos lugar al hermano, lo escuchemos y lo dejemos participar; de esta manera la Iglesia se transforma en una “Casa y escuela de común unión, un aprendizaje de convivencia, una familia que tiene a Dios por Padre y a María por madre.
13. ¡Viva la Virgen, nuestra esperanza! ¡Viva María del Rosario de San Nicolás!
Mons. Hugo Santiago, obispo de San Nicolás
Su Excelencia Reverendísima Monseñor José Adolfo Larregain, Arzobispo Metropolita de Corrientes,
Su Excelencia Reverendísima Monseñor Ramón Alfredo Dus, Arzobispo de Resistencia, (Gustavo Alejandro Montini - Santo Tomé; Adolfo Ramón Canecín - Goya),
Reverendos Sacerdotes diocesanos y religiosos,
Reverendos Diáconos,
Reverendas Religiosas,
Estimados Seminaristas,
Honorables Autoridades civiles,
Hermanos y Hermanas en Cristo.
Asistimos hoy día a la imposición del Palio al Arzobispo de Corrientes. Según la ley y la antigua tradición de la Iglesia, cada Arzobispo Metropolita de una provincia eclesiástica, recibe un palio. El Palio, “es el símbolo de la potestad arzobispal”, y corresponde por derecho únicamente a los arzobispos metropolitanos que usan el palio dentro el territorio de la provincia eclesiástica.
El Palio es una banda de lana blanca en forma de collarín, adornada con seis cruces de seda negra. Es semejante a una estola y se utiliza a modo de escapulario.
La lana significa la aspereza de la reprensión a los rebeldes; el color blanco, la benevolencia hacia los humildes y penitentes. Tiene cuatro cruces situadas delante y detrás, y dos más, una a la derecha y otra a la izquierda. Suele adornarse con tres clavos metálicos, que recuerdan los clavos de la Pasión.
El Palio que se pone sobre los hombros del sumo pontífice y de los arzobispos, es símbolo del pastoreo y recuerda que deben cargar con las ovejas como el pastor lo hizo en la parábola de la oveja perdida.
Así lo recordó Benedicto XVI, en la misa de inicio de su ministerio petrino, al asociar la imposición del palio con la invitación de llevarnos unos a otros sobre los hombros:
“La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios […] la pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros”.
Recibir el palio de parte del Papa para un nuevo arzobispo es siempre un símbolo de unión y de comunión del nuevo Metropolita con el Santo Padre; comunión entre la Iglesia de Corrientes y la Sede Apostólica; comunión de la Provincia Eclesiástica de Corrientes con la Santa Sede.
Celebramos un día especial para la Iglesia de Corrientes y toda esta Provincia Eclesiástica con las diócesis sufragáneas de Santo Tomé y Goya.
Durante el día de la Imposición del Palio, no podemos dejar de recordar con todo nuestro amor al Santo Padre, Papa León XIV, asegurándole nuestro apoyo, lealtad y filial obediencia.
Durante nuestra celebración queremos recordar también al difunto papa argentino, Francisco, lo hacemos con amor y gratitud. Estamos agradecidos por el don del Papa León, pero estamos orgullosos también por los doce años del pontificado del Papa Francisco; los argentinos deben, en manera particular, cultivar la memoria del papa argentino.
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Hoy día también celebramos la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, Patrona Jurada de la ciudad de Corrientes. Una de las fiestas más insignes para la piedad del pueblo correntino, profundamente mariano.
Cuando celebramos, como hoy día, una fiesta mariana, podemos preguntarnos, ¿por qué nosotros católicos, tenemos tan grande devoción por María? La respuesta es, porque la Iglesia Católica quiere proclamar la plenitud del Evangelio sobre la salvación.
En la primera Carta de San Pablo a los Corintios, leemos: “Como todos mueren por Adán, todos recobrarán la vida por Cristo” (15, 22). Si, a causa del pecado de Adán llegó la muerte, gracias a Cristo y su cruz llegó la salvación. Por esta razón le llamamos el nuevo Adán. Pero la historia del primer pecado no es solo la historia de Adán, es también la de Eva.
Si Jesús es el nuevo Adán, ¿Quién es la nueva Eva? La virgen María, Madre de Jesús, ella es la nueva Eva. Si la historia completa del pecado incluye a Adán y a Eva, así la historia de la redención incluye al nuevo Adán y a la nueva Eva. No se puede proclamar la historia completa de la redención sin la nueva Eva, María.
Podemos encontrar en la Biblia muchos paralelos entre el viejo Adán y Eva, por una parte, y entre Jesús y María, por otra.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Eva salió de la costilla de Adán. En el libro de Génesis leemos: “Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y (…) Le sacó una costilla y llenó con carne el sitio vacío” (Gen 2, 21), pero en el Nuevo Testamento Jesús nació de la Virgen María, Jesús tomó carne de una mujer, su madre.
En el Antiguo Testamento, fue Eva la primera en desobedecer e introducir a Adán al pecado, en el Nuevo Testamento, fue la mujer, María, la primera en obedecer. Ella ha dicho “sí” al Arcángel Gabriel, “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mi tu palabra” (Lc 1, 38).
Ahora vemos claramente, que nuestra devoción a la Virgen María forma parte de la verdadera historia de nuestra redención. La verdadera devoción a María nunca nos aleja de su Hijo, nuestro Señor y Salvador.
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María de Cleofás y María Magdalena”.
Todos han abandonado a su Hijo, pero ella no lo abandonó. María se quedó con su Hijo. Una mujer que ama, pero también una mujer fuerte. Puede ser que, en el momento de la pasión de su Hijo, no recordaba más las palabras del Ángel sobre su Él: “Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin” (Lc 1, 32-33).
Pero no había ningún trono, María vio a su Hijo en agonía en la madera de la cruz; su Hijo estaba en la cruz, un trono para los esclavos. La muerte de la cruz, en realidad, estaba reservada sobre todo a los esclavos.
Es entonces más que natural que, celebrando la advocación de María de la Merced, recordemos la escena de María bajo la cruz, trono de su Hijo, porque Ella nos libra de ser esclavos. María que nos libra de ser cautivos. Cada época tiene sus esclavitudes. En los tiempos de la fundación del Orden Religioso de la Merced, en el siglo décimo tercero, fue la esclavitud de los cristianos en tierras musulmanas, hoy día tenemos nuestra esclavitud. Nuestros pecados, vicios y debilidades que dependen de nosotros. en el mundo de hoy también tenemos esclavitudes que no siempre dependen de nosotros como por ejemplo la pobreza, la falta de trabajo y la injusticia. Pedimos hoy día, a través de la poderosa intercesión de María de la Merced, que el Señor nos libre de todo tipo de esclavitud.
“Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo amado, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: ahí tienes a tu madre”.
