Mons. Castagna y tres parábolas que manifiestan la cercanía misericordiosa de Dios
- 9 de septiembre, 2016
- Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, dedicó su sugerencia para la homilía dominical a reflexionar sobre tres parábolas "en las que se manifiesta la cercanía misericordiosa de Dios" y relacionadas con "la humanidad desahuciada por su contracción del pecado de origen y sus derivados", y destacó en particular la del hijo pródigo, a la que consideró "la más dramática y conmovedora".
El prelado afirmó que en la parábola del hijo pródigo se produce "el mensaje directo, la referencia humana más intencional y definitiva", e indicó: "La oveja perdida y la dracma extraviada constituyen una explicación previa, como el preámbulo del feliz desenlace del encuentro de Dios Padre con el hombre, su hijo perdido".
"Antes del advenimiento de Cristo, y aún hoy, si no se ha producido su auténtica notificación, la humanidad vive y se comporta como si Dios no fuera su Padre. Es un grave inconveniente para detener la caída del hombre contemporáneo hacia el abismo de sus incertidumbres e irresponsabilidades", advirtió.
Monseñor Castagna sostuvo que "en esas condiciones no podrá evitar la comisión de errores fatales, tanto en el ámbito de la política, como de la justicia, de la educación y de la seguridad" y aseguró que "las noticias continuas, propaladas por los medios de comunicación, son, con demasiada frecuencia, interpretadas desde determinada orientación ideológica o sectaria".
"La visión de la realidad, generada por el Evangelio, sitúa a quienes la observan - siendo parte de ella - con una perspectiva más sintonizada con la verdad, tal cual la ve y revela Dios. En consecuencia se producen choques inevitables entre el Evangelio y algunos términos de las culturas vigentes en la actualidad", subrayó.
Texto de la sugerencia
1.- Las parábolas de la misericordia. En este texto aparecen tres parábolas - en las que se manifiesta la cercanía misericordiosa de Dios - relacionadas a la humanidad, desahuciada por su contracción del pecado de origen y sus derivados. Se ha perdido la oveja, también la dracma. La más dramática y conmovedora es la titulada tradicionalmente: "del hijo pródigo". Estamos celebrando el Año jubilar de la Misericordia. Se ha gastado mucha tinta en torno al tema que el Papa Francisco ha presentado. Nos es preciso suplicar la gracia de una reacción de auténtica conversión de vida ante la asombrosa y conmovedora verdad. Las dos primeras indican la intención divina de concretar su búsqueda en un despliegue de aparente desproporción. El pastor de las ovejas y la dueña de las dracmas no ahorran esfuerzos, hasta hallarlas. No se contentan con mantener a buen recaudo las noventa y nueve ovejas y las nueve dracmas. El atribulado pastor se arriesga a buscar la oveja perdida y, la mujer desolada lo revisa todo cuidadosamente, hasta encontrar la dracma extraviada. Cuando se produce el hallazgo ambos lo celebran con enorme júbilo.
2.- El Padre bueno del hijo pródigo. Ocurre en los tres casos, pero, en el del "hijo pródigo" se produce el mensaje directo, la referencia humana más intencional y definitiva. La oveja perdida y la dracma extraviada constituyen una explicación previa, como el preámbulo del feliz desenlace del encuentro de Dios Padre con el hombre, su hijo perdido. Antes del advenimiento de Cristo, y aún hoy, si no se ha producido su auténtica notificación, la humanidad vive y se comporta como si Dios no fuera su Padre. Es un grave inconveniente para detener la caída del hombre contemporáneo hacia el abismo de sus incertidumbres e irresponsabilidades. En esas condiciones no podrá evitar la comisión de errores fatales, tanto en el ámbito de la política, como de la justicia, de la educación y de la seguridad. Las noticias continuas, propaladas por los medios de comunicación, son, con demasiada frecuencia, interpretadas desde determinada orientación ideológica o sectaria. La visión de la realidad, generada por el Evangelio, sitúa a quienes la observan - siendo parte de ella - con una perspectiva más sintonizada con la verdad, tal cual la ve y revela Dios. En consecuencia se producen choques inevitables entre el Evangelio y algunos términos de las culturas vigentes en la actualidad.
3.- La falsificación del Dios verdadero. Existe una orfandad existencial, inocultable en quienes deben transitar la historia humana, que se hace sentir en cada momento y en toda época. Es la consecuencia de no disponer de una imagen paterna, suficientemente virtuosa, que constituya la referencia adecuada para el desarrollo normal de la personalidad. Esa imagen defectuosa o distorsionada es trasladada a Dios. El dios vengador, casi cruel, que, desde su lejano trono, gobierna con la amenaza y el escarmiento, deja a su criatura en el desamparo. Es ella una falsificación del Dios verdadero, el que Jesús vino a revelar al hombre, tan desconcertado que termina inventándose innumerables sustitutos idolátricos. La parábola del hijo pródigo nos muestra un Padre de excepcional bondad, que sufre la ausencia del más pequeño de sus hijos; que no pierde la esperanza de verlo reaparecer en el desértico horizonte de cada mañana y de cada tarde. Nos cuesta pensar en el Dios que nos muestra Jesús, en esta bella parábola. Es la imagen verdadera, cualquier otra es pura fantasía, de tonalidad rosa o tenebrosa. El Padre que abraza y besa a su muchacho, sucio y harapiento del escabroso camino de regreso, manifiesta un amor extremo, que desborda toda imaginación.
4.- Cristo transparencia del Dios verdadero. Jesús es transparencia del Padre: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió". (Juan 12, 44-45) Para que se produzca, en nuestra vida, el encuentro con el Dios verdadero será preciso establecer una relación efectiva con Cristo resucitado, captable únicamente por la fe. Es la Palabra anunciada y acreditada por los testigos directos, heredada legítimamente por la Iglesia, tal como el mismo Señor la ha organizado, para asegurar su transmisión. Hoy la Palabra resuena, como en sus orígenes, para suscitar la fe y nutrirla, para perdonar y santificar a los hombres. Hemos recordado, con mucha frecuencia, la necesidad que tiene el mundo de la predicación apostólica, actualizada por quienes han recibido hoy el mandato misionero. Se ha producido una enorme confusión, con aderezos extraños a la naturaleza del encargo simple del señor, en el instante de su Ascensión. Los santos reducen a su primitiva simplicidad la misión que Jesús transmitió en aquella ocasión: "Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo." (Mateo 28, 19-20) El Evangelio debe ser mostrado, en su plena actividad santificadora, más que ser demostrado en las ocasionales y mediáticas discusiones dialécticas. Cristo, con su vida santa, muestra el rostro del Padre y deja aclarado que el amor de Dios restituye la dignidad filial perdida por causa del pecado. Por su Encarnación, muerte y resurrección despeja el camino de regreso, lidera a quienes acepten el desafío de recorrerlo, más aún, se constituye en "camino" de vuelta, hasta el abrazo tierno con el Padre. La fiesta es la plenitud de la vida familiar en la eternidad.+