Jueves 21 de noviembre de 2024

Mons. Scozzina: 'El cuidado de la creación es una responsabilidad de todos'

  • 3 de septiembre, 2023
  • San Ramón de la Nueva Orán (Salta) (AICA)
"Este tiempo nos motiva a cuidarla en nosotros, en los hermanos y en la madre tierra. Urge tomar conciencia de nuestra responsabilidad en el cuidado de la Casa Común", dijo el obispo de Orán.
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El obispo de Orán, monseñor Luis Scozzina OFM, dio a conocer un mensaje por el tiempo ecuménico de la creación de este año que está acompañado por el lema 'Que la justicia y la paz fluyan’. La Iglesia Católica y las Iglesias de rito oriental, celebran este tiempo del 1° de septiembre al 4 de octubre.

"En este tiempo -señaló el prelado- reflexionaremos y fomentaremos actitudes y prácticas en el cuidado de la casa común. Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin un cuidado de la madre tierra y de una solidaridad intergeneracional”. “Urge tomar conciencia de nuestra responsabilidad en el cuidado de la Casa Común, y el derecho que las nuevas generaciones, presentes y futuras, tienen a recibirla y disfrutarla”.

Recordó que la "educación ambiental presente en la currícula escolar motiva a chicos y chicas como cuidadores del planeta y se desvanece ante la incoherente actitud de los adultos. Educamos primeramente con el ejemplo. El aire es un bien común, el agua es un bien común, sin embargo se presenta como un derecho de pocos y a un alto costo”, e insitió en que "estamos llamados, por el creador y por el Evangelio, a cambiar la forma en que vivimos, actuamos y nos relacionamos”.

“Que, en este tiempo de la creación, como seguidores de Cristo en nuestro común camino sinodal, vivamos, trabajemos y oremos para que nuestra casa común esté llena nuevamente de vida”, finalizó.

Texto del mensaje
Queridos hermanas y hermanos: paz y bien.

"Que la justicia y la paz fluyan" es el tema del Tiempo ecuménico de la Creación de este año, inspirado en las palabras del profeta Amós: «Que el derecho corra como el agua, y la justicia como un torrente inagotable» (5,24).

Desde el 1° de setiembre hasta el 4 de octubre, toda Iglesia junto a las Iglesias orientales celebra el “Tiempo de la creación”, en este tiempo reflexionaremos y fomentaremos actitudes y prácticas en el cuidado de la casa común. Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin un cuidado de la madre tierra y de una solidaridad intergeneracional.

Urge tomar conciencia de nuestra responsabilidad en el cuidado de la Casa Común, y el derecho que las nuevas generaciones, presentes y futuras, tienen a recibirla y disfrutarla.

Los desmontes sistemáticos y los intereses económicos de quienes lo justifican han contribuido al agravamiento de la crisis climática en el norte salteño y sus consecuencias: avance de enfermedades tropicales, extinción de especies, contaminación de ríos, apropiación de sus cuencas de aguas, incendios que, por meses el año pasado, dañaron la biósfera de Yungas, provocando daños irreversibles a su biodiversidad y acentuando otros.

La explotación desmedida del litio en la Puna agravará la situación porque en la Naturaleza todo está interconectado. Los basurales a cielo abierto donde habitamos, interpelan la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene en los residuos que genera y que allí se depositan.

La educación ambiental presente en las currícula escolar motiva a chicos y chicas como cuidadores del planeta y se desvanece ante la incoherente actitud de los adultos. Educamos primeramente con el ejemplo. El aire es un bien común, el agua es un bien común sin embargo se presenta como un derecho de pocos y a un alto costo.

Hemos celebrado a San Ramón Nonato patrono de la Diócesis, quien cuidó de la Vida, este tiempo de la Creación nos motiva a cuidarla en nosotros, en los hermanos y en la madre tierra.

Toda iniciativa, personal, comunitaria o de la sociedad civil que comporte un compromiso con el cuidado de nuestra casa común y de los hermanos y hermanas más vulnerables, deben ser conocidas, sostenidas y promovidas.

Estamos llamados, por el Creador y por el Evangelio, a cambiar la forma en que vivimos, actuamos y nos relacionamos. El Papa Francisco nos dice, con sencillez y contundencia, que la humanidad tiene que cambiar y más aún, convertirse, el cuidado de la creación es una responsabilidad de todos.

Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al creador, ya que Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, “no es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos. Esto cuestiona seriamente los hábitos injustos de una parte de la humanidad” (LS §93). “Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (LS §93).

Al igual que otras tradiciones, nuestra “gran riqueza de la espiritualidad cristiana, generada por veinte siglos de experiencias personales y comunitarias, ofrece un bello aporte al intento de renovar la humanidad” (LS §216). Más que ideas, “lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir”, y puede generar “motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo” (LS §216).

Si de verdad nos preocupamos por desarrollar una ecología capaz de sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado (LS §63), incluidas las religiones y las riquezas culturales y espirituales de los muy diversos pueblos (LS §34). En este espíritu, agradecemos a las comunidades aborígenes del mundo sus valientes esfuerzos por proteger la Tierra (LS §146).

San Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. (LS §10).

“Que, en este Tiempo de la Creación, como seguidores de Cristo en nuestro común camino sinodal, vivamos, trabajemos y oremos para que nuestra casa común esté llena nuevamente de vida".+