A primera vista, parece que Jesús está simplemente cumpliendo con el deber filial del cuarto mandamiento, es decir, hallar acomodo y seguridad para una madre viuda que va a quedarse sola. Pero, más allá de esta lectura, hay un dato que nos inclinan a otra interpretación. Por ejemplo, si Cristo sólo hubiera querido dejar a su madre en el cuidado de san Juan, lo natural habría sido dirigirse primeramente a él, y no a ella, como consta en el texto. Además, ¿por qué comienza llamándola “mujer” y no “madre”? Sin duda porque la vocación maternal de María no se refiere aquí a Jesús, sino que se hace extensiva a todos aquellos que el discípulo amado está representando.
Todo indica que aquí se proclama la maternidad espiritual de María sobre los cristianos. Ella es nuestra Madre; Madre de todos los discípulos de su Hijo. María tiene muchos títulos; es suficiente recordar la letanía loretana, llena de lindas advocaciones, pero más bella y más importante es ser Madre de Dios y nuestra Madre.
Amar a María como nuestra Madre supone sentirnos unidos en la gran familia, que es la Iglesia. Llamar madre a María nos remite necesariamente al gran momento en que Cristo entregó su vida por nosotros en la madera de la cruz. Invocar a María como madre nuestra es algo más que un puro recurso sentimental, supone sentirse unidos como hermanos en la cruz de Cristo; supone ayudarnos a llevar mutuamente las cargas y las cruces; supone tener las fuerzas de liberarnos de nuestras esclavitudes.
Es ella la que nos repite siempre “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5). Ella no solo lo dice, sino que también fue la primera discípula de su hijo, y nos muestra cómo ser buena cristiana o buen cristiano.
El día de hoy es una excelente ocasión para presentar a todos Ustedes, en primer lugar, a su Arzobispo, a todo el clero, a los religiosos, las religiosas y a todos los fieles de esta Iglesia, los mejores deseos, que María de la Misericordia pida su Hijo, nuestro Señor, de concederles muchas gracias terrestres y celestiales, de paz, salud y prosperidad; que Dios bendiga esta Arquidiócesis y toda la Argentina. Y así sea.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico
Cuando entramos al Santuario , a la izquierda está esa imagen del Cura , y a mí me impresiona las manos, las manazas casi grotescas, pero que son un símbolo hermoso de lo que fue su vida: manos de Brochero que bendicen, que bautizan, que ungen, manos que eleva la hostia, que absuelven, que acaricia a los viejitos y a los niños y con la misma fidelidad toman pala y azada y construye caminos, y alcanzan baldes a los albañiles, manos que carga sobre sus hombros a los apestados, manos que se agarran de la cola de la mula para cruzar el río crecido, manos que tocan sin ningún empacho las llagas de los leprosos, manos que buscan y encuentran en sus bolsillos unos pesitos para los pobres que tocan a su puerta, manos "sarmentosas y amarillentas" (como las describe un testigo ) manos leprosas, sin tacto, que ya solamente pueden desgranar rosarios en sus últimos trancos de su santa vida. Las manos de Brochero se parecen a las del Señor: la mano de Cristo buscando los oídos y la boca de aquel sordomudo al que lo interpela: ¡Ábrete!, y "ensuciándose" en las llagas del leproso. Y la mano que escribe en la tierra frente a la condena de los fariseos para con aquella mujer pecadora. Y las manos que, con la misma unción que toman pan y vino, antes han tomado palangana, jarra y toalla para alimento y servicio de sus amigos en el Cenáculo. Y las manos extendidas en el madero, en el único gesto que supera al abrazo. Y las manos heridas y gloriosas, brindadas para que un Tomás incrédulo, empacado en su capricho de tocar, se saque la duda. Manos del Señor que nos han sostenido en la fragilidad y nos han rescatado en la desbarrancada, cuando nos hundimos: momentos del camino, que quizá hemos hecho la experiencia de Pedro tras la pesca milagrosa, es decir, nos asustamos por la grandeza de la tarea y por nuestra pequeñez, que nos lleva a echarnos para atrás: "Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Cl. 5,8). Pero después, con gran bondad, nos ha tomado de la mano, nos ha atraído hacia él y nos ha dicho: "No tengas miedo! Estoy contigo. ¡No te dejo, y tú no me dejes!". O cuando al caminar sobre las aguas dirigiéndose hacia el Señor de repente sintió que el agua no le sostenía y que estaba a punto de hundirse. Y como Pedro hemos gritado "Señor, ¡sálvame!" (Mt 14,30)... Hemos dirigido la mirada hacia él... y él nos ha tomado de la mano... Volvamos a dirigir siempre nuestra mirada hacia él y démosle la mano. Dejemos que su mano nos tome, y entonces no nos hundiremos, sino que nos pondremos a su servicio
Es propio del jubileo el hacer memoria agradecida: necesitamos recordar, volver a aquella hora en la que Él puso sus manos sobre nosotros y nos hizo partícipes de este misterio... Recordar el gesto de la imposición de las manos , con el que él tomó posesión de mi diciéndome “Tú me perteneces ... tú estás bajo la protección de mis manos , dame las tuyas" ( ... ) El Señor nos ha impuesto las manos y ahora quiere nuestras manos para que, en el mundo, seamos las suyas Nos sostiene y anima el testimonio de las miles de manos de nuestro pueblo fiel, de los que el papa Francisco llamó los santos y santas de la puerta de al lado, hombres y mujeres de buena voluntad que fieles a aquello de Santa Teresa de que "ahora Cristo no tiene otras manos más que las nuestras" siguen acariciando, curando heridas, abriendo puertas, llevando la Virgen casa por casa, o sirviendo platos de comida por todos los rincones de nuestras diócesis, bella y empecinadamente. "Manos que ayudan, que enjugan lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo para infundir valor, que abrazan al solo para darle ternura y al peleado para inducirlo al acuerdo, a la reconciliación, manos que saben pedir con humildad para uno mismo y para quienes lo necesitan, manos que no tienen miedo a los trabajos más humildes".
Quizás una gracia que podemos pedir, es que el Señor nos cure las manos, que nos convenzamos que las manos se curan cuando se extienden, y se nos paralizan, se nos entumecen cuando por egoísmo, o por miedo se cierran...
Porque (como dice Menapace) no tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembra del amor, porque cuando el Dios de la historia venga, nos mirará las manos, y sería muy bueno que la madrugada nos encuentre, nos pille sembrando.
Por todo esto es que venimos a encomendarnos al Cura Gaucho para que nos abra el camino, para que como buen baqueano, nos vaya guiando por los senderos de la vida hacia el Señor, o nos reoriente cuando la niebla de nuestras dificultades nos haga confundir las sendas, o nos traiga de vuelta al camino cuando engañosamente seducidos, encaremos por atajos que no nos llevan a Dios sino a peligrosos acantilados. Y si nos hemos desbarrancado, para que él nos rescate, como tantas veces lo hizo con aquellas ovejitas que desorientadas, quedaron atrapadas en la quebrada.
Sí querido Cura Brochero, venimos a tu casa, a tu santuario porque lo necesitamos en el camino cotidiano.
Porque estamos sedientos de esa agua viva de la Palabra transmitida a través de tus palabras sencillas y sin vueltas.
Porque aquí despertamos nuestra esperanza dormida, nos reencontramos con la condición de “hijos muy amados".
