Viernes 22 de noviembre de 2024

Misa Crismal: Mons. Conejero Gallego llamó a "una entrega libre y misericordiosa"

  • 18 de agosto, 2020
  • Formosa (AICA)
El obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, celebró el viernes 14 de agosto la Misa Crismal en la catedral Nuestra Señora del Carmen.
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En el marco de la memoria de San Maximiliano Kolbe, el viernes 14 de agosto la diócesis de Formosa celebró la Misa Crismal, presidida por el obispo, monseñor José Vicente Conejero Gallego y concelebrada por el presbiterio de la diócesis. 

Durante la celebración, fue consagrado el Santo Crisma y se bendijeron los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. El clero realizó además la renovación de las promesas sacerdotales. 

En esta oportunidad y dadas las circunstancias actuales, participó de la celebración parte del clero diocesano, mientras que los que no pudieron asistir lo hicieron a través de la transmisión por las redes sociales. 

Esta celebración se lleva a cabo generalmente el Jueves Santo. Este año, debido a la pandemia del Covid-19, se postergó hasta esta fecha en la que anualmente el clero diocesano realiza su retiro espiritual. Este año, el retiro comenzó el lunes 10 en horas de la tarde y se desarrolló hasta el jueves 13. Finalizó con la Misa Crismal.

En su homilía, monseñor Conejero Gallego hizo referencia al retiro del clero: “Han sido días de una fuerte llamada a la Conversión de nuestra vida, a la luz del designio de Dios, en medio una Iglesia que también debe renovarse: Iglesia, ‘en salida’, misionera; Iglesia, Pueblo de Dios, bautismal, e Iglesia, ‘en camino’, sinodal”.

“En continuidad y en ese mismo clima de renovación espiritual, seguimos adelante”, animó el obispo, y compartió una exhortación para este año 2020, año de la pandemia del COVID-19: “Pasemos de un clericalismo opresor y autoritario, a una entrega libre y misericordiosa de nuestra propia vida, para una comunión gozosa y eterna, en conformidad con el designio del Padre, por la gracia y acción del Espíritu Santo; es decir, pasemos de las tinieblas a la luz, de la oscuridad a la claridad, de la muerte a la Vida”.

Luego, tomando tres momentos de la acción de gracias a Dios, subrayó:

“Prefacio: Tus sacerdotes, Padre, renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención humana… guían en la caridad a tu pueblo santo, lo alimentan con tu palabra y los fortalecen con tus sacramentos… es por ello, que deben configurarse a Cristo y dar testimonio constante de fidelidad y amor. Deben, a ejemplo de Cristo, ser: Sacerdote, Altar y Víctima. Es decir, Mediador entre Dios y los hombres, en el altar del mundo y ofrecerse como cordero degollado para el perdón de los pecados”

“Plegaria Eucarística o Anáfora: antes de las palabras de la consagración de las especies, decimos: cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada; es decir, libremente, no a la fuerza, entregado por amor”.

“En la Doxología o alabanza a la Santísima Trinidad: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén. Este es el fin de todo, también de nuestro ministerio: La gloria y la alabanza de Dios”.

Finalmente, expresó: “Ojalá, hermanos sacerdotes, que no sólo enunciemos y pronunciemos estas palabras, sino que procuremos y nos esforcemos por vivirlas sinceramente y ponerlas en práctica. Siempre a ejemplo de Jesús, nuestro único Maestro y Señor, el Testigo fiel, que nos decía la segunda lectura del Apocalipsis. Testigo fiel que corrobora su entrega, fidelidad y amor con su propia vida, como lo hizo San Maximiliano María Kolbe, cuya memora recuerda hoy la liturgia de la Iglesia”.

“Tenemos necesidad de pasar de la avaricia calculadora y corrupta del tener, a un compartir gratuito y generoso con los demás. En realidad, todo le pertenece a Dios, de Él todo lo hemos recibido”, advirtió el obispo. “Tenemos la necesidad de pasar de la infidelidad adúltera de afectos y placeres desordenados, a una fidelidad casta y limpia”, añadió.

“Pidamos, hermanos, a María, Madre de Jesús y de la Iglesia, Madre de la Misericordia y de la Esperanza, -advocaciones marianas recientemente incorporadas por el papa Francisco a las Letanías Lauretanas-, Reina de los Apóstoles, a tener un corazón sacerdotal indiviso para la gloria y la alabanza de Dios y la salvación del mundo entero”, concluyó.+

» Texto completo de la homilía