Carta apostólica de León XIV a 60 años de la Gravissimum educationis
- 28 de octubre, 2025
- Ciudad del Vaticano (AICA)
En la carta "Diseñar nuevos mapas de esperanza", publicada el 28 de octubre, el Papa reafirma y amplía la visión del documento conciliar, aplicándola a los desafíos del presente.
El Papa firma la carta "Trazando nuevos mapas de esperanza" a 60 años de la Gravissimum Educationis
En el marco del Jubileo de la Educación, el papa León XIV firmó la carta apostólica "Diseñar nuevos mapas de esperanza", publicada hoy por el Vaticano, para conmemorar el sexagésimo aniversario del documento conciliar Gravissimum educationis. En ella, el Papa reafirma y amplía la visión de dicho documento, aplicándola a los desafíos del presente.
Al reflexionar sobre los millones de niños que aún carecen de acceso a la educación básica y sobre las crisis educativas causadas por la guerra, la migración, la desigualdad y la pobreza, el Papa pregunta cómo la educación cristiana puede responder hoy.
En su carta apostólica, el pontífice señala que las ideas de Gravissimum educationis siguen siendo relevantes en el entorno fragmentado y digitalizado de hoy, y continúan inspirando a las comunidades educativas a construir puentes y ofrecer formación cívica y profesional con creatividad. Esta dirección, trazada por primera vez por el Concilio Vaticano II, generó una rica gama de obras y carismas que siguen siendo un tesoro espiritual y pedagógico para la Iglesia.
Los carismas educativos como respuestas vivas
La Carta enfatiza que los carismas educativos no son fórmulas fijas, sino respuestas vivas a las necesidades de cada época. Recordando la enseñanza de san Agustín sobre el verdadero educador como aquel que despierta el deseo de verdad y libertad, el Papa examina la tradición que abarca desde las comunidades monásticas hasta las órdenes mendicantes y la Ratio Studiorum, donde el pensamiento escolástico se encontró con la espiritualidad ignaciana.
Recuerda las contribuciones de educadores como San José de Calasanz, San Juan Bautista de La Salle, San Marcelino Champagnat y San Juan Bosco, quienes impulsaron métodos educativos distintivos al servicio de los pobres y marginados. También destaca el testimonio pionero de religiosas y laicas -entre ellas, Vicenta María López y Vicuña, Francisca Cabrini, Josefina Bakhita, María Montessori, Katharine Drexel y Elizabeth Ann Seton- que ampliaron el acceso a la educación para niñas, migrantes y personas desfavorecidas.
La educación como misión compartida
El Santo Padre subraya que la educación es siempre un esfuerzo colectivo en el que participan docentes, estudiantes, familias, administradores, pastores y la sociedad civil. Recuerda el pensamiento de San John Henry Newman -ahora nombrado copatrono del mundo educativo junto con Santo Tomás de Aquino- como modelo de rigor intelectual unido a una profunda humanidad.
El Papa anima a la renovación en los entornos educativos mediante la empatía y la apertura, insistiendo en que la educación debe formar a la persona en su totalidad, integrando el conocimiento con el corazón y la capacidad de discernimiento. Las escuelas y universidades católicas deben ser lugares donde la indagación se guíe y apoye, no se suprima. La docencia, añade, debe entenderse como una vocación de servicio que ofrece tiempo, confianza, competencia y compasión, uniendo la justicia con la misericordia.
La persona humana en el centro
La Carta reafirma la advertencia de Pablo VI contra la reducción de la educación al entrenamiento funcional o la productividad económica. La educación, escribe el Papa León, debe servir a la dignidad humana y al bien común. Una persona no puede limitarse a un conjunto de habilidades mensurables ni a un perfil digital predecible, sino que debe ser reconocida como un individuo único con un rostro, una historia y una vocación.
Restablecer la confianza en medio del conflicto
Sin caer en la nostalgia, el Papa sitúa su reflexión firmemente en el presente. Utilizando la imagen de estrellas fijas para describir los principios que rigen la educación, enfatiza que la verdad se descubre en la comunión, que la libertad implica responsabilidad y que la autoridad debe ejercerse como servicio.
Llama a la educación católica a reconstruir la confianza en un mundo marcado por el miedo y la división, cultivando un sentido de pertenencia compartida que fomente la fraternidad entre los pueblos y las naciones.
