Miércoles 22 de enero de 2025

Mons. Buenanueva animó a imitar la experiencia de oración del Santo Cura Brochero

  • 22 de enero, 2025
  • Villa Cura Brochero (Córdoba) (AICA)
El obispo de San Francisco presidió una de las misas de la Semana Brocheriana. "A Brochero vengo a buscar la disposición del corazón para hacer la voluntad del Señor", afirmó en el santuario del santo
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El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Buenanueva, presidió el inicio de la Semana Brocheriana 2025 y celebró la Eucaristía del domingo 19 de enero en Villa Cura Brochero, en jurisdicción de la diócesis de Cruz del Eje.

Concelebraron la Eucaristía, el obispo de Cruz del Eje, monseñor Ricardo Araya; el obispo de Gualeguaychú, monseñor Héctor Zordán M.Ss.Cc, y el párroco del santuario, presbítero Luis Zalazar. También participaron sacerdotes peregrinos, diáconos, seminaristas, consagrados y una multitud de peregrinos.

En su homilía, monseñor Buenanueva se refirió al Evangelio que narra las bodas de Caná, que "nos recuerda que estamos invitados a una fiesta de bodas, a beber el mejor vino: el que nos da Jesús, el Hijo de María".

"Eso es la vida cristiana en seguimiento de Cristo: una invitación a la alegría, a una fiesta que celebra las bodas de Dios con su pueblo; sí, estamos invitados a una fiesta de bodas. Nuestra vocación es la alegría, el gozo del Espíritu que colmó el corazón de san José Gabriel", manifestó el prelado.

Acto seguido, reflexionó sobre el sacramento del Bautismo como tema central de esos días de meditación "que nos hace sujeto de la fe, de la misión y de la edificación de una Iglesia sinodal y misionera". 

"El Espíritu que ha sido derramado en el Bautismo y del que hemos bebido en la confirmación trae como fruto precioso a nuestras vidas la alegría y el consuelo del Evangelio. Vino nuevo que alegra el corazón; agua viva, cuya fuente desborda hasta la vida eterna; río que corre generoso y riega la tierra haciéndola fecunda y venciendo toda aridez; arroyo manso que permite refrescarnos en medio del calor del verano o curso impetuoso que da vida, energía y fuerza", aseguró. 

Monseñor Buenanueva destacó que "esas imágenes se multiplican en nuestro corazón para hablarnos de cómo obra el Espíritu del Señor en nuestra vida y es lo que vemos reflejado en la vida de Brochero".

"Somos 'Peregrinos de la Esperanza', como reza el lema de este Año Santo. Y, donde hay esperanza sobran los motivos para la alegría", aseguró. 


Luego, ponderó que en estos últimos años, los seminaristas de la diócesis se "sumen a otros jóvenes que caminan hacia el sacerdocio y que en estos días comparten la experiencia de sumergirse en el servicio a los peregrinos y devotos del Santo Cura que acuden al santuario".

"Pero -se preguntó- ¿por qué, en el fondo, vengo a Brochero? ¿Qué razón me trae hasta aquí? ¿Qué me trae a este y qué me 'atrae' de este lugar?"

"Les comparto mi respuesta, hasta donde he podido formularla; y lo hago contando alguna experiencia, más que desarrollando ideas. Hay un lugar de Brochero que me habla de manera muy elocuente, lo busco cada vez, y trato de permanecer en él lo más que puedo: es la piecita donde, aquel 26 de enero de 1914, Brochero culminó su camino terrenal, entregando su alma al creador".

Y señaló: "En esa piecita me gusta quedarme en oración; si puedo, celebro también la misa; pero, sobre todo, me gusta rumiar el silencio de esa vida pobre y entregada, como decimos en la oración. Allí está la gracia que vengo a buscar, porque ella me buscó y me encontró primero a mí". 

"A Brochero vengo cada año buscando la disposición del corazón para hacer la voluntad del Señor en mi vida, en la vida de la Iglesia diocesana, sus comunidades, sus pastores, sus misioneros, que el Buen Pastor me ha confiado. No pido más que eso: que el Señor me muestre su voluntad y que, sobre todo, esté conmigo, como estuvo en cada rincón y en cada camino que transitó su servidor José Gabriel". 

Finalmente, monseñor Buenanueva invitó a que "dispongamos el corazón: vamos a colmar nuestras tinajas de agua y el Señor, por intercesión de María, hará el signo maravilloso de regalarnos el mejor vino, el del Evangelio convertido en su sangre eucarística".+