Misa Crismal: Mons. Conejero Gallego llamó a "una entrega libre y misericordiosa"

  • 18 de agosto, 2020
  • Formosa (AICA)
El obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, celebró el viernes 14 de agosto la Misa Crismal en la catedral Nuestra Señora del Carmen.

En el marco de la memoria de San Maximiliano Kolbe, el viernes 14 de agosto la diócesis de Formosa celebró la Misa Crismal, presidida por el obispo, monseñor José Vicente Conejero Gallego y concelebrada por el presbiterio de la diócesis. 

Durante la celebración, fue consagrado el Santo Crisma y se bendijeron los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. El clero realizó además la renovación de las promesas sacerdotales. 

En esta oportunidad y dadas las circunstancias actuales, participó de la celebración parte del clero diocesano, mientras que los que no pudieron asistir lo hicieron a través de la transmisión por las redes sociales. 

Esta celebración se lleva a cabo generalmente el Jueves Santo. Este año, debido a la pandemia del Covid-19, se postergó hasta esta fecha en la que anualmente el clero diocesano realiza su retiro espiritual. Este año, el retiro comenzó el lunes 10 en horas de la tarde y se desarrolló hasta el jueves 13. Finalizó con la Misa Crismal.

En su homilía, monseñor Conejero Gallego hizo referencia al retiro del clero: “Han sido días de una fuerte llamada a la Conversión de nuestra vida, a la luz del designio de Dios, en medio una Iglesia que también debe renovarse: Iglesia, ‘en salida’, misionera; Iglesia, Pueblo de Dios, bautismal, e Iglesia, ‘en camino’, sinodal”.

“En continuidad y en ese mismo clima de renovación espiritual, seguimos adelante”, animó el obispo, y compartió una exhortación para este año 2020, año de la pandemia del COVID-19: “Pasemos de un clericalismo opresor y autoritario, a una entrega libre y misericordiosa de nuestra propia vida, para una comunión gozosa y eterna, en conformidad con el designio del Padre, por la gracia y acción del Espíritu Santo; es decir, pasemos de las tinieblas a la luz, de la oscuridad a la claridad, de la muerte a la Vida”.

Luego, tomando tres momentos de la acción de gracias a Dios, subrayó:

“Prefacio: Tus sacerdotes, Padre, renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención humana… guían en la caridad a tu pueblo santo, lo alimentan con tu palabra y los fortalecen con tus sacramentos… es por ello, que deben configurarse a Cristo y dar testimonio constante de fidelidad y amor. Deben, a ejemplo de Cristo, ser: Sacerdote, Altar y Víctima. Es decir, Mediador entre Dios y los hombres, en el altar del mundo y ofrecerse como cordero degollado para el perdón de los pecados”

“Plegaria Eucarística o Anáfora: antes de las palabras de la consagración de las especies, decimos: cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada; es decir, libremente, no a la fuerza, entregado por amor”.

“En la Doxología o alabanza a la Santísima Trinidad: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén. Este es el fin de todo, también de nuestro ministerio: La gloria y la alabanza de Dios”.

Finalmente, expresó: “Ojalá, hermanos sacerdotes, que no sólo enunciemos y pronunciemos estas palabras, sino que procuremos y nos esforcemos por vivirlas sinceramente y ponerlas en práctica. Siempre a ejemplo de Jesús, nuestro único Maestro y Señor, el Testigo fiel, que nos decía la segunda lectura del Apocalipsis. Testigo fiel que corrobora su entrega, fidelidad y amor con su propia vida, como lo hizo San Maximiliano María Kolbe, cuya memora recuerda hoy la liturgia de la Iglesia”.

“Tenemos necesidad de pasar de la avaricia calculadora y corrupta del tener, a un compartir gratuito y generoso con los demás. En realidad, todo le pertenece a Dios, de Él todo lo hemos recibido”, advirtió el obispo. “Tenemos la necesidad de pasar de la infidelidad adúltera de afectos y placeres desordenados, a una fidelidad casta y limpia”, añadió.

“Pidamos, hermanos, a María, Madre de Jesús y de la Iglesia, Madre de la Misericordia y de la Esperanza, -advocaciones marianas recientemente incorporadas por el papa Francisco a las Letanías Lauretanas-, Reina de los Apóstoles, a tener un corazón sacerdotal indiviso para la gloria y la alabanza de Dios y la salvación del mundo entero”, concluyó.+

» Texto completo de la homilía