San Juan: tres nuevos sacerdotes y un diácono para la arquidiócesis
- 19 de marzo, 2024
- San Juan (AICA)
El arzobispo Jorge Lozano ordenó presbíteros a Pablo Montaño, Sergio Díaz y Renzo Gallo, y confirió el diaconado a Gastón Molina. Todos ellos fueron formados en el seminario Ntra. Señora de Guadalupe.
El arzobispo de San Juan, monseñor Jorge Lozano, ordenó sacerdotes a los seminaristas Pablo Montaño, Sergio Díaz y Renzo Gallo, y le confirió el diaconado al acólito Gastón Molina, en la celebración eucarística que presidió el viernes 15 de marzo, en el polideportivo del colegio Nuestra Señora de Luján.
Concelebraron la misa los obispos auxiliares, monseñor Gustavo Larrazábal CMF y monseñor Mario Robles; el obispo de San Rafael, monseñor Carlos Domínguez OAR; y sacerdotes del clero local. También participó una multitud de fieles y algunos miembros de las familias de los ordenandos.
Los cuatro se formaron en el seminario arquidiocesano Nuestra Señora de Guadalupe y San José, donde actualmente estudian 21 jóvenes de esa provincia cuyana.
En la homilía, Mons. Lozano señaló: “Hoy es un día de fiesta para la Iglesia en San Juan. Estos cuatro hermanos nuestros darán un paso importante en su camino de fe, y entregarán su vida como ofrenda para nosotros. Dios nos quiere en gran manera, alabemos su misericordia. Saludamos de modo especial a sus familiares y amigos, que tan importantes han sido en la historia de la vocación.”
“Ellos han elegido las lecturas que proclamamos, y quieren que esta Palabra nos ilumine en este momento. Para quienes somos obispos, presbíteros y diáconos, esta celebración nos lleva en la memoria a los inicios de nuestro servicio ministerial”, continuó.
Dirigiéndose a los tres sacerdotes y al diácono, el prelado les recordó: “Ustedes se consagran, por el sacramento del Orden Sagrado, diácono y presbíteros, para celebrar el culto a Dios, y acerca de esta dimensión sacerdotal nos enseña la parábola del Buen Samaritano. Alaben a Dios como a Él le gusta ser alabado”.
“Para ello -dijo-, es necesario purificar la mirada. Achicar distancias hasta ‘tocar la carne de Cristo sufriente en el pueblo’ (EG 24). No podemos adorar a Cristo en la Eucaristía y ser altaneros con los pobres. Sería una grave contradicción”.
Mons. Lozano aseguró, además, que “estamos llamados a tratar con cuidado las heridas físicas y existenciales, porque allí encontramos a Jesús. Convocados para ser otros Cristos, otros samaritanos, para tantos caídos y despojados. Este servicio se convierte en un signo profético de esperanza”.
Además, les pidió que “vayan a los caídos al borde de los caminos. No sean pescadores en la pecera. Alienten a quienes gozan del fuego tibio en el interior de la casa, pero vayan a la intemperie”. “Tengamos siempre presente la enseñanza del Evangelio: amar a Dios y al prójimo ‘vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios’”, enfatizó.
Por otra parte, el prelado insistió en que, en el camino sinodal universal, “estamos reflexionando acerca del modo de vivir los vínculos entre los creyentes y los pastores, en las comunidades cristianas y en la Iglesia toda”.
Y finalizó: “Qué bueno cuando los fieles hablan del diácono, el sacerdote o el obispo diciendo: 'nunca critica'; 'reza'; 'trata con ternura a los enfermos y pobres'; 'encarna al Buen Samaritano'”.