Porque al sentirnos acogidos como peregrinos, en clima de amistad, se nos hace más fácil abrir nuestro corazón y contarte nuestras fatigas y culpas, nuestros anhelos y sueños. Porque esa recepción cariñosa es para el corazón del peregrino como una brisa de aire fresco en la montaña.
Y aquí la Virgen María, aquí el cura Brochero abren los brazos de su amor para escuchar la oración de cada uno.
Venimos porque este es un lugar privilegiado para experimentar la misericordia que no conoce límites a través del sacramento de la reconciliación. Venimos no con nuestros méritos, sino con nuestros cansancios y opresiones. Sin fingimiento, sin ocultar miserias y debilidades.
Venimos porque tu santuario, tu casa, tu corazón paternal de pastor, es para nosotros "un lugar ", una roca sobre la que encontramos un refugio, un cobijo, como un palenque al cual agarrarse.
Card.Ángel Rossi SJ, arzobispo de Córdoba
Hermanas y hermanos:
Con toda solemnidad y alegría hemos iniciado el JUBILEO DE LOS 50 AÑOS DE LA DIÓCESIS DE QUILMES, al cumplirse hoy el 49° Aniversario de su inicio, con la ordenación episcopal de nuestro primer pastor, el Padre Obispo Jorge Novak. En este día, en el 2026, se cumplirán los 50 años que celebraremos con desbordante alegría.
Cumplir cincuenta años, para cualquiera de nosotros tiene un gran significado; son bastantes años. Pero para una institución cualquiera, más todavía en la Iglesia, apenas es un retoño. Basta mirar más allá del Riachuelo, y nos encontramos con la Arquidiócesis de Buenos Aires, que fue creada como diócesis en 1620; han pasado más de 400 años. Pero digamos también que nuestro poblado de Quilmes, hunde sus raíces en aquella “Reducción de la Exaltación de la Cruz de los Quilmes” creada en 1666, en este mismo solar donde se levanta este templo que nos alberga. Los años pasaron, y aquí, el Papa San Pablo VI instituyó la Diócesis de Quilmes, a la ribera del inconmensurable Río de la Plata, en 1976.
Todo nacimiento tiene su cuota de dolor. No podemos olvidar que Argentina, en 1976 vivió la oscura noche de la sangrienta y dolorosa dictadura militar. Paradójicamente y providencialmente, en esas tinieblas se encendía una lucecita de esperanza: nacía la Diócesis de Quilmes bajo el pastoreo de un profeta de esperanza: el Padre Obispo Jorge Novak que, considero yo, es un verdadero prócer argentino del siglo XX, y merece un lugar en la historia de la Patria.
La Palabra de Dios que hoy hemos escuchado, nos ayudará para cargar de profundo sentido este inicio del Jubileo.
La primera carta de san Pablo a los Corintios, fue inspiración para el primer mensaje del Padre Obispo Jorge Novak, pronunciado aquel 19 de septiembre de 1976. “Hagamos, hermanos, un gran esfuerzo para lograr que todas nuestras comunidades sean esencialmente misioneras y evangelizadoras… Por mi parte, procedente de una comunidad estrictamente misionera, pondré mi mejor empeño para que la Diócesis, como suma de comunidades, vibre como Pablo: “¡Ay de mí si no evangelizara!”.
Jesús es el Evangelio, la Buena Noticia. Hoy, en la versión de Lucas, Jesús se presenta recorriendo las ciudades y pueblos, “predicando y anunciando la buena noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido sanadas de los malos espíritus y enfermedades. María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes”. ¡Qué bello texto! Es el germen de la Iglesia, pueblo de Dios. Mujeres y hombres pecadores, siguiendo al gran liberador.
Hoy también san Pablo decía: “Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa”, para Pablo la evangelización es un deber que nace de lo profundo de su ser. Claramente lo dice el Papa Francisco en la Evangelii Gaudium: “Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»” (EG 14)
Pablo nos deja claro que anunciar el Evangelio es un deber, una fuerza imperiosa, imparable; algo que arde y quema en el corazón. Pero a la vez nos da indicaciones concretas que llevan a preguntarnos cuál debe ser nuestro «estilo de evangelización».
La respuesta la da Pablo: «El estilo es hacerse todo a todos». «Me he hecho todo a todos». Significa, en esencia, «ir y compartir la vida de los demás, acompañar en el camino de la fe, ayudar a crecer en el camino de la fe» (Francisco. Homilía en Santa Marta, 9 de septiembre de 2016)
El Padre Obispo Novak tuvo estilo propio. Se hizo todo con todos. Su pastoreo le dio una identidad a nuestra Iglesia de Quilmes. Al iniciar el Primer Sínodo Diocesano dijo: “Nuestra sala sinodal viene a ser, así, el lugar de reencuentro de la Diócesis. Desde la Iglesia local, el gesto del reencuentro llega a la sociedad… vivamos ininterrumpidamente, durante el Sínodo, la sublime escena de la reconciliación fraterna… se necesita valor para dar el primer paso, pero qué milagros desencadena” (21/09/1981) Es el camino de la misericordia.
El alma misionera de Novak tenía su secreto. Así lo expresa en su carta pastoral al cumplirse los 15 años de la Diócesis: “Cuando Pablo VI me nombró primer obispo de Quilmes, el Señor me inspiró la certeza de que, poniéndome bajo la acción del Espíritu Santo iría viendo claro, contaría con los recursos personales y materiales necesarios y encontraría el camino hacia el corazón de los sacerdotes y de los fieles. Nunca me aparté de mi lema: ´Ven Espíritu Santo´. Soy testigo de que el Espíritu ha cumplido ampliamente su asistencia de Consolador, Defensor, Maestro interior, Animador de la oración y de la misión. Estoy absolutamente convencido de que también nos iluminará y robustecerá en los años que nos aguardan”. (Carta Pastoral. 8/9/1991)
Lo que escribía y predicaba, lo rubricaba con su vida. En una Misa con familiares de los desaparecidos dijo: “Hermanos, no se tome a vanidad lo que me atrevo a decir. Lo digo en la presencia de Dios, antes que en la de ustedes. Como el gran Pablo VI, ofrezco formalmente mi libertad, mi integridad física, mi vida, para que se solucione el terrible flagelo de las desapariciones en nuestra patria. Si hace falta sangre, tómese la del Pastor y ahórrase la de las ovejas. Un obispo no puede olvidar las palabras del Maestro, selladas en la cruz con torrentes de sangre: «el buen pastor da la vida por sus ovejas». «El Padre me ama por eso, porque yo me desprendo de mi vida para recobrarla de nuevo» (Jn. 10, 11-17)” (Catedral. 12/08/1979).
De los casi 50 años de la Diócesis, el episcopado del Padre Obispo Jorge Novak cubre casi la mitad. Faltaban dos meses para las “bodas de plata” cuando él falleció.
