Viernes 22 de noviembre de 2024

Mons. Uriona llamó a vivir intensamente nuestra fe

  • 15 de octubre, 2020
  • Río Cuarto (Córdoba) (AICA)
El obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto, monseñor Adolfo Uriona FDP, presidió la misa dominical en la parroquia San Roque.
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En el 28° domingo durante el año, el obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto, monseñor Adolfo Uriona FDP, presidió la Eucaristía en la parroquia San Roque.

En su homilía, señaló: “Nos juntamos como comunidad, ustedes desde su casa, siguiendo la Eucaristía, tratando de penetrar en esta Palabra de Dios que siempre nos habla, y de vivir intensamente este momento donde damos gracias a Dios porque está en medio de nosotros”.

En referencia a la parábola del Evangelio, destacó que “es una continuación de las parábolas que hemos escuchado en estos domingos anteriores”. En la primera lectura, indicó, “se nos dice que Dios va a preparar al final de los tiempos un festín para todos los pueblos, un festín de manjares suculentos”, pero también “hace referencia al Reino de los Cielos”.

“La parábola va dirigida a los mismos interlocutores, a los jefes del pueblo, a los ancianos, a los escribas y fariseos. En el caso que hoy nos toca, así como los de la viña rechazaron al hijo, rechazaron a los enviados por el padre, aquí también se rechaza la invitación: Un rey manda a sus servidores para que vengan a aquellos que han sido invitados a la boda de su hijo, una gran fiesta. Se casaba el hijo del rey, y había preparado todo con gran cariño, pero estas personas no se interesaron, indiferentes, cada uno se fue por su lado e incluso algunos dicen que maltrataron a los enviados”, relató.

“Entonces, dice el Señor, cuenta en la parábola, que el rey mandó su ejército para que matara a esas personas”, continuó. “Y después tiene como otro añadido esta parábola, que en Lucas no está: Nos encontramos con este hombre que no tiene el traje de fiesta y entonces es expulsado del banquete. Pareciera ser que en un principio eran dos parábolas, que después Mateo unió en una sola”, consideró.

“Veamos entonces qué les quería decir Jesús y qué nos dice a nosotros hoy, porque la Palabra de Dios, como decíamos el domingo pasado, es siempre viva y eficaz, evidentemente está dirigida a los jefes del pueblo que estaban preparando ya la muerte de Jesús y buscando la manera de cómo aprehenderlo y matarlo”, afirmó. 

“Nos dice que otras personas van a asumir el lugar de la fiesta. Aquellos a quienes estaba destinada, la rechazaron. Entonces va a la vera del camino, va a los lugares fuera de la ciudad, donde están quizá las personas más pobres. Todos ellos son invitados a participar del banquete, significa que nuestra Iglesia, en el Reino, es abierto a todos: Es católica, es universal, es para todos”.

“Vivir el banquete es una realidad, no para algunos, no para aquellos primeros destinados, sino para todos los de buena voluntad, y nosotros también somos llamados a este banquete, y el banquete es vivir con alegría nuestra fe cristiana”, aseguró.

“Tenemos la Palabra de Dios, tenemos los sacramentos, tenemos la posibilidad del perdón, la posibilidad de la Eucaristía, la vivencia comunitaria. ¿Qué mayor alegría que eso? A eso nos invita el Señor, el Reino está aquí. Lo tenemos que vivir con todos esos medios que el Señor nos regaló a través de su redención”.

Finalmente, reflexionó: “Entonces, la primera parte de esta parábola nos dice: aprovechemos y vivamos con alegría nuestra fe cristiana en la fiesta del Reino, no nos perdamos la fiesta, vivamos nuestra fe, no con cara triste sino con mucha alegría, a pesar de las dificultades que todos tenemos y más en estos tiempos. Y la segunda parte es acerca del vestido de fiesta: todos somos invitados pero no por el hecho de estar bautizados ya tenemos asegurada la salvación. Tenemos que vivir intensamente esa fe”.

En ese sentido, planteó: “¿Qué sería estar vestido de fiesta? Estar vestido de fiesta sería buscar constantemente a Dios desde la fe, con todo nuestro corazón, vivir en la esperanza de que Él acompaña nuestra existencia y nos ayuda a caminar en medio de las dificultades, pero sobre todo vivir el amor, la caridad”, sostuvo.

“Solamente el amor es el que nos viste de fiesta: cuando amamos de corazón en las pequeñas circunstancias de nuestra vida y en las grandes también, allí entonces somos capaces de gozar de la fiesta y estar con el traje”, concluyó.+