Discípulo de los Apóstoles, segundo sucesor de San Pedro en la sede episcopal de Antioquía, San Ignacio fue con San Policarpo, el más ilustre de los Padres Apostólicos. Sus Cartas a la Iglesia de Asia y Roma son los más preciosos documentos de esa época. En ellas aparece por primera vez la expresión "Iglesia Católica". Durante la persecución del emperador Trajano fue condenado a ser llevado a Roma donde sería echado a las fieras del circo romano. Su viaje desde Antioquía a la capital del imperio fue un verdadero acontecimiento para los cristianos, que salían a verlo en todos los puertos, ávidos de escuchar su palabra. Aludiendo a su futuro martirio escribía a los cristianos de Roma: "Soy trigo de Cristo, dejen que sea molido por las bestias para llegar a ser pan agradable al Señor". Murió arrojado a los leones el año 107.