El Padre Obispo Luis Stöckler fue su sucesor. Hoy contamos con su presencia, gracias a Dios. Gracias Padre Obispo Luis por la cercanía de tu afecto y oración. Para mí ha sido fundamental. Gracias por tu pastoreo de una década entera en esta Diócesis. Mantuviste ardiente la fe de este pueblo con tus sabias enseñanzas, tu claridad teológica, tu cercanía a los más pobres, tu espíritu organizador de las distintas pastorales y la animación de las mismas, especialmente promoviendo la participación de todos en las asambleas parroquiales y diocesanas, acompañando al Consejo Pastoral Diocesano. Gracias por tu entrega generosa, tus valiosos aportes materiales y por tu ejemplo de humildad y pobreza personal. ¡Gracias!
Con el Padre Obispo Luis Stöckler hemos hecho el camino hasta este umbral. Damos gracias a Dios porque nos ha regalado iniciar juntos este JUBILEO. Es una gracia que nos regala el Siervo de Dios Padre Obispo Jorge Novak.
Personalmente, en este inicio del Jubileo Diocesano, quiero expresarles dos sentimientos: en primer lugar, pedirles perdón por lo que hice mal como obispo, por no haber estado a la altura de lo que ustedes merecen o esperan de mí. En segundo lugar, quiero darles las gracias por la comprensión y el respeto que siempre me otorgan y, sobre todo, por la oración que elevan por mí cada día, no sólo en la Misa cuando me nombran, sino en sus oraciones y devociones particulares, como muchas veces me lo expresan cuando los saludo, casi siempre al terminar nuestras celebraciones. Gracias por la permanente colaboración en la misión, no sólo a los que están cerca mío en sus distintos oficios y ministerios, sino a todos los que sirven construyendo el Reino con su trabajo y testimonio diario.
Como emblema de esta celebración, llevaremos a nuestras Parroquias el cartel con el lema: “Iglesia de Quilmes ¡camina con la alegría del Evangelio!”. Ustedes verán cómo lo van a replicar en cada comunidad, en cada capilla, en casa salón de reunión, en los comedores y lugares de encuentro, en las calles y lugares públicos.
También llevaremos, el texto de la Oración del Tercer Sínodo, para ser rezada en toda ocasión de encuentro, liturgias, reuniones y celebraciones comunitarias, encuentros de catequesis y de formación. Entre todos nos encargaremos que cada familia cuente con el texto de esta oración.
También nos llevaremos a la parroquia el folleto con los instrumentos de trabajos sinodales, elaborados a partir de los cinco grandes núcleos temáticos, surgidos a lo largo del camino sinodal que venimos haciendo estos años. En agosto hemos conocido y trabajado el contenido de este folleto en el primer encuentro sinodal de los Decanatos. El primer núcleo temático es: 1) BAUTISMO, VOCACIÓN Y MINISTERIO. Los cuatro restantes se tratarán en el segundo encuentro sinodal de los Decanatos, el 9 de noviembre: 2) EL CLAMOR DE LOS POBRES Y DE LA CASA COMÚN. 3) MUJERES. 4) JUVENTUDES Y FAMILIA. 5) COMUNICACIÓN Y REDES.
Como verán, en esos núcleos están contenidos los Cuatro Cauces de la pastoral diocesana, señalados por el Padre Obispo Novak: La opción preferencial por los pobres, la misión, el ecumenismo y la defensa de los derechos humanos.
Todo servirá de base para la realización del TERCER SÍNODO DIOCESANO, preparado por la Comisión que preside el Padre Obispo Eduardo Gonzalo Redondo.
“Iglesia de Quilmes ¡camina con la alegría del Evangelio!”.
Teniendo presente el rico pasado de nuestra Iglesia de Quilmes, marcado a fuego por el pastoreo del Padre Obispo Jorge Novak, abrazamos a todos, todos, todos. En este inicio del JUBILEO DIOCESANO, avizorando el TERCER SÍNODO, queremos celebrar los 50 años y EMPEZAR A MIRAR JUNTOS HACIA ADELANTE.
Queridas hermanas, queridos hermanos: iniciemos el AÑO JUBILAR BODAS DE ORO DE LA DIÓCESIS, con estas palabras del Papa Francisco en el Mensaje de la Jornada Mundial de los Jóvenes, en Lisboa, el 3 de agosto de 2023:
“¡Todos, todos, todos! En la Iglesia hay lugar para todos. Y esa es la Iglesia, la Madre de todos. Hay lugar para todos. Nos abraza a todos. Nos muestra a Jesús en la cruz, que tanto abrió sus brazos para ser crucificado y morir por nosotros…
Jesús nunca cierra la puerta, nunca, sino que te invita a entrar; entrá y ve. Jesús recibe, Jesús acoge. Dios te ama, Dios te llama. ¡Qué lindo es esto! Dios me ama, Dios me llama. Quiere que esté cerca de Él…
Y una cosa muy interesante: Dios ama por sorpresa. No está programado. El amor de Dios es sorpresa. Siempre sorprende. Siempre nos mantiene alertas y nos sorprende…
Los invito a pensar esto tan hermoso: que Dios nos ama, Dios nos ama como somos, no como quisiéramos ser o como la sociedad quisiera que seamos. ¡Como somos! Nos llama con los defectos que tenemos, con las limitaciones que tenemos y con las ganas que tenemos de seguir adelante en la vida. Dios nos llama así. Confíen, porque Dios es Padre y es Padre que nos quiere y Padre que nos ama. Esto no es muy fácil. Y para esto tenemos una gran ayuda, la Madre del Señor. Ella es nuestra Madre también, Ella es nuestra Madre”.
Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes
Antes de compartir una reflexión los invito a que nos permitamos un momento de SILENCIO. "El sembrador salió a sembrar" generosamente, sobreabundantemente, sin calculo. La Palabra que da vida, que da Amor, que revela.
Hagamos un momento de silencio...
El silencio hoy es protagonista. De hecho, la imposición de manos que recibirán Claudio y Lucas se hace en silencio. Y en el silencio tiene que surgir en el corazón este canto de respuesta del salmo: "Somos tu pueblo Señor":
"Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
leguen hasta él con cantos jubilosos.
Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones".
Si bien es cierto lo que dice Isaías en el capítulo 49: "Es demasiado poco que seas mi Servidor" (Lo decía así: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones»), es demasiado poco porque somos hijos, somos amigos, somos templos, discípulos y misioneros. Sin embargo, aunque sea demasiado poco, somos y siempre seremos diáconos, servidores amados y cautivados por su amor. Como decía Santa Teresa de Calcuta: "hemos sido llamados, y hemos decidido amar y servir".
Desde el Papa, Siervo de los siervos de Dios hasta el último bautizado, somos servidores; pero algunos lo son por una consagración especial que los inserta en un Orden, un cuerpo, el Orden diaconal constituyéndolos signos de Cristo servidor. Es nuestra identidad, es nuestro compromiso, es la fuente de nuestra alegría.
Este misterio de servicio queda patente en el inicio del triduo pascual: El Jueves Santo la liturgia regala el mandamiento del amor, la institución de la Eucaristía y el sacerdocio... Pero en el Evangelio de Juan, que se proclama ese día, vincula la Eucaristía y la Pascua con el lavatorio de los pies, el Siervo humilde que se arrodilla a los pies del hombre, y desde ese relato ilumina el sentido de la Eucaristía desde el servicio.
