Jueves 28 de marzo de 2024

Mons. Castagna: "Es la hora para una presencia fuerte de la Iglesia"

  • 7 de mayo, 2021
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo emérito de Corrientes afirma que ésta debe hacer un "llamado claro a la práctica del amor fraterno, inspirando iniciativas inteligentes y esfuerzos generosos para resolver los problemas".
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El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, consideró que la Argentina, empantanada en sus intentos por emerger de gravísimos conflictos, “está lejos” de poder recomponer las relaciones entre las personas y los diversos sectores que las vinculan. 

“A medida que pasan las semanas, y la situación epidemiológica se agrava, todos parecen saber lo que se debe hacer y pocos atinan a hacer lo que les corresponde hacer”, advirtió.

En este sentido, monseñor Castagna lamentó: “Mientras tanto el pueblo observa el espectáculo bochornoso de una dirigencia que no logra ponerse de acuerdo y resolver los problemas comunes y urgentes”.

“Es el momento de una presencia fuerte de la Iglesia de Cristo, con un llamado claro a la práctica del amor fraterno, inspirando iniciativas inteligentes y esfuerzos generosos para resolver los problemas que ponen, a esta bendecida Nación, al borde de su disolución”, concluyó.

Texto de la sugerencia
1.- Cumplir el mandamiento del amor.
La permanencia en el amor a Cristo no se resuelve con una romántica e inestable declamación de amor. La expresión evangélica es por demás conclusiva: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. (Juan 15, 10) Es el modelo del amor verdadero. A partir del amor a Dios - primer mandamiento - podremos amar bien a quienes debemos amar. De otro modo, las relaciones humanas aparecerán contaminadas por el egoísmo y la irresponsabilidad. Radiografiar la realidad actual causa angustia y espanto. No lograremos cerrar la grieta mientras no exista el empeño de obedecer al mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Argentina es un pueblo evangelizado desde sus orígenes. No debiera ser extraño a ella la recitación respetuosa de los Diez Mandamientos y el propósito de llevarlos a su pleno cumplimiento.

2.- Lecturas extrañas al Evangelio. El Evangelio es un llamado a la coherencia. Insta, a los creyentes, a arreglar sus vidas de acuerdo con su inspiración. Es exigente el proyecto - o forma de vida - que propone. Si se lo adopta como respuesta de fe, constituye la norma que regula los pequeños y triviales acontecimientos de la vida, como también los más trascendentes y notables. Para quien se profese cristiano le está vedado modificarlo, con el insano propósito de acomodarlo a visiones que contrarían su auténtico contenido de verdad. A veces con buenas intenciones, por ignorancia o poca honestidad intelectual, se ensayan lecturas extrañas a su inspiración, con la pretensión de acomodar los contenidos esenciales de la fe cristiana a cualquier aventura ideológica. Hemos escuchado a un importante dirigente político, sostenedor de la legalización del crimen del aborto,  afirmar que su militancia abortista no contradice su identidad de católico. Es grave y preocupante que este error no haya recibido una respuesta inmediata y clara. El texto evangélico del Apóstol San Juan dispone de un lenguaje directo y transparente que disipa toda duda y confusión.

3.- Tener los sentimientos de Cristo. Únicamente como consecuencia de la “permanencia” en el amor a Cristo será posible el cumplimiento del mandamiento de amarnos mutuamente: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. (Juan 15, 12) El amor a Dios se manifiesta en el amor a los demás. Para ello, la gracia de Cristo, dispensada generosamente, causa una identificación de actitudes y sentimientos con los del mismo Señor. San Pablo así nos exhorta: “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. (Filipenses 2, 5) Lo que ocurre entre el Padre y Jesús, se produce entre Jesús y nosotros. La amistad cívica, tan difícil de formular hoy, en algunas manifestaciones “populares”, se frustra si se la intenta en base a una falsa estrategia diplomática. Menos aún si se pretende imponer un pensamiento único, y silenciar a quienes no se avengan a él. El modelo del amor entre las personas es Cristo, así lo expresa su enseñanza: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando”. (Juan 15, 13-14) Es imperioso, en esta perspectiva, empeñarnos en promover la amistad cívica.

4.- Es la hora para una presencia fuerte de la Iglesia. Nuestra amada Argentina, empantanada en sus intentos por emerger de gravísimos conflictos, necesita recomponer las relaciones entre las personas y los diversos sectores que las vinculan. ¡Qué lejos está de lograrlo! A medida que pasan las semanas, y la situación epidemiológica se agrava, todos parecen saber lo que se debe hacer y pocos atinan a hacer lo que les corresponde hacer. Mientras tanto el pueblo observa el espectáculo bochornoso de una dirigencia que no logra ponerse de acuerdo y resolver los problemas comunes y urgentes. Es el momento de una presencia fuerte de la Iglesia de Cristo, con un llamado claro a la práctica del amor fraterno, inspirando iniciativas inteligentes y esfuerzos generosos para resolver los problemas que ponen, a esta bendecida Nación, al borde de su disolución.+