Viernes 19 de abril de 2024

Mons. Castagna: "La consistencia y amplitud del primer mandamiento"

  • 29 de octubre, 2021
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes afirmó que "es un mandamiento casi temido por los más responsables", porque "sus exigencias causan una situación de honda transformación, una verdadera revolución".
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, destacó la importancia del primer mandamiento que es uno en dos: ”Tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”.

“¡Qué exigente, y humanamente incomprensible es la explicitación del primer mandamiento!”, subrayó en su sugerencia para la homilía dominical.

El prelado correntino reconoció que “es un mandamiento casi temido por los más responsables”, porque “sus exigencias causan una situación de honda transformación, una verdadera revolución”.

“Significa, nada más ni nada menos, que desalojar el odio mediante el amor, preceptuado y testimoniado por Cristo”, explicó, y agregó: “En una sociedad, profundamente contaminada por la enemistad y la violencia, se considera imposible el cambio”. 

“No obstante, ‘lo imposible para los hombres es posible para Dios’. Además, no existe otra alternativa: o la acción revolucionaria del amor cristiano, o el caos y el exterminio”, advirtió.

Monseñor Castagna aclaró que “no es ésta una apreciación apocalíptica sino una simple deducción evangélica” y planteó: “Si Dios se hace hombre, para redimir a los hombres, su acción redentora es considerada una nueva creación. En la enseñanza patrística, la Redención es entendida como de mayor nivel que la misma Creación”.

Texto de la sugerencia
1.- Un buen escriba. El buen escriba es quien registra con fidelidad la Palabra de Dios y la ofrece sin deformarla ni disimularla. No todos los escribas y fariseos son adversarios y enemigos de Jesús. Algunos de ellos lo aceptan en la clandestinidad. ¿No ocurre hoy lo mismo? Debemos alentar a mucha buena gente a confesar, también con los labios, a Cristo. San Pablo nos orienta: “Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación”.  (Romanos 10, 9-10) Para ello es preciso derribar los muros interiores del “qué dirán” y los vergonzantes indicios del amor propio. La gracia de Dios lo hace posible y vigoriza la voluntad para ejercer la libertad de sobreponerse a las mediocres amenazas de una sociedad sin principios morales.

2.- La hipocresía y el fariseísmo. Aquel escriba, sin bajarse del pedestal a que lo ha encumbrado su función religiosa, hace una certera pregunta: “¿Cuál es el primero de los mandamientos?” Jesús respondió: …”tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”. (Marcos 12, 28-31) Jesús lo elogia porque observa en su actitud las mejores condiciones para ser parte del Reino: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. La hipocresía que descubre en muchos de ellos no los afecta a todos. Entre los recuperables está San Pablo (Hechos 23, 6), el venerable rabino Gamaliel y Nicodemo. El fariseo no es hipócrita por ser fariseo sino por fingir una moral, unos sentimientos o unas creencias religiosas que no tiene. En el léxico habitual se identifica fariseísmo e hipocresía. Si quisiéramos ajustar nuestro lenguaje a la verdad debiéramos calificar de hipócritas a los “hipócritas” y no a los fariseos. Este concepto debiera regular nuestras diversas apreciaciones morales cuando nos atrevemos a calificar a los demás.

3.- La consistencia y amplitud del primer mandamiento. En este marco de reflexión insistamos en el núcleo del mensaje evangélico de este domingo. El primer mandamiento es uno en dos: “No hay otro mandamiento más grande que éstos”. (Marcos 12, 31) Como Dios condiciona el perdón - y lo pedimos en el “Padre Nuestro” - al que nosotros otorgamos a quienes nos ofenden, del mismo modo, no se considera amado por nosotros si no amamos a nuestro prójimo. El Apóstol y evangelista Juan reflexiona y enseña con mayor amplitud este tema fundamental de la divina Revelación: “El que dice “amo a Dios”, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?” (1 Juan 4, 20) “Hermano” es todo prójimo, incluso el que es considerado enemigo. Procede de la enseñanza explícita de Jesús: “Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman”. (Lucas 6, 27-28) ¡Qué exigente, y humanamente incomprensible es la explicitación del primer mandamiento!

4.- La recreación causada por el amor. Es un mandamiento casi temido por los más responsables. Sus exigencias causan una situación de honda transformación, una verdadera revolución. Significa, nada más ni nada menos, que desalojar el odio mediante el amor, preceptuado y testimoniado por Cristo. En una sociedad, profundamente contaminada por la enemistad y la violencia, se considera imposible el cambio. No obstante, “lo imposible para los hombres es posible para Dios”. Además, no existe otra alternativa: o la acción revolucionaria del amor cristiano, o el caos y el exterminio. No es ésta una apreciación apocalíptica sino una simple deducción evangélica. Si Dios se hace hombre, para redimir a los hombres, su acción redentora es considerada una nueva creación. En la enseñanza patrística, la Redención es entendida como de mayor nivel que la misma Creación.+