El Diácono es sacramento de Cristo servidor, que a la luz del evangelio de hoy es Sembrador sobreabundante, generoso, podríamos decir hasta descuidado, todo lo contrario al calculador: el amor no calcula, el servicio de amor no se puede vivir en la lógica del cálculo.
Y yo quería invitarlos como a mirar en un espejo la Eucaristía, como inversamente a lo que hacemos cada Jueves Santo, no solo descubrir la Eucaristía desde el servicio sino descubrir el servicio desde la Eucaristía, que es alabanza al Padre, memorial de la Pascua y Alianza nueva y eterna, porque estamos llamados a "eucaristizar" la existencia.
Cuando Jesús les lavó los pies, les dijo fuertemente: "¿Comprenden lo que acabo de hacer?" Algo parecido le dijo a la samaritana: "Si supieras el don de Dios". ¿Habremos comprendido los bautizados, los cristianos de hoy, hasta donde llega el amor de Jesús, hasta donde llega su propuesta de que seamos servidores? ¿Habremos comprendido que estamos llamados a "dejarnos comer"?
Para iluminar este misterio del servicio desde la Eucaristía quería invitarlos a redescubrir el servicio a la luz de los gestos de Jesús con tres palabras: Tomar, Partir, Repartir, resuenan en sintonía con los verbos del lavatorio de los pies: levantarse, sacarse la túnica, lavar los pies.
"Tomó": tomar implica asumirse y aceptar la propia vida, afrontar la propia existencia, la propia historia, tiempo y lugar. Asumir lo que, como el pan, tiene belleza y costras, dureza y blandura. Debemos hacer nuestra, consciente, la existencia permanentemente, cada día, trabajar nuestra parte, la porción que ha puesto en nuestras manos. Tomar no es arrebatar, es acoger, bendecir, con agradecimiento y admiración. Nunca dejemos de asombrarnos, es la llama de amor vivo que no se acaba. Acoger es reconocer en alabanza el don. No es apropiación agresiva o defensiva, sino potenciar los dones y aptitudes recibidos, solo asumiendo dones y limites, Grandezas y fragilidades, podremos darnos.
"Lo partió": el pan se manifiesta plenamente cuando se abre y desprende toda su fragancia, su perfume (como el del crisma bautismal). Un pan sin partir queda encerrado y aislado, se reseca y acaba siendo incomible. Lo mismo los talentos que se entierran por egoísmo, miedo o pereza. Somos para darnos. Partir no es dividirse, o fragmentarse, cada trozo es pan, no es desintegrarse sino desplegarse, pero es cierto que no se produce sin desgarro, pérdida y muerte. Hay que dejarse abrir. Y en la vida ministerial este partir se vive cada día.
"Lo dio", lo repartió. El darse expande el ser y refleja incluso el misterio de Dios Trino que es Don, don de amor interpersonal, don que se derrama, que integra, que vivifica y abre a lo eterno: San Pablo decía "el amor no pasará jamás." Se da como Cordero inocente para evitar que haya otras víctimas, despertando en su inocencia el anhelo de no dañar a nadie y plenificar a todos. Como lo expresaba la regla de oro en Tobías: "no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hagan a ti", y más aún en el Sermón de la Montaña: "Hacé por los demás lo que te gustaría que te hagan a ti". En esta dinámica del dar se produce la comunión, la vinculación, la participación, la paz.
La última cena, cada Eucaristía, es escuela de servicio. Entremos, por la adoración, en el misterio para aprender a servir. San Juan Pablo II, cuando visitó Sevilla en 1993, para un Congreso Eucarístico decía:
"Esta adoración eucarística, por su propia dinámica espiritual, debe llevar al servicio de amor y de justicia para con los hermanos". El diacono es un servidor de la caridad.
Por eso estos tres verbos (tomar, partir, dar) en su dinámica de asumirse, entregarse y expandirse producen una verdadera trasfiguración y hasta una transustanciación, marcan un itinerario espiritual y pastoral que es germen de esperanza.
El servicio es para el mundo que Dios amó primero, para el otro descubierto como distinto y como don, para el otro con mayúsculas y los otros con su realidad única, singular. Es un abrirse y entregarse a su misterio, es ensanchar el espacio de nuestros intereses para que esto sea posible. No se puede servir sin este descubrimiento respetuoso, amoroso y lleno de asombro del misterio de la alteridad. No somos diáconos para nosotros mismos, somos para servir al otro y por eso, rezando, descubrimos que necesita el hermano.
En el hoy de la historia, en el año del Jubileo de la Esperanza, tenemos un mensaje de luz en un tiempo de crisis , de cambio, en un cambio de época , estamos llamados a ser contraculturales: ser sal , ser luz, ser fermento en la masa, o mejor, promotores de esperanza de una cultura alternativa eclesial y mundial: de la sinodalidad y de la fraternidad, de la misericordia y solidaridad, de la centralidad de lo pequeño y del pequeño; promoviendo con simplicidad diaconal, la hospitalidad, la compasión, la mística del servicio como camino de grandeza. Tal como nos lo marcan, María, José y los santos a los que invocaremos pidiendo su intercesión.
Queridos Claudio y Lucas son servidores del pueblo, de los pobres y de la Eucaristía. Cada Eucaristía es escuela de servicio. No se puede comulgar con la verdad y después no servir. No se puede servir a la verdad y caer en la lógica del dominio, del poder, del egoísmo. Construyamos con la comunidad.
Dios nos conceda, por intercesión de María y José, ser como somos, simples servidores, pero elegidos con un amor que nunca terminaremos de entender. "¿Comprenden lo que acaban de hacer?" Preguntó Jesús. Nunca terminaremos de comprender, por eso adoramos, y hacemos silencio con una hospitalidad sagrada, frente a Dios que nos habla, que nos confía su Palabra para salir a sembrar como EL, sin cálculo, con un amor que desborda toda lógica.
Mons. Pedro Torres, obispo de Rafaela
Buenos días a todos. ¿Por qué un campus Papa Francisco?
Porque queremos que su nombre y su imagen nos recuerden cotidianamente que tenemos que concretar su magisterio y todo lo que nos enseñó con palabras, con gestos y obras a lo largo de doce años de pontificado.
Porque queremos homenajear su entrega, su coraje, su vida, como pudimos ver que lo hace el mundo, como, por ejemplo, lo hicieron hace unos días en la Plaza de San Pedro. Porque queremos agradecer todo lo que también hizo por esta universidad en los años en que era arzobispo de Buenos Aires y gran canciller.
Porque desde la UCA queremos ser un faro en la sociedad argentina, sumida tantas veces en las sombras del desencuentro, en las tinieblas de la injusticia, en las penumbras de la indiferencia y de la impotencia.
Que el campus reciba este nombre no es, entonces, una mera cuestión nominal o chapear con el nombre del Papa. No es una cuestión demagógica ni una ceremonia fúnebre a un personaje importante. Es mucho más. Y, seguramente, ese mucho más lo iremos descubriendo con el paso de los años.
