Viernes 19 de septiembre de 2025

Mons. Castagna: 'Es hora de que la humanidad reciba la Buena Noticia'

  • 19 de septiembre, 2025
  • Corrientes (AICA)
"La difusión del Evangelio se vuelve hoy más urgente. Para ello el Verbo se hizo carne y produjo la Redención de los hombres mediante el inexplicable tormento de la crucifixión", recordó el arzobispo.
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Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, consideró que "es preciso reformar lo que el pecado ha deformado. Jesús recoge con dulzura lo que Adán y Eva profanaron". 

"Su intención es recuperar para la santidad lo que el pecado pretendió poner bajo su dominio", explicó y sostuvo: "Es hora de que la humanidad reciba la Buena Nueva y nuestros contemporáneos sepan que Cristo los ha salvado".

"La difusión del Evangelio se vuelve hoy más urgente. Para ello el Verbo se hizo carne, y produjo la Redención de los hombres mediante el inexplicable tormento de la crucifixión", precisó. 

El arzobispo afirmó que "la Exaltación de la Cruz es la presentación sanadora de Cristo". 

"La Iglesia, como otro Moisés, lo ofrece para que el mundo recupere la salud. Esta consiste en el perdón de los pecados y en la rehabilitación de la Vida, mortalmente dañada. La asfixia moral que nos aqueja es consecuencia del pecado, Cristo vino a curar ese mal", subrayó.

Texto de la sugerencia
1. Una parábola desafiante. Los ejemplos que Cristo presenta a sus discípulos poseen una carga inspiradora que exige fe inquebrantable en su persona. Aquellos hombres, y sus restantes seguidores, necesitan aprender a comportarse como discípulos en situaciones de mucho riesgo. La que Jesús presenta a sus discípulos es una parábola desafiante. Les enseña a discernir, en una teórica situación, a obrar con justicia y sagacidad. Aunque la conducta de aquel administrador, ciertamente corrupto, manifiesta una picardía asombrosa, es destacada como estrategia inteligente para salir del paso, sin calificar la moralidad del administrador. Su constante exhortación conduce a vivir en la verdad, con una transparencia sin fisura. Debemos adoptar la picardía de los malvados para realizar el bien y eliminar el mal. La ingenuidad, ensombrecida por el mal, es una caricatura de la inocencia. La sagacidad hace que el bien se imponga al mal. De esa manera se convierte en transparencia y logra ser mensaje evangélico que salva a quien cree. Jesús enseña a los suyos, a obrar con coherencia e integridad. No se puede entender el Evangelio sin la expresión existencial que lo avale. Jesús, como lo dijimos en otras ocasiones, es le personalización del Evangelio que predica. Sin contemplar su vida no entendemos su palabra. Se constituye en modelo de quienes han recibido la misión de proponerlo al mundo. Sin el testimonio de la santidad, como en el mismo Señor, la palabra predicada pierde expresividad. Si no es comprendida, la gracia que conduce a la salvación, se pierde en el silencio. El rechazo de la Palabra divina es fruto del silencio de los hombres. Cuando se trata de las cosas de Dios, el silencio humano adquiere una opacidad que anula el conocimiento de la Palabra de Dios. Por ello, el Evangelio es silenciado, hasta no lograr llegar a los corazones, y se vuelve inaudible para el mundo. Las comunicaciones actuales constituyen una especie de Babilonia, destinada a la demolición. Empleando idénticos términos los hombres se contradicen.

