Viernes 26 de abril de 2024

Mons. Castagna propone una homilía sobre la Transfiguración

  • 21 de febrero, 2013
  • Corrientes (AICA)
El próximo fin de semana se leerá en todas las misas el pasaje evangélico en el que San Lucas narra el acontecimiento de la Transfiguración, sólo presenciado por Pedro, Santiago y Juan, considerados los discípulos columna, quienes, sin embargo, entienden mal lo que ven. Sobre este episodio de la vida del Señor, al que llama "la sorpresa de la Transfiguración", el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, escribió unas ideas que propone o sugiere para la homilía dominical del segundo domingo de Cuaresma. El siguiente es el texto completo de esas sugerencias.
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El próximo fin de semana se leerá en todas las misas el pasaje evangélico en el que San Lucas narra el acontecimiento de la Transfiguración, sólo presenciado por Pedro, Santiago y Juan, considerados los discípulos columna, quienes, sin embargo, entienden mal lo que ven. Sobre este episodio de la vida del Señor, al que llama "la sorpresa de la Transfiguración", el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, escribió unas ideas que propone o sugiere para la homilía dominical del segundo domingo de Cuaresma. El siguiente es el texto completo de esas sugerencias.

La sorpresa de la Transfiguración
Jesús consideró necesario que sus discípulos columnas: Pedro, Santiago y Juan, fueran testigos de un hecho insólito. La transfiguración los sorprende sin una preparación adecuada. Ven y no entienden, mejor dicho, entienden mal lo que ven. La transfiguración y la presencia de Moisés y Elías, constituyen un mensaje a grabar entre sus huidizos recuerdos. A partir de entonces, la idea que se habían formado de la misión de Jesús sufre una corrección sustancial. El mesianismo de Jesús no responde a ciertas expectativas que el pueblo había elaborado, apartándose de los anticipos proféticos y de la orientación con que Moisés supo encausar la práctica de los Mandamientos. Ese pueblo entablará con Jesús una contienda continua porque cometerá la torpeza de anteponer su preceptiva humana al mandamiento de Dios. Los Evangelios exhiben, con mucha frecuencia, escenas conflictivas protagonizadas por Jesús, enfrentado con los escribas y fariseos, sus rígidos antagonistas. A los Apóstoles no les resultó sencillo cambiar de idea. Con ellos Jesús debió matizar pacientemente la nueva perspectiva mesiánica con lo que ellos habían recibido en el seno de sus familias.

Testimonio y garantía de fe
Finalmente lo logró al destinarlos a ser testigos de su Muerte y Resurrección. El testimonio de aquellos hombres, adoctrinados por el Maestro y santificados por su Espíritu, se constituye en garantía segura para la fe de la Iglesia -"fundada en ellos"- según la expresión precisa del Apóstol San Pablo. Fiel a la verdad y, al mismo tiempo, genial pedagogo de sus discípulos, Jesús no deja de anticiparles que Él debía pasar por la cruz para entrar en su gloria, "conforme a las Escrituras". No es entendido por aquellos hombres que, no obstante, lo aman sinceramente. Cuando llega el momento, a pesar de los reiterados anuncios de su Maestro y Señor, huyen desconcertados. En la Semana Santa, para la cual nos preparamos en la Cuaresma, veremos desfilar las escenas más estremecedoras del amor y del martirio de Jesucristo. Durante las cuatro semanas previas al Triduo Pascual, la Liturgia de la Iglesia abre un espacio para el recogimiento y la reflexión. Sería imperdonable no aprovecharlo. Tendremos a nuestra disposición la Palabra anunciada, a través de textos bíblicos cuidadosamente escogidos y del humilde y eficaz instrumento de la predicación, que culminará en la celebración sacramental, sobre todo en la Eucaristía.

La hora del hombre y la hora de la Misericordia
Con gran coherencia, en los diversos templos católicos, se ofrece el acceso al sacramento de la Reconciliación, ya sea desde la penumbra confidencial de los confesionarios como desde las celebraciones penitenciales, litúrgicamente diseñadas. Es verdad que debemos esperar la hora de cada uno, con la que Dios hará coincidir su propia hora de misericordia y perdón. También es verdad que la acción evangelizadora, testimoniada por la santidad de los cristianos, urge a la conversión a quienes siempre están dejando para después lo que deben decidir ya. El tiempo se acaba cuando la muerte inexorable viene a darle fin. La sorpresa de muertes inesperadas -por accidentes, enfermedades, agresiones de delincuentes, etc.? asedia constantemente a nuestra sociedad. Es oportuno estar alertas: hay una sola vida y una sola muerte. Vivir la primera irresponsablemente es hacer de la segunda una tragedia irreparable.

Un atenuante para neutralizar el escándalo de la Cruz
La transfiguración fue guardada por aquellos discípulos, por pedido del mismo Señor, hasta que ocurriera el acontecimiento doloroso de la Pasión y la posterior Resurrección. En aquel momento, que la Iglesia celebra solemnemente el 6 de agosto de cada año, el Padre revela la necesidad de escuchar a su Hijo hecho hombre: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo" (Lucas 9, 35). La orden no es una mera exhortación sino un mandato perentorio. Es preciso comunicarlo al mundo como información de extrema gravedad ya que de su conocimiento depende la oportunidad de decidirse por la vida o por la muerte, por la felicidad o por el infortunio eterno. La transfiguración del Tabor es vislumbre de la divinidad que está en Cristo, en virtud de la Encarnación. La sensación de bienestar puede engañar a quien la experimenta y confundirla con un estado que no corresponde al tiempo. Pedro se deja arrebatar por el entusiasmo y expresa el deseo de eternizar el momento: "Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Él no sabía lo que decía" (Lucas 9, 33). De inmediato la nube que los cubre apacigua aquel entusiasmo imprudente y los llama a la realidad. La transfiguración actúa como atenuante para el desconcierto que causará en ellos la cercana e inevitable Pasión.+