Porque a partir del Magisterio del Papa Francisco, queremos ser una UCA…
Que anuncie el Evangelio, el mejor tesoro que tenemos para compartir. Como él nos decía, «La Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y de obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente»[1]. Y el documento de Aparecida nos dice que «La Universidad Católica presta una importante ayuda a la iglesia en su visión evangelizadora. Se trata de un vital testimonio de orden institucional de Cristo y su mensaje, tan necesario y tan importante para las culturas impregnadas por el secularismo»[2].
Queremos ser una UCA en salida: porque Dios no está encerrado en su mundo, sino que sale. Dios siempre está en salida buscándonos. No está encerrado. Dios sale, sale continuamente a la búsqueda de las personas, porque quiere que nadie quede excluido de su plan de amor. Y por eso nos decía Francisco, también nuestras comunidades están llamadas a salir de los varios tipos de `fronteras´ que puedan existir, para ofrecer a todos la palabra de salvación de Jesús que él vino a traer. Se trata de abrirnos a horizontes de vida que ofrezcan esperanza a cuantos viven en las periferias existenciales y que aún no han experimentado o han perdido la fuerza y la luz del encuentro con Cristo[3].
Queremos ser una UCA sinodal: En su discurso al Congreso Mundial de Educación Católica, Francisco insistía en que las universidades deben repensar sus modelos pedagógicos desde la misericordia, el diálogo, el compromiso, el pensamiento crítico, la sinodalidad y la mística del encuentro[4]. Porque el tema de la sinodalidad no es un capítulo de un tratado de eclesiología o un eslogan, es el modo de ser y de Iglesia. Contiene lo que necesitamos todos entender, que caminamos juntos[5].
Queremos ser, a la luz de su magisterio. Una UCA hospital de campaña: que recibe a los heridos de la vida, a los rotos, `a los nadies´ en palabras de Eduardo Galeano, que reconoce que en cada hermano que sufre está el mismo Cristo, y que no queremos desentendernos, ni tampoco dejarnos ganar por la impotencia, como nos dijo hace unos días el papa León XIV. Decía Francisco, cuántas veces pensamos la misión en base a proyectos o programas. ¿Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias? Hoy el Señor nos dice claramente que la lógica del evangelio no convence con argumentos o estrategias, con tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar, aprendiendo a hospedar, porque la Iglesia es madre de corazón abierto, que recibe a todos, especialmente a quienes tienen necesidad de mayor cuidado[6].
Queremos ser una UCA que se anime a los cambios: Y por eso, también Francisco nos decía, la costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos, decía Francisco, ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas sean lo que son o lo que algunos han decidido que sean. Pero dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos a la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo, el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la palabra viva y eficaz del Resucitado[7].
Queremos ser a la luz del Magisterio de Francisco una UCA que sueña: Nos decía él que el sentido de la vida no es quedarse en la playa esperando que el viento traiga novedades. La salvación está mar en mar abierto, está en el impulso, en seguir los sueños, los verdaderos, los que sueñan con los ojos abiertos, que comportan esfuerzo, lucha, vientos contrarios, borrascas repentinas. Por favor, decía Francisco, no hay que dejarse paralizar por el miedo. Sueñen, sueñen en grande y sueñen juntos[8].
Al mismo tiempo, hoy también queremos crear formalmente la Cátedra Papa Francisco. Una usina de pensamiento y reflexión que tiene como misión consolidarse como un espacio institucional de alto nivel académico y pastoral, orientado a la producción, sistematización, enseñanza y proyección del Magisterio del Santo Padre Padre Francisco. Desde un abordaje interdisciplinario, situado y en diálogo con las ciencias sociales, la teología, la filosofía y la educación, esta cátedra buscará contribuir activamente a la transformación del mundo contemporáneo en línea con los valores del Evangelio, los principios de la doctrina social de la iglesia y la espiritualidad de la cultura del encuentro.
Y también damos a luz las becas Papa Francisco especialmente destinadas para jóvenes estudiantes de bajos recursos, para que puedan participar de esta casa de estudios y también para la formación de los futuros sacerdotes, nuestros seminaristas, para que forjen también un corazón con olor a oveja como quería el Papa pedirle a los pastores.
Definitivamente, el Papa Francisco regresó a la Argentina; parece que ha sido su último viaje, el viaje más comentado, el más discutido, el más anhelado por la mayoría y también y especialmente, el viaje más extenso, porque con nuestro compromiso será para siempre. Muchas gracias.
Mons. Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires
16 de septiembre 2025
Nota
[1] Francisco, Constitución apostólica Praedicate Evangelium, Ciudad del Vaticano marzo 2022.
[2]Documento de Aparecida 341.
[3] Francisco, Ángelus, 20 de septiembre de 2020.
[4] Francisco, discurso al Congreso Mundial de la Educación Católica, 2021.
[5] Francisco, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, Ciudad del Vaticano septiembre 2021.
[6] Francisco, Homilía, Misa en el campo grande de Ñu Guazú, Paraguay julio 2015.
[7] Francisco, Constitución apostólica Gaudate et exultate 137, Ciudad del Vaticano marzo 2021.
[8] Francisco, Discurso a los jóvenes, Atenas diciembre 2021.
Hermanas y hermanos:
Gracias a Dios una vez más nos juntamos en Luján quienes caminamos en la Iglesia diocesana de Quilmes, esta vez convocados con el lema: «Con la Virgen peregrinamos al Jubileo diocesano».
El próximo viernes 19 de septiembre se cumplen los 49 años del inicio de nuestra querida Diócesis de Quilmes, conmemorando a su vez los 49 años de la Ordenación de que es nuestro primer pastor, el Siervo de Dios Padre Obispo Jorge Novak.
Por esta razón, comenzaremos ese día el Jubileo “Bodas de oro” de la diócesis de Quilmes. Estamos todos convocados para participar ese día de la celebración de la Misa inaugural del Jubileo, en nuestra Catedral, a las 19 horas. Septiembre es un mes memorable para Quilmes, Florencio Varela y Berazategui. En Septiembre palpamos las raíces genuinas de nuestro ser como Iglesia particular, que brilla con luz propia dentro de las 3.172 jurisdicciones eclesiásticas en todo el mundo.
Les anuncio hoy, que he formado la comisión preparatoria para el tercer sínodo diocesano, presidida por el Padre Obispo Eduardo Redondo, auxiliar de Quilmes. A la brevedad, se darán a conocer los nombres de las personas que la integran.
También se ha creado el calendario del camino del tercer sínodo. El mismo deberemos tenerlo en cuenta en los 5 Decanatos. Todas las parroquias, comunidades religiosas, instituciones católicas y movimientos apostólicos, deberán respetar el CALENDARIO DEL SÍNODO cuando diseñen sus calendarios y programen sus actividades para el próximo año 2026.
Se dará a conocer también el reglamento que regirá la realización del Tercer sínodo diocesano.
«Con la Virgen peregrinamos al jubileo diocesano»
Este año queremos peregrinar acompañados por integrantes de la Vida Consagrada. Celebramos juntos su jubileo, que a nivel nacional lo han hecho la semana pasada. Que la Virgen Madre cuide a todas las personas consagradas de la Diócesis. Las saludamos con este fuerte aplauso.