El entrelazamiento de la fe, la cultura y la vida
Al recordar sus años de servicio en la diócesis de Chiclayo, Perú, el pontífice reflexiona sobre la educación como un camino gradual de crecimiento, construido con dedicación y perseverancia. Presenta las escuelas católicas como comunidades donde la fe, la cultura y la vida se unen en armonía.
Las actualizaciones técnicas por sí solas, escribe, no son suficientes para afrontar los desafíos contemporáneos; se necesita discernimiento y coherencia de visión. El testimonio del educador, tanto intelectual como espiritual, es tan importante como la instrucción en el aula. Por ello, la formación del profesorado -académica, pedagógica, cultural y espiritual- se describe como esencial para la misión de la educación católica.
La familia como primera educadora
El Papa reafirma que la familia sigue siendo el lugar primero y fundamental de la educación. Otras instituciones pueden apoyarla, pero nunca sustituirla. La colaboración entre familias, escuelas y la comunidad en general es esencial, basada en la escucha, la responsabilidad compartida y la confianza mutua.
En un mundo interconectado, la formación también debe estar interconectada. El Papa fomenta una mayor cooperación entre escuelas parroquiales y diocesanas, universidades, institutos profesionales, movimientos e iniciativas digitales y pastorales. Las diferencias en métodos o estructuras, señala, deben considerarse recursos más que obstáculos, contribuyendo a un todo coherente y fructífero. El futuro, afirma, exige mayor colaboración y unidad de propósito.
Vinculando la justicia social y ambiental
La educación integral, insiste la Carta, integra todas las dimensiones de la persona y considera la fe no como una asignatura más, sino como el aliento que vivifica todo aprendizaje. De esta manera, la educación católica se convierte en semillero de un humanismo integral capaz de responder a las urgentes preguntas de nuestro tiempo.
El Papa sitúa esto en un mundo herido por el conflicto y la violencia. La educación para la paz, explica, no es pasiva, sino activa: rechaza la agresión, enseña la reconciliación y cultiva un lenguaje de misericordia y justicia. Conecta esta misión con la necesidad de vincular la justicia social y ambiental, recordando a los lectores que cuando la tierra sufre, los pobres sufren más. Por lo tanto, la educación debe formar conciencias capaces de elegir lo correcto, no solo lo ventajoso, y de promover estilos de vida sostenibles y sencillos.
La tecnología al servicio de la humanidad
Basándose nuevamente en las enseñanzas del Vaticano II, León XIV advierte contra la subordinación de la educación a la lógica del mercado o a los intereses financieros. Exhorta al uso responsable de la tecnología, que debería enriquecer el aprendizaje en lugar de debilitar las relaciones o la vida comunitaria.
Advierte contra la eficiencia puramente técnica, carente de alma, y contra el conocimiento estandarizado que empobrece el espíritu humano. Ningún sistema digital, observa, puede reemplazar las capacidades humanas que hacen que la educación sea plenamente vital: la imaginación, el arte, la creatividad, la empatía e incluso la disposición a aprender del error. La inteligencia artificial y los entornos digitales, añade, deben guiarse por la reflexión ética y la preocupación por la dignidad humana, la justicia y el valor del trabajo.
Hacia una cultura del encuentro
Basándose en el legado del papa Francisco y el Pacto Educativo Mundial, León XIV identifica tres prioridades actuales: el cultivo de la vida interior, que responde a la búsqueda de profundidad de los jóvenes; la formación de una cultura digital humana que coloque a la persona antes que al algoritmo; y la educación de las nuevas generaciones en los caminos de la paz, el diálogo y la reconciliación.
Aboga por una nueva cultura educativa caracterizada por la cooperación más que por la rivalidad, y por el discernimiento compartido más que por una jerarquía rígida.
Una sinfonía del Espíritu
En conclusión, la Carta invita a los educadores a usar un lenguaje sanador, a mantener un corazón abierto y perspicaz, y a afrontar los desafíos actuales con valentía y generosidad. El Papa reconoce las verdaderas dificultades del presente: la atención fragmentada causada por la hiperdigitalización, las relaciones frágiles, la inseguridad social y la desigualdad.
Frente a estas amenazas, insta a un espíritu de inclusión y gratuidad evangélica que se exprese en actos concretos de justicia y solidaridad. Cuando la educación pierde de vista a los pobres, advierte, pierde su esencia misma.+
