Jueves 24 de abril de 2025

Mons. Castagna: "No ha venido a juzgar sino a salvar"

  • 12 de septiembre, 2014
  • Corrientes (AICA)
En su sugerencia para la homilía del próximo domingo, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que la misión de Jesucristo "no es juzgar la responsabilidad de las personas que han pecado sino ofrecerles la salvación" y destacó que "su ?escandalosa? relación con los pecadores, es la de Dios mismo que se contacta, con entrañable mansedumbre, con quienes necesitan su perdón regenerador". En este sentido, el prelado lamentó que haya habido "gente, hasta bien intencionada, que escuchó sin entender al papa Francisco cuando manifestó su propósito de no juzgar a las personas que moralmente contradicen la fe", por lo que sugirió una recta lectura del Evangelio. "Al Santo Padre no se lo entenderá sin humildad", advirtió.
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En su sugerencia para la homilía del próximo domingo, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, recordó que la misión de Jesucristo "no es juzgar la responsabilidad de las personas que han pecado sino ofrecerles la salvación" y destacó que "su ?escandalosa? relación con los pecadores, es la de Dios mismo que se contacta, con entrañable mansedumbre, con quienes necesitan su perdón regenerador". En este sentido, el prelado lamentó que haya habido "gente, hasta bien intencionada, que escuchó sin entender al papa Francisco cuando manifestó su propósito de no juzgar a las personas que moralmente contradicen la fe", por lo que sugirió una recta lectura del Evangelio. "Al Santo Padre no se lo entenderá sin humildad", advirtió.

"Ese Hijo único y amadísimo, es ofrecido como garante y realizador del perdón que el mundo necesita. Su misión no es juzgar la responsabilidad de las personas que han pecado sino ofrecerles la salvación. Así procede Jesús. Su ?escandalosa? relación con los pecadores, es la de Dios mismo que se contacta, con entrañable mansedumbre, con quienes necesitan su perdón regenerador", explicó el arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, en su sugerencia para la homilía del próximo domingo, fiesta de la Exaltación de la Cruz.

En este sentido, el prelado lamentó que haya habido "gente, hasta bien intencionada, que escuchó sin entender al papa Francisco cuando manifestó su propósito de no juzgar a las personas que moralmente contradicen la fe".

"Llevar el Evangelio ?sin glosa?, como diría un joven sacerdote, beatificado por San Juan Pablo II, es simple y humanamente inalcanzable. Para lograr esa recta lectura del Evangelio se requiere la vivencia de la pobreza del corazón. Al Santo Padre no se lo entenderá sin humildad", advirtió.

Texto de la sugerencia
1.-La Cruz de Cristo que atrae a quienes buscan la Verdad. Jesús atrae desde la cruz. No aparece entre los hombres con la majestad de un emperador o la potencia temible de un jefe militar. Se acerca humilde y desconocido, con el fervor de un joven profeta y el equilibrio y mesura que le otorga su relación constante e intima con el Padre. La paz que brinda brota de la armonía perfeta entre su voluntad humana y la de su Padre. La Cruz que celebramos es la cumbre dolorosa de esa perfecta armonía. La invitación que nos dirige, a cargar nuestra cruz y seguirle, se refiere a la armonización de nuestra voluntad con la del Padre, tomándolo a Él como Modelo humanamente factible. Así comprobamos que la persona exitosa es la que asume su vida concreta, con sus dolores y gozos, y la encamina a la perfección del Padre. Para ello necesitamos ser enseñados por Cristo, constituido - por el Padre Dios - en nuestro Maestro.

2.-Nicodemo es el hombre actual, invitado a la intimidad con la Verdad. En el texto de Juan, proclamado en la liturgia de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se reproduce el diálogo que Jesús mantiene con Nicodemo. Ese hombre honesto y hambriento de verdad es invitado a introducirse en el Misterio de su divino interlocutor. Nos admira la intimidad a que lo introduce Jesús. En primer lugar se le autorevela sin disimulos: "Nadie ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo." (Juan 3, 13) Cuando se autocalifica "Hijo del hombre" manifiesta que como Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre - se encarnó - para compartir la condición humana, necesitada de redención, y recuperar así a los hombres y devolverlos al Padre, como sus hijos. No era ésta una ocurrencia suya sino el cumplimiento de un plan divino de conmovedora proyección histórica. Más adelante lo expresa el Señor al anonadado Nicodemo: "Si, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él". (Juan 3, 16-17) Expresión evangélica clave para entender la misericordia de Dios. En la mente de aquel fariseo bueno y sincero no entraba con demasiada holgura la idea de un Dios tan misericordioso como para no excluir a nadie de su interés por perdonar.

3.-No he venido a juzgar sino a salvar. Ese Hijo único y amadísimo es ofrecido como garante y realizador del perdón que el mundo necesita. Su misión no es juzgar la responsabilidad de las personas que han pecado sino ofrecerles la salvación. Así procede Jesús. Su "escandalosa" relación con los pecadores, es la de Dios mismo que se contacta, con entrañable mansedumbre, con quienes necesitan su perdón regenerador. Hubo gente, hasta bien intencionada, que escuchó sin entender al Papa Francisco cuando manifestó su propósito de no juzgar a las personas que moralmente contradicen la fe. Llevar el Evangelio "sin glosa", como diría un joven sacerdote, beatificado por San Juan Pablo II, es simple y humanamente inalcanzable. Para lograr esa recta lectura del Evangelio se requiere la vivencia de la pobreza del corazón. Al Santo Padre no se lo entenderá sin humildad. El fariseísmo, no el de Nicodemo, estará al asecho para desautorizar los gestos evangélicos del Pontífice. Es el momento de dar lugar a la gracia, que no actúa en dependencia de nuestra débil voluntad. Como es acción libre de Dios, debemos dejarla actuar cuando y como Dios quiere. Los santos de todas la épocas, edades y condiciones de vida, iniciaron - e inician - su ascenso a la santidad cuando consintieron en dejarlo hacer a Dios. Jesucristo, en virtud de su Resurrección, nos transmite el Espíritu Santo, el Dios Artífice que nos santifica. El Espíritu de Pentecostés es el gran don del Señor resucitado. Lo hace todo, hace efectivo el orden interno y externo de la Iglesia. Es Quien hace efectivo, en la vida de la Iglesia y del mundo, la obra de la Redención.

4.-La virtud de su Sangre produce el perdón y la Vida. La exaltación de la Santa Cruz está prefigurada en la historia de Moisés y anunciada por el mismo Jesús. Los heridos por la serpiente del pecado serán curados, si se dejan atraer por el crucificado, "vencedor del pecado y de la muerte". Cristo en Cruz orienta a los creyentes a ser suyos. La virtud de su Sangre derramada, produce el perdón y conduce a la perfección del Padre. El celo apostólico del gran San Pablo lo empuja a no intentar otra ciencia que Cristo crucificado. Es allí donde se manifiesta el amor de Dios a cada persona, por más rebelde y pecadora que sea.