Hoy, con todos los cristianos del mundo celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Es la fiesta patronal secundaria de la diócesis de Quilmes.
Por eso queremos decir juntos: “Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
Hemos escuchado en el Evangelio según san Juan: “De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”.
El destino de Jesús es “ser levantado en alto”, glorificado en la cruz, para que todos lo vean, y todos sepan hasta qué punto ha llegado su amor. Desde la cruz, Él derrama vida para todos, vida en abundancia; y los que la acogen van a tener, ya en este tiempo presente, una vida que no puede ser destruida.
Es por eso que aclamamos diciendo: “Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
La “gloria” de la cruz es el revés de la “gloria” del poder de este mundo. Para explicar todo esto a Nicodemo, un importante abogado judío, Jesús recuerda algo parecido que se encuentra en el libro de los Números; ha sido la primera lectura de este domingo. En el desierto, el pueblo de Israel pasó por grandes pruebas por su falta de fe, por sus conflictos y rebeldías. Una fue la plaga de serpientes venenosas que mordían a la gente, causando la muerte. Moisés, por sugerencia de Dios, levantó en un poste una serpiente de bronce. Si uno era mordido y levantaba los ojos a esa serpiente de bronce, quedaba sanado. De modo parecido, la humanidad mordida por la serpiente antigua, la que tentó a nuestros primeros padres en los orígenes, puede encontrar la salvación y la vida mirando a Jesús, levantado en la Cruz. Él es manifestación del amor de Dios, porque “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”.
Por eso, con fe y alegría decimos: “Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
Esta es la fuente de la verdadera alegría. Es la gran noticia: Dios ama al mundo, con toda su grandeza y con toda su miseria. Por amor, entregó a su propio Hijo para enseñar a la humanidad el camino del amor y de una vida que ni la muerte puede destruir: “para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga la vida eterna”. Un amor ofrecido a todos, todos, todos, sin excepción.
Hace falta levantar la mirada hacia Él, quitando los ojos de las cosas que hacen arrastrar al ser humano en el suelo, sujeto a las mordeduras de la serpiente venenosa. Dios mismo se ofrece en su Hijo Jesús, para acoger todo el sufrimiento y toda miseria humana, para que nadie se sienta solo, en ningún momento de la vida. Ninguno de nosotros es inocente, por supuesto. Pero Jesús no ha venido para juzgar, para condenar. No es el juez al modo como lo imaginaba Juan Bautista. La salvación es gratuita y ofrecida a todos. Él es la luz que brilla en las tinieblas. En nosotros está que decidamos caminar en la luz, o elijamos el camino de las tinieblas.
Seguir a Cristo luz, la luz que es la vida. Es la verdadera vocación de la humanidad. Eso ha sido simbolizado en el rito de la luz, en el día de nuestro Bautismo, cuando recibimos de la Iglesia, por medio de nuestros padrinos, la vela encendida, diciéndonos: “Recibe la luz de Cristo”.
Jesús cumple la profecía de Isaías que dice: “Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas” (Is. 42, 6-7)
Porque somos hijos de la luz, y no de las tinieblas, elevamos nuestros ojos, y contemplando a Cristo en la Cruz, decimos: “Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
Jesús también hoy nos dice, como a sus discípulos misioneros: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt. 16, 24)
Por eso mismo, siguiendo a Cristo, luz de los pueblos, los discípulos misioneros de Cristo llegaremos a ser un reflejo de su luz, como lo proclamaba también el profeta Isaías: “compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!». Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía” (Is. 58, 7-10)
La Colecta Nacional Más por Menos es una expresión de ese amor fraterno. Es una luz de esperanza en estos momentos oscuros que vivimos en la Patria. Los que tienen más, ayudan a los que menos tienen. Lo recolectado en 41 diócesis más pudientes, se reparte entre las 26 diócesis más necesitadas.
Muy distinta sería la Argentina, si los que tienen más poder adquisitivo ayudaran a los que no les alcanza para una vida digna. Qué distinta sería la Argentina si los gobiernos tuvieran en cuenta que los sectores más pudientes deben ser los que con sus impuestos ayuden a la promoción de los sectores más vulnerables. Esto es lo que enseña la centenaria doctrina social de la Iglesia en los principios de la justicia social y de redistribución de la riqueza. Nos suena fuerte esto, en este momento que vivimos, recordando agradecidos la enseñanza del querido papa Francisco, a casi cinco meses de su pascua.
(Hagamos un momento de silencio, en memoria del papa Francisco)
Por eso, con gran esperanza decimos acá, en Luján, junto a la Virgen: “Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
Traemos también a esta Misa, las palabras de nuestro Papa León, de hace 4 días, en la Plaza de San Pedro, meditando sobre la esperanza, concretamente cuando antes de expirar en la cruz, Cristo gritó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
“Queridos hermanos y hermanas, aprendamos también esto del Señor Jesús: aprendamos el grito de la esperanza cuando llega la hora de la prueba extrema. No para herir, sino para encomendarnos. No para gritar contra alguien, sino para abrir el corazón. Si nuestro grito es verdadero, podrá ser el umbral de una nueva luz, de un nuevo nacimiento. Como para Jesús: cuando todo parece acabado, en realidad, la salvación estaba a punto de iniciar. Si se manifiesta con la confianza y la libertad de los hijos de Dios, la voz sufriente de nuestra humanidad, unida a la voz de Cristo, se puede convertir en fuente de esperanza para nosotros y para quien está a nuestro lado” (León XIV. Catequesis del miércoles 10 de septiembre de 2025)
Motivo para decir, una vez más: “Te adoramos Cristo y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
Al finalizar, para acordarnos todos:
– Todos están invitados para el viernes 19 de septiembre, a las 19 horas, en la catedral: Inicio del Jubileo “Bodas de oro” de la diócesis de Quilmes.
– Segundo encuentro sinodal decanal: 9 de noviembre.
«Con la Virgen peregrinamos al jubileo diocesano»
Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes
Su excelencia monseñor Hugo Santiago, obispo de San Nicolás de los Arroyos,
Reverendo padre Héctor Molfesa, párroco de la parroquia de Nuestra Señora de Socorro,
Reverendos padres, religiosos, religiosas, etc.
Honorables autoridades civiles,
Queridos Hermano y Hermanas.
Asistimos hoy día a una ceremonia extraordinaria, confieso que nunca he participado a la proclamación de una Basílica Menor, y mucho menos he celebrado la eucaristía con la declaración de tal título, por lo tanto, me siento muy privilegiado y honorado. Digo todo esto para que nosotros aquí presentes nos demos cuenta de este momento histórico para San Pedro. Así es, la ciudad de San Pedro desde hoy día tiene una Basílica Menor. Hasta ahora solo 49 iglesias de Argentina tenían este título y aproximadamente 1500 templos en el mundo entero. La proclamación de hoy es un orgullo para todos los habitantes de San Pedro. Ustedes tienen un templo digno y bello como edificio de Dios e Iglesia donde se celebra el santo culto y se alzan oraciones a Dios.
