Nuestra Señora que desata los nudos fue coronada en San José del Talar
- 8 de noviembre, 2021
- Buenos Aires (AICA)
Con una celebración presidida por el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, el domingo 7 de noviembre fue coronada la imagen de Nuestra Señora que desata los nudos.
La parroquia San José del Talar, y santuario de Nuestra Señora que desata los nudos, en el barrio porteño de Villa Pueyrredón, celebró el 7 de noviembre la coronación de la imagen de Nuestra Señora que desata los nudos.
La ceremonia estuvo presidida por el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina, Mario Aurelio Poli, y concelebrada por el obispo auxiliar, monseñor Juan Carlos Ares, y el párroco del santuario, presbítero Ricardo Aloé, junto con diez sacerdotes, entre ellos Rodolfo Arroyo, quien recibió la imagen de la Virgen en 1996.
La ceremonia comenzó cuando el cuadro fue retirado de su lugar habitual de veneración y trasladado por dos feligreses hasta el altar. Luego fue leída la carta que envió para esta ocasión el papa Francisco: “Hace 25 años, el 8 de diciembre de 1996, llegaba a esta casa de San José del Talar, la imagen de Nuestra Señora que desata los nudos. Y llegaba como es Ella: humilde y silenciosa, a esta parroquia que la recibió, como algún día San José también la recibió en su casa”, expresó el Santo Padre en su mensaje.
“Desde ese día, y cada vez más, miles de peregrinos se acercaron a conocer su imagen, a confiarle sus intenciones, a dejar en sus manos tiernas de Madre los nudos de sus vidas. Con una oración, con un gesto, o simplemente con una mirada de amor hacia Ella, tantos hijos suyos han recibido la paz, el consuelo y la fortaleza, han renovado la fe y la esperanza, y se han reencontrado con la Misericordia, la ternura y la cercanía de Dios”, valoróa.
“En este Año Jubilar dedicado a San José, también le confiamos al Castísimo Esposo, nuestras vidas, para que nos regale la gracia de su fidelidad, de su humildad, y de su silenciosa perseverancia en la fe y en el abandono en la Voluntad del Padre”.
“En ella pongamos nuestra esperanza, para ser testigos fieles y humildes del Evangelio de la misericordia y la ternura de Dios”, animóa.
En su homilía, el cardenal Poli reconoció que “es un día de fiesta para nuestra Iglesia porteña en el santuario de Nuestra Señora que desata los nudos”, y afirmó: “En la ciudad te necesitamos”.
“En la vida pública de Jesús aparece en forma muy revelada su madre, ya desde el principio”, recordó el cardenal, cuando comienzan los signos de Jesús, “signos para anunciar el reino del cual Él es rey, pero no un rey de este mundo sino Rey del Universo”.
“La imagen de Nuestra Señora que desata los nudos representa a la Virgen Madre, atenta a los padecimientos de sus hijos. La Virgen, solícita, ayuda a sus hijos, misión que Jesús le encomendó desde la cruz ante el discípulo amado”, destacó.
Y en referencia al Evangelio de las bodas de Caná, que marca el comienzo de la vida pública de Jesús, el purpurado se centró en la figura de María y sus palabras: “Hijo, no tienen vino”.
“Son conocidos los acontecimientos que siguieron a aquellas sencillas palabras de la Madre. Un milagro simple, sencillo, el agua convertida en vino. Estas señales son de Jesús que hace decir al Evangelio que Jesús con este signo manifestó su gloria, y creyeron en él y sus discípulos”.
El cardenal mencionó luego las palabras de María hacia los criados: “Hagan todo lo que Él les diga”. “Una jaculatoria que siempre nos repite María cuando venimos a su santuario”.
“María crió a Jesús, lo tuvo en su seno, le cambió los pañales, lo conoce. Y ahora María deposita su fe en el poder mesiánico de su hijo. Ella confía y Jesús hace el milagro. Qué comunión espiritual revela el Evangelio de san Juan entre Jesús y su Madre. Y eso nos llena de consuelo, de confianza. El hecho es elocuente. Jesús lo hizo por la delicada intercesión de su Madre”, enfatizó.
“María está en los detalles. En Caná de Galilea se muestra solo un aspecto de la indigencia humana. María está en los detalles y en todas las circunstancias de sus hijos. El salir al encuentro de las necesidades de los hombres significa –al mismo tiempo– su contundente confianza en el poder salvífico de Cristo como así también su solícita colaboración en el misterio de la redención de su Hijo en la cruz”, sostuvo.
“Fue al pie del sacrificio que María fue testigo de un amor que llega al extremo. Ahí estará su mamá, con el corazón abierto y dolorido para recibir a todos los hijos salvados por su amado hijo. A partir de ese momento, María se pone entre su hijo y los hombres, en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos”.
“Ella ahora intercede en el Cielo por todos los que la reconocen como Madre. Ahora va Ella y le dice a Jesús continuamente: ‘Hijo, no tienen techo, no tienen trabajo, no tienen paz, no tienen salud, no tienen vida digna… cuidá a los niños, hijo…’. Cuando nos colocamos ante el ícono de Nuestra Señora que desata los nudos, Ella dice en el cielo: ‘Hijo, escucha a tus hijos’”.
Finalmente, consideró que “este regalo de María nos convoca a que Ella reine en nuestros corazones. Cada vez que venimos al santuario pedimos gracias materiales y espirituales, en circunstancias muy diversas. La Virgen no pregunta, solo mira y escucha. Y aprendió como su hijo a mirar y escuchar con el corazón. No con los sentidos”.
“Que en este acto de amor que le hacemos a la Virgen quede también en nuestro corazón su regalo”, concluyó.
Luego de la coronación, sonaron las campanas y se cantó el “Bendita sea tu pureza” con mucha alegría. Se repartieron estampas con la imagen coronada de la Virgen y se rezó la nueva oración donde se la proclama Reina.
También se pidió de modo especial por el padre Omar Di Mario fallecido este año, víctima de Covid-19, que fue párroco del santuario.+