2. El pecado del mundo es la incredulidad. De esta manera el mal aparece como bien y la mentira como verdad. No nos entendemos, cuando pretendemos tocar el cielo con las manos. Tampoco entendemos a Dios, que en Cristo nos revela su pensamiento, y, desafortunadamente, terminamos en el error y en la idolatría. Nos es preciso achicar nuestras ambiciones y dejarnos arrebatar por la misericordia de Dios. Escuchar la palabra de Cristo es dejar de contemplar nuestra pobre imagen y adoptar lo que Dios quiera hacer en nosotros. Es una lección que tardíamente aprendemos, cuando la aprendemos. Jesús se vale del lenguaje de las parábolas para introducirnos en el misterio de la Verdad que, en su persona, se ofrece a nuestro conocimiento. Necesitamos poner al servicio de su Divina Revelación nuestras humildes comparaciones, como lo hace el mismo Señor, sin más pretensión que dejarnos iluminar por su enseñanza. Él quiere que aceptemos su palabra, sin el rulo intelectual que intentamos imponer a nuestras ambiciosas elucubraciones. Cada texto evangélico nos auxilia para que no perdamos el rumbo. Es preciso, como lo aprendieron aquellos primeros discípulos, mantener la atención puesta en tu rostro invisible, especialmente cuando celebramos la Eucaristía. La Iglesia acaba de proponer como modelo e intercesor a San Carlo Acutis, el joven santo enamorado de la Eucaristía, de María y de los pobres. ¡Qué mensaje de enorme actualidad para quienes se debaten entre los signos de la incredulidad! Ciertamente "el pecado del mundo" es la incredulidad. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo no logran identificar en los signos, escogidos por Cristo y presentes en la Iglesia, la presencia de Dios. Quienes creen tienen la grave responsabilidad de dar fe de lo que creen. No basta decir que creemos en Dios cuando los signos de la fe no están encarnados en nuestras vidas. La misión evangelizadora sólo llega a su cumplimiento cuando los cristianos creen, y regulan sus vidas de acuerdo a lo que creen. En la Iglesia todo está orientado a la vivencia de la fe: la predicación, la enseñanza, los sacramentos y el compromiso en la búsqueda del bien común. Para ello, debemos empeñarnos en el amor fraterno, la amistad cívica y la paz. Es una deuda a saldar, que nos afecta a todos, en referencia a un cambio sustancial, intentado entre las graves oposiciones de la vida contemporánea.

3. Es hora de que la humanidad reciba la Buena Noticia. Es preciso reformar lo que el pecado ha deformado. Jesús recoge con dulzura lo que Adán y Eva profanaron. Su intención es recuperar para la santidad lo que el pecado pretendió poner bajo su dominio. Es hora de que la humanidad reciba la Buena Nueva y nuestros contemporáneos sepan que Cristo los ha salvado. La difusión del Evangelio se vuelve hoy más urgente. Para ello el Verbo se hizo carne, y produjo la Redención de los hombres mediante el inexplicable tormento de la crucifixión. La Exaltación de la Cruz es la presentación sanadora de Cristo. La Iglesia, como otro Moisés, lo ofrece para que el mundo recupere la salud. Esta consiste en el perdón de los pecados, y en la rehabilitación de la Vida, mortalmente dañada. La asfixia moral que nos aqueja es consecuencia del pecado, Cristo vino a curar ese mal. El perdón es el prodigio de la misericordia, que no se exhibe espectacularmente, sino en el silencio doloroso de la Cruz. Como a los israelitas, infectados por el veneno de aquellas serpientes, nos basta una mirada de arrepentimiento y confianza para recuperar la salud. La Palabra requiere ser exaltada, ante la mirada expectante del mundo, envenenado por el pecado, para que sea recuperado para Dios. ¿En qué consiste esa recuperación? En una auténtica reconciliación con Dios y con todos los hombres. El tema de la reconciliación es ciertamente prioritario. Cuando comprobamos una distancia abismal entre la división destructiva y la reconciliación, recurrimos al auxilio de una fuerza superior que edifique puentes, que conduzcan al logro del bien y de la verdad que necesitamos. En el mejor de los casos acudimos a las reservas espirituales, que las tradiciones religiosas ponen a nuestro alcance. Si los prejuicios anti religiosos no han conseguido insensibilizarnos, para una relación con lo sobrenatural, podremos reaccionar saludablemente y obtener -o recuperar- la fe, inseminada en el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión. 

4. La fidelidad en lo poco garantiza la fidelidad en lo mucho. Finalmente, el Señor manifiesta que no hay parvedad de materia cuando se trata de los valores evangélicos: "El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho" (Lucas 16, 10). Constituye una observación obvia, de la que Jesús es un verdadero Maestro. Lo que Él dice es fácilmente comprobable en nuestra vida ordinaria. El que roba unas alpargatas, no se detendrá hasta la sustracción de incalculables fortunas. Es cuestión de oportunidades. Jesús advierte que, en la mentalidad de quien se apropia poco, llegará, si se le ofrece la ocasión, a apropiarse indebidamente grandes fortunas. La fidelidad en lo poco, garantiza la fidelidad en lo mucho.+