Saludo a todos ustedes en el nombre del Papa León XIV, nuestro querido Santo Padre que tengo honor de representar, pero durante nuestra eucaristía, también está presente la memoria del Papa difunto Francisco. Fue él quien en el mes de diciembre de 2024 elevó esta iglesia a la dignidad de la Basílica. Podemos decir que nuestra celebración es un recuerdo del amor del Papa Francisco a su tierra, Argentina. Durante nuestra celebración queremos recordar el papa argentino con amor y gratitud. Estamos agradecidos por el don del Papa León, pero estamos orgullosos por los doce años del pontificado del Papa Francisco; los argentinos deben, en manera particular, cultivar la memoria del papa argentino.
Asistimos a la proclamación de Basílica de un templo, es más que natural preguntarnos qué significa esto. En tiempos antiguos, en Roma y en Grecia, la basílica era un edificio suntuoso destinado al uso público, como por ejemplo los tribunales, y se situaba en el centro de la ciudad.
En los tiempos del cristianismo, este título se comenzó a utilizar para las iglesias más importantes. Estamos este año, 2025, celebrando el año santo. El primo año santo fue proclamado en el año 1300, por Papa Bonifacio VIII (octavo). Este papa instituyó el Año Santo y estableció las indulgencias. Bonifacio VIII concedió "grandes remisiones e indulgencias por los pecados", que se obtenían "por visitar la ciudad de Roma y la venerable basílica del Príncipe de los Apóstoles". Llegando a detalles más precisos, reconoció "no sólo plena y abundantemente, sino el más completo perdón de todos los pecados", a aquellos que cumplieran determinadas condiciones. En primer lugar, los que verdaderamente hacían penitencia para confesar sus pecados, y en segundo lugar, los que visitaran las basílicas de San Pedro y de San Pablo, respectivos sitios de entierro de los apóstoles Pedro y Pablo.
En el segundo año santo celebrado en 1350, el papa Clemente VI añadió una tercera gran basílica: San Juan de Letrán, catedral de Roma. En esta ocasión se exhortaba a visitar San Juan de Letrán, además de las basílicas de San Pedro y San Pablo Extramuros. Por último, en el jubileo de 1390, se añadió la Basílica de Santa María la Mayor, la iglesia más antigua dedicada a la Virgen María. De esta manera tenemos solo cuatro Basílicas mayores, y en el mundo entero desde año 1783, las basílicas menores.
La proclamación de una Basílica significa que este templo es privilegiado entre otros templos. Como señales de este privilegio una basílica tiene la umbrella (umbráculo) y el tintinábulo.
La umbrella es símbolo de la dignidad pontificia de este templo y símbolo de la especial unión de la basílica con el Sucesor de Pedro.
Al comienzo del mes de junio, he participado a la reunión de todos los nuncios del mundo con el Papa León XIV, el Sumo Pontífice nos regaló un anillo con la inscripción en latín “sub umbra Petri”, bajo la sombra de Pedro. Y esto me parece lleno significado respecto a la umbrella en cada basílica: la obediencia, la comunión y la unidad con el Papa, el sucesor de San Pedro. Estar bajo la sombra del Santo Padre. Me permito de observar que en una ciudad llamada San Pedro esto es algo más que natural.
El tintinábulo, la campanilla que llama al culto ininterrumpido al Señor. Una llamada a celebrar el oficio en la Basílica, que sea un ejemplo para los demás templos de la Diócesis. Una campanilla que anuncia el camino de la Iglesia en el mundo, a través de la formación bíblica y religiosa de los fieles.
Nuestra celebración se realiza el día 8 de septiembre; la fiesta patronal de esta Iglesia dedicada a Nuestra Señora de Socorro, Patrona de la ciudad de San Pedro desde el año 1763.
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Las lecturas bíblicas de nuestra solemnidad son aquellas del Nacimiento de la Virgen María, que se celebra también hoy día.
El profeta Miqueas, en el siglo VIII antes de Cristo, anuncia la futura venida del Mesías, y precisamente en Belén de Judá. Es un anuncio lleno de esperanza para el pueblo: Dios envía a uno que cumplirá su misión de pastor "con la fuerza del Señor" y nos traerá a todos la paz. En este anuncio hay también una referencia a la madre: "el tiempo en que la madre dé a luz".
San Pablo en la carta a los romanos describe con entusiasmo cuál es el plan salvador de Dios, que nos ha predestinado "a ser imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos". Todos pertenecemos a la familia de Dios, "hijos en el Hijo", "hermanos del Hermano".
Las lecturas no hablan tanto de la Virgen y su nacimiento, sino de su Hijo, de Cristo Jesús, de quien ella recibe toda la luz y toda la importancia. Pero es bueno que páginas como esta de Pablo las leamos en la fiesta de la Madre, que lo es no sólo de Cristo Jesús, sino también de todos los que formamos la comunidad de Jesús.
Por eso podemos hacer nuestras las palabras entusiastas del salmo: "Mi corazón, se alegra en el Señor, se alegra en el Señor".
Asimismo, en la página evangélica, Cristo Jesús es el centro de la atención. Tiene dos partes, que sería bueno leer enteras: la lista genealógica de Jesús, que llega hasta "José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo", y el relato de cómo fue el nacimiento de Jesús.
La lista de los antepasados de Jesús, que leemos también en el Adviento (el 17 de diciembre), nos hace alegrarnos que Dios haya querido encarnarse de verdad en la historia de nuestra raza humana. Al hacerse del pueblo de Judá y, en concreto, de la línea mesiánica de la casa de David, Dios ha demostrado que quiere ser "Dios-con-nosotros" y ha asumido nuestra historia, a veces no demasiado gloriosa por los nombres que aparecen en la genealogía de Jesús.
El anuncio del ángel a José nos sitúa ante el misterio de un nacimiento, el de Jesús, que tiene como protagonista a Dios y a su Espíritu, pero que también cuenta con la humilde y finísima colaboración de José y de María.
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Asistimos hoy día a la proclamación de un templo a Basílica menor. En esta ocasión no olvidamos que la imagen del templo se aplica a todos los creyentes. El bautismo nos ha constituido espacios de lo santo. San Pablo se lo recordaba a los cristianos de Corinto, en orden a hacerles conscientes de su dignidad: "¿No saben que son santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? " San Pedro nos llama piedras vivas de la construcción de un templo espiritual (1 Pedro 2, 5).
María es, a título especial, ese Templo de Dios, "por haber llevado en sus entrañas inmaculadas al mismo Hijo de Dios. Por haber amado intensamente a Cristo y haber guardado fielmente sus palabras, el Hijo y el Padre vinieron a ella e hicieron morada en ella". Al celebrar a María como espacio de lo sagrado, comprendemos que Dios ama al ser humano - Dios nos ama - y que, a pesar de nuestra condición frágil nos modeló a su imagen y semejanza.
Por la intercesión de Nuestra Señora del Socorro pedimos la gracia de ser piedras vivas del Santuario de Dios. Que Dios bendiga a todos aquellos que visitan esta Basílica y a todos habitantes de